La mafia que convierte a perros en asesinos feroces

Un pitbull "ganador" puede valer hasta 40 mil pesos. Aseguran que hay políticos, policías y jueces involucrados. "En las riñas se arrancan los pedazos", dijeron a 24CON. El temido ritual del que nadie se anima a hablar.

Por G. Zanetto, A. Randazzo, I. Rodríguez Alauzet

 

Knock Out. Este pitbull sobrevivió a la riña organizada en Mendoza.

El lujoso auto bajó de la Ruta 21 en González Catán. Agarró un camino de tierra y se metió hasta el fondo en un barrio humilde, de casas de madera y chapa. Estacionó antes de la esquina. Dos hombres se bajaron (un argentino y un paraguayo) y golpearon las manos. El dueño de la vivienda, un criador de pitbull, salió a recibirlos. “Querían al más agresivo, pero les dije que ese no estaba a la venta. Me ofrecieron 5 mil dólares, en la mesa, ‘taca-taca’. ¿Cómo no se lo voy a vender?”, cuenta Javier, el protagonista de la historia, a 24CON. Le pusieron un bozal y lo subieron a la parte de atrás de un Volvo último modelo que se perdió en una nube de polvo.


Javier (quien prefirió ocultar su verdadero nombre) es parte del peligroso circuito en el que se organizan las peleas de perros en el Conurbano. Él cría la raza de animales más buscada y los vende al mejor postor. “El precio es lo que el comprador está dispuesto a pagar. Llegaron a ofertarme hasta dos kilos de merca”, dice y agrega: “Está metida gente muy pesada: políticos y personajes conocidos. Es muy peligroso entrar, no van a tener problemas en pegarte un corchazo”.


La advertencia resuena en el fondo de su terreno, donde, al costado de improvisados caniles, hay una habitación de chapa y cartón. “Ahí viví con mi esposa y mi hijito –recuerda- pero en 4 meses construí mi casa de material”. ¿Su secreto para salir de la indigencia? Moro, su primer perro de pelea y un semental nato. “A mi me parte el alma venderlos y saber que van a morir o a matar a otro, pero es así, lo hago por él”, justifica mientras señala a su hijo. Negocio es negocio. Y Moro está tasado, según él, en “40 lucas”.


Furia. El perro es cebado para matar, de lo contrario es manso.
¿Máquinas de matar?


Así como Javier, hay al menos 30 criadores de perros en González Catán, aunque solamente dos estarían avalados por la Federación Cinológica Argentina. “Es imposible saber cuántos criadores hay en el Conurbano”, explica Rafael Farro, director de “Tiempo de Pitbull”, la única revista especializada en esa temática. Este medio se contactó con varios de ellos –que se publicitan en la página decriadores.com- y todos negaron tener conocimiento de las peleas. La ley 14.346 protege a los animales de malos tratos y actos de crueldad, pero no es delito criarlos. Por eso para poder establecer el maltrato, es necesario sorprenderlos “In fraganti”.


Pero eso no es todo, porque este hombre es sólo uno de los tantos eslabones en una perversa cadena que incluye a veterinarios, jueces, funcionarios públicos, policías y personalidades del espectáculo que utilizan los combates  “como entretenimiento”, según aclaró a este medio la abogada especialista en derechos del animal Susana Dascalaky. Ella formó parte de la querella en la primera causa de América donde cinco personas fueron juzgadas en 2008 a 11 meses de prisión por organizar riñas en Mendoza. El hecho ocurrió en 2005, cuando un megaoperativo policial irrumpió en una escuela abandonada de Panquehua, partido de Las Heras. El botín fue determinante: 26 detenidos y 13 perros secuestrados.


El criador de Catán presenció este tipo de contiendas en su barrio y probó allí a los perros que hoy alquila para tener nuevas camadas de la raza. Moro está entre ellos. La estirpe de un campeón, como dijo, se paga muy bien.


“El primer contacto que hace el comprador es por Internet o recomendación. Después arreglás cara a cara o por teléfono. Algunos te dicen que quieren un perro de guardia y otros son más directos, te lo piden para pelear. Se busca el linaje violento, el genotipo más fiero dentro de la raza”, explica el hombre.


Nada en especial. Es sólo que los pitbull “son esclavos de su físico”, aclaró Jorge De Marco, director del Centro de Prevención de Crueldad Animal (CPCA), organización que impulsó varias medidas en pos de terminar con este tipo de maltratos. “Tanto los dogo como los pitbull son perros extraordinarios –determina el titular de la ONG- sólo que los mortifican para pelear. Lógico, cómo no van a reaccionar mal si los muelen a golpes y los tienen tres días sin comer antes de enfrentarlos. Los perros son buenos por naturaleza; en estos casos, es el hombre el asesino”.


Inocentes. Las hembras del criadero de Javier reciben a los invitados con lamidas y coletazos.
En la boca del lobo


Todos saben que por el barrio se organizan riñas pero nadie dice dónde. Es una suerte de secreto a voces con un código imposible de descifrar. Para estar presente, “tenés que tener un perro, pagar una entrada y que alguien te cuide la espalda”, según dijo el único participante que dio la cara. La cuestión es básica y excluyente, “si no, no pasás”.


Los curiosos no son bienvenidos en los encarnizados encuentros. Además, es prácticamente imposible detectarlos porque “se juntan de improviso, ponen un sitio de pasada y de ahí marchan con camionetas cargadas con perros hacia otro lugar que puede ser una quinta o terreno alejado”, contó a 24CON otro hombre que se dedica a los pitbulls antes de cortar el teléfono.


Para acallar los gritos que pegan los animales cuando el “contrincante” le arranca, por ejemplo, las orejas y se las come durante el duelo, los organizadores intentan despistar al barrio con música a todo volumen. La Matanza hace honores a su nombre.


La investigación en Mendoza definió lo que Javier también graficó: el ring está improvisado con chapas, maderas y alambres. A los perros que van a pelear, primero se los droga y luego se los ceba con otros que no están preparados para la lucha, como labradores, que terminan descuartizados. Luego, en un marco de furia, hambre, dolor y sangre, los pitbull son arrojados al círculo central.


¡No va más!


El padecimiento de los canes se mezcla con las ansias y el nerviosismo de los apostadores. Como partícipes de un filme de medio oriente, todos gritan y levantan billetes.


En el Oeste de Buenos Aires, “la apuesta mínima puede ser de $500 a $1000”, explica Javier. Aunque las jugadas más fuertes tendrían un piso de U$D5000, como se determinó luego de que, en julio, el fiscal Rubén Caro desactivara un campeonato internacional que estuvo cerca de desarrollarse en Córdoba. Cinco argentinos, dos brasileños, un estadounidense y un serbio fueron detenidos con 19 perros.


Cuando los animales son dejados cara a cara, la feroz pelea es un show desgarrador que termina cuando uno de ellos muere o ya no puede continuar debido a sus profundas heridas. “La mordida de un pitbull se llama ‘tijera’ y tiene una fuerza tal que puede mantenerse colgado con su mandíbula hasta por 20 minutos sin soltar a su presa”, expresó Dascalaky.


El último caso es más expeditivo y guarda tintes mafiosos: los apostadores desenfundan una 9 milímetros y, antes de que el perro pueda dar el último suspiro moribundo, el dueño le asesta en la sien.


“Un campeón –continúa Javier mientras toma un mate- combate unas 5 veces y se retira. O muere en el intento, claro está”. Por eso un perro de sangre “ganadora” es muy valioso. Tanto que se llega a robar para tenerlos. “Una vez dos compradores llegaron a mi casa, me pusieron una pistola en la cabeza y se llevaron a uno”, asegura Javier. 


A pesar de que él afirma que hay aproximadamente un combate por quincena cerca de su casa, en el Conurbano no hay registros de denuncias y en todo el país sólo existe un puñado de casos, ya que para establecer el delito es, como se mencionó, necesario encontrar “in fraganti” a los organizadores de la pelea.


“La verdad que nunca me tocó. Estuve dos años en Matanza, en Morón y nunca vi ni escuché nada de eso. Sólo en la tele vi alguna cámara oculta”, explicó a 24CON Hugo Santillán, comisario que lideró una dependencia en el distrito y que actualmente se desempeña como tal en Merlo.


La tarea más difícil, para el abogado Oscar Mellado, es “conseguir a un policía que no esté coimeado y que esté dispuesto a darte datos”. Según el legista, también querellante en la famosa causa mendocina, los uniformados “son, en su mayoría, cómplices y tapan todo”.


Así los preparan


Un perro de pelea, además del linaje, se distingue por su cruel entrenamiento. “Lo que se hace es cagarlo de hambre, tenerlo bien huesudo, mantenerlo atado y matarlo a palos, así cuando lo soltás sale como loco”, detalla Javier. Pero, a veces, puede fallar. “Un día se me soltó Moro y mató a tres perros callejeros hasta que pude agarrarlo”, relata. Sus restos descansan en el fondo de la casa del criador.


Los canes pueden entrenarse en cualquier momento de su vida, “no necesariamente tienen que serlo de chiquitos”, expone el director de CPCA. Un buen motivo para que los criadores se desliguen del asunto.

 

“Ellos sólo los crían y después, quien lo compra, lo entrena para matar. Por eso no pueden ser denunciados, porque el delito no lo cometen ellos”, expuso Mellado. Los intermediarios, en muchos casos, “son contratados por narcotraficantes para que hagan el trabajo sucio sin dar la cara”. Son criminales que responden al “alto mando”.


Otra de las formas de preparar a los pitbull es “hacer presa”, que significa colgarlos de la mandíbula durante varios minutos mientras muerden un señuelo de goma. O sea, practicar la mordida tijera. O incluso limarle los dientes hasta que queden afilados, maniobra que se hace de forma artesanal. Así lo demuestra, por ejemplo, la cicatriz que Javier exhibe en el antebrazo: un recuerdo de cuando estaba “retocando” los colmillos de Moro y éste reaccionó incrustándoselos en las carnes.


La ferocidad de los perros luego de ser brutalmente maltratados hace que el apareamiento sea una maniobra complicada, ya que pueden morderse y pelear entre ellos. “Hay dos maneras de hacerlo -explica el criador-. Una es poner una silla dada vuelta, atar una extremidad de la perra a cada pata y -con bozal (en el caso de que tenga dientes, porque muchas veces se los quitan) y collar de ahorque incluidos- guiar al macho. La otra es hacerle una ‘pajota’, es decir, masturbar al perro, capturar el semen en una jeringa y fertilizar a la perra”.

 

Víctima. Los labradores son utilizados para cebar a los pitbull y no sobreviven,
como este que fue encontrado en Mendoza.
Vida de perros

 

Los cachorros que nacen en estos internados sufren la desidia de los propios apostadores. A los pocos meses estarán preparados para matar y serán denominados "bestias" por la sociedad. Siempre que el negocio de las apuestas y el narco ponga dinero a disposición de ello. Entonces, la rueda vuelve a girar.

 

13 de octubre de 2011

¿Quiere recibir notificaciones?
Suscribite a nuestras notificaciones y recibí las noticias al instante