Habla la suegra de los Pomar: "Si no puedo verlos más, me muero"

Descarta que haya sido un secuestro porque nadie pidió dinero. Habla de su yerno y de su familia política. ¿Por qué no fue al minuto de silencio?

Por Cecilia Di Lodovico

Se vieron por primera vez en un boliche de Pergamino. Gabriela Viagrán estaba triste por su reciente separación y había salido para intentar distraerse. Luis Pomar la vio y le gustó. La encaró. Bailaron. A ella le atrajo su simpatía y buena onda. Desde entonces, no se separaron. Una década atrás, él había dejado a su familia en el pueblo chico para trabajar en Buenos Aires y, cuando la conoció a su futura mujer, ya era todo un porteño.

Por su parte, Gabriela pertenece a una familia muy conocida en Pergamino, puesto que su padre condujo, por mucho tiempo, el destino del club sirio-libanés local, donde trabajó con su mamá Cristina Robert de Viagrán. No se movería de su lado hasta que el amor venció las fronteras: mantuvo una relación a distancia con Luis que se fortaleció a pasos agigantados. Decidieron casarse y él se la llevó a Buenos Aires, junto a su hijo Franco, fruto de su matrimonio anterior.

Luego, nació Candelaria y, tres años más tarde, Pilar. A Luis lo echaron del trabajo y acudió a su familia. Le consiguieron una entrevista de trabajo. Los cuatro partieron hacia Pergamino el sábado 14 por la tarde de su casa en Mármol. Hay imágenes que prueban que, efectivamente, hacia allí se dirigían. Pero, en algún tramo de la ruta, desaparecieron sin dejar rastro.

“Hable de secuestro porque quiero pensar en que van a volver, pero no hubo ninguna llamada pidiendo plata, así que es casi imposible que haya pasado eso”, dijo María Cristina, madre de Gabriela Viagrán, a 24CON. En ese momento, la televisión muestra una fotografía de Gabriela. El teléfono queda mudo. “Perdona, es que me pierdo cuando veo a mi hija. No puedo creer lo que está pasando. Es un misterio, la policía hizo un rastreo total y no se sabe nada. Lo único que me mantiene viva es la esperanza, por eso trato de mantenerme positiva”, dice con aire renovado, pero enseguida agrega: “Si no la puedo ver más, me muero. Estoy desesperada”. Luego, ensaya otra hipótesis: “Si se escaparon porque cometieron un error, que vuelvan. Que Gabriela sepa que su mamá la está esperando”. Y vuelve a corregirse: “No puede ser que se hayan ido. Ella ama a su hijo, nunca haría una cosa así. Nunca estuvo tanto tiempo sin tener comunicación con él. Es imposible”.

“¿Si Luis andaba en cosas raras? No, tanto él como su familia son excelentes, muy religiosa. Mantenemos un contacto fluido”. “Ella es divida, dulce, divina, tierna”. María Cristina se pierde en las palabras. “No tiene enemigos. Esto es imposible de creer”. Una pesadilla sin fin.

“Hace 10 días que no salgo de mi casa y no voy a salir hasta que no tenga un encuentro feliz con ellos. Hoy la familia Pomar va a hacer un minuto de silencio, yo les avisé que no voy, pero mi corazón está con ellos. Realmente estoy pendiente del teléfono y cada vez que suena deseo escuchar la voz de mi hija diciéndome “hola, mami”. O, al menos, tener alguna información concreta, porque, hasta ahora no se sabe nada. No sé qué puede haber pasado”.

“Cuando veo las fotos del peaje, la veo a la más chiquita, la diablita (Pilar). A Candelaria no la veo. Me desespero. Me parece que están viniendo y que en cualquier momento van a llegar”.

10 días se cumplieron desde la desaparición de la familia Pomar. 10 días en los que la angustia de dos familias crece sin límites. ¿Hasta cuándo?

24 de noviembre de 2009

La familia que desapareció hace 6 años y no dejó pistas

 

 

Apareció otro video que muestra a la familia Pomar

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