En el cementerio de Olivos hay cada vez más tumbas destruidas
Miles de bóvedas y sepulturas no tienen mantenimiento y varias fueron clausuradas. Una galería tiene goteras y la red de agua no se cambió en 100 años. La palabra del director a 24CON.
por Leticia Leibelt
fotos: Christian Ugalde
El lugar resguarda la memoria de los fundadores de Vicente López y de un centenar de personajes ilustres. Allí descansan tres presidentes de la Nación - Roberto Ortiz, Ramón Castillo y Arturo Frondizi -, el General Juan José Valle – fusilado por la Revolución Libertadora de 1955 – e inolvidables figuras de la cultura como Hugo del Carril, Arturo Jauretche, Carlos “Minguito” Altavista, Niní Marshall y Doña Petrona. Pero la memoria parece no ser una prioridad por estos días, en los que el Cementerio Municipal de Olivos se encuentra verdaderamente muerto. Irónicamente, no por culpa de sus difuntos, sino de los “vivos” de siempre.
“De afuera, parece abandonado”, se sincera Juan Carlos Avaca, que por 45 años fue cuidador y, desde que asumió el intendente Jorge Macri, dirige la necrópolis ubicada en Pelliza al 3100. Un enorme predio de 9,5 hectáreas, fundado en 1902 y dependiente de la Secretaría de Obras Públicas de la Comuna.
El paso de más de un siglo de existencia, combinado con la falta total de mantenimiento, dejó marcas indisimulables en toda su extensión. Avaca apunta a la ineficiencia de la gestión anterior, comandada por Enrique “Japonés” García. “Las entradas y los muros están completamente obsoletos y nunca hubo una política para preservar los puestos de flores. Ya es demasiado que el contribuyente tenga que lidiar con la pérdida del ser querido. Si el Municipio no se ocupó de darle un consuelo con el servicio, es porque no estaba a la altura de las circunstancias”, señala a 24CON, al inicio del recorrido.
Los árboles prácticamente no fueron podados durante 15 años y la iluminación es insuficiente. Algunas tumbas, incluso, estén levantadas por las raíces de los árboles. Pero una de las situaciones más preocupantes es la de la red de agua, con cañerías que – más allá de algún arreglo circunstancial – nunca fueron cambiadas en estos cien años. Por eso, varias canillas ya no andan.
Al alejarse de las puertas y adentrarse en el inmenso parque, se destacan dos edificios de tres plantas, con subsuelo y primer piso. Son las galerías de nichos Sexta y Novena, con una instalación eléctrica precarísima y cables pelados a la vista. La más antigua – la Sexta – se construyó en 1970 y nunca se le hicieron refacciones. Ahora, tiene goteras cuando llueve, porque los techos están rajados.
Amparado en su condición de funcionario entrante, Avaca promete cambios y asegura que ya se recuperaron “unas 40 piletas de agua, la sala velatoria, la capilla, parte del alumbrado y la poda”, mientras muestra las ramas caídas sobre las calles internas, que prueban esto último. Además, señala una galería recuperada, cuyas maderas estaban tan viejas y deterioradas que hasta se movían con el viento.
En este sentido, advierte que “la gente está con mucho atraso en los pagos” y que están notificando a los morosos para que se pongan al día. Según datos oficiales de la Comuna, los dueños de las parcelas adeudan alrededor de 7 millones de pesos.
Morir dos veces
“Antes había una cultura de asistir al cementerio para ver a los seres queridos, pero hoy ya no se visitan de una manera frecuente”, lamenta el funcionario. Los números hablan por sí mismos y demuestran que la desidia no es exclusiva de las autoridades. Para los 50 mil difuntos que se alojan en el predio de Olivos, el total de las visitas por mes es de unas 60 mil personas.
Así, de las casi 2.600 bóvedas, más de mil están abandonadas. Muchas de ellas, con vidrios rotos, puertas oxidadas e invadidas por telarañas. Otras, además, llevan la faja municipal de “Clausurado” porque la pobre conservación de su estructura representa un peligro si alguien deseara ingresar. En cuanto a las tumbas en tierra, se calcula que el abandono llega al 20 por ciento: cruces caídas y mármoles completamente destruidos se repiten en cada sector, una y otra vez.
“Hay una tendencia bastante importante al abandono, y en las bóvedas es donde más se nota”, asegura Avaca. Es que, en el caso de las sepulturas en tierra, el período de permanencia del cuerpo es de 4 a 8 años y, si ningún familiar se ocupa en ese tiempo, jurídicamente el cementerio está autorizado a realizar la exhumación. En cambio, “no tenemos incidencia en bóvedas o sepulcros que son arrendados a privados hasta por 99 años”, aclara.
El descuido es inexplicable si se tiene en cuenta el costosísimo precio de adquisición de estas parcelas. En el sitio Mercado Libre, los particulares ofrecen bóvedas en Olivos por precios que oscilan entre 28 y 38 mil pesos. Además, el deterioro de unas perjudica y afecta a otras linderas, que sí se conservan en buen estado.
Como la ocupación en suelo ya llegó al 95 por ciento, muchas tumbas están emplazadas en lo que antes eran veredas. Algunos vecinos de Vicente López ya optaron por darle a sus parientes una última morada en el cementerio de Pilar, que aparte cuenta con un servicio muy superior. Sin embargo, el director niega que se haya reclamado la construcción de un nuevo cementerio en el distrito. “Acá se le puede sacar mucho rédito a los edificios, no es necesario un plan así”, dice.
Los incontables problemas abarcan también a los casi 70 cuidadores privados que, para realizar tareas de mantenimiento en el lugar, abonan un arancel al Municipio. A cambio, los familiares de los difuntos suelen pagarles sumas que van de 20 a 200 pesos por la preservación de sus nichos.
En 1945, se formó la Asociación de Cuidadores del cementerio pero, hace 6 años, fue eliminada por la gestión anterior, con la excusa de un incendio que consumió sus oficinas. La idea es volver a implementar su funcionamiento, para que haya un mayor control en el parque y estos trabajadores tengan sus representantes.
Entre otras cosas, se trata de evitar algo que sucedió en varias oportunidades: ciertos “personajes siniestros” entran al lugar sin ser advertidos y se hacen pasar por cuidadores, con el objetivo de sacarle plata a los visitantes e, incluso, robar lo que encuentren a su paso. De concretarse la vuelta de la Asociación, el personal estaría mejor registrado y estos “truchos” no podrían ingresar.
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