Street art Buenos Aires, la movida "anti snob" sobre las paredes
De Coghlan a Vicente López, nuevos murales se suman al circuito argento de esta experiencia colectiva
Buenos Aires es ícono del arte callejero. De una "cultura inquieta" -como la describió el Huffington Post- que hace girar cabezas frente a lo que antes era una pared virgen. Así, está entre las mejores ciudades del mundo para ver arte urbano.
Desde Coghlan al Barrio Chino, pasando por Vicente López, hay nuevos murales que resaltan la movida argenta de esta experiencia colectiva.
El único límite del street art son los ladrillos que se acaban, justo antes de la firma, o las superficies que no retienen la pintura. Lo de '¿calle o galería?' es cosa de snobs.
Altamente permeable entre los críticos argentinos más tradicionalistas -y socialmente más aceptada que en muchas otras capitales del mundo- las leyes que regulan esta disciplina en Buenos Aires también son 'relajadas': los artistas sólo necesitan el permiso del dueño de la propiedad, de las municipalidades -en caso del Gran Buenos Aires- o de Espacio Público en la Ciudad.
Hasta el gobierno porteño encargó varios murales a gran escala para disfrute de porteños y turistas. Uno de los más grandes de la Ciudad -de 412 metros cuadrados- está en Holmberg y Pedro Ignacio Rivera, Villa Urquiza.
Es "El cuento de los loros" -el nombre viene de que las aves se agregaron para tapar el pene del hombre de la mirada pícara-. Su autor, el argentino Martín Ron (36), fue elegido en 2015 como uno de los diez mejores exponentes mundiales del street art por la revista de arte contemporáneo Art Democracy, de Nueva York.
Pintó, enorme, la cara de uno de sus amigos; a su lado, un chupetín de abeja -inspirado en la foto de una amiga-; y, sentado sobre la patineta, casi en la esquina, está Clorindo Testa, uno de los arquitectos argentinos más influyentes del país, fallecido en 2013.
Hoy ese y otros murales son parte del circuito gratuito "Arte urbano: ruta emergente" (arranca a las 9 y termina pasadas las 16:30, es a pie y en transporte público) que ofrece el Gobierno de la Ciudad por Coghlan, Villa Urquiza, Colegiales y Palermo.
Precisamente, en Coghlan, el artista estadounidense Paul Mericle acaba de pintar otro mural. Se llama Great Horned Owl y muestra a este gigante búho de cuernos en tonos grises.
En el Barrio Chino de Belgrano, sobre Arribeños, el artista argentino Ale Dirisio -más conocido como Indigo Ars- pintó nuevas temáticas orientales que enmarcan el paseo de compras típicas más famoso del país. Como esta escena en la jungla, bajo la mirada de una imagen de Buddha.
Las marcas no podían dejar de lado a los artistas callejeros para comunicar sus mensajes. Con una idea divertida, McDonald's celebró este mes el Día Nacional del AutoMac con casas de Capital y GBA intervenidas por muralistas que hicieron de sus garages grandes bocas abiertas.
Todas las "bocas" tuvieron un mensaje claro: "No vuelvas a casa con hambre". Y el hashtag #HoyPintaAutoMac, hizo que los usuarios que intervengan la campaña subiendo sus fotos a las redes sociales.
Los murales de McDonald's, realizados en lugares estratégicos cerca de sus locales, fueron hechos con Ecopaint, un tipo de pintura ecológica, a base de agua, que no contiene petróleo y es fácilmente lavable.
Así, en Malabia 1347, Agustín Dlucious creó a un robot que muestra los dientes y cierra los ojos, tentado por su hamburguesa. Alan Berry Rhys, en Olleros 2593, usó el dorado de la marca para ese hombre con bigotes que tiene un "hambre" en cursiva. Lucas Lasnier, Charlone 137, hizo un monstruo estilo kawaii, que muestra ternura en sus ojos brillosos.
El circuito de "bocas" sigue con el artista José Saccone, en Vera 560, con Jochi Camara, en Conde 390, y llega hasta Vicente López, en Hilario de Quintana 860, con el mural de Mariela Ajras.
El hito que terminó de hacer a Buenos Aires foco del movimiento global del street art fue The Talking Walls of Buenos Aires, una exposición de 2012 en Londres, que después viajó a Washington. Reunió el trabajo de Pastel, Marina Zumi y Fede Minuchín, entre 23 artistas urbanos, con más de 100 obras fotografiadas por Mónica Hasenberg y Carlos Brigo.
Desde entonces quedó claro que el street art porteño ya nada tenía que ver con el tag vandal y el graffiti de brigada, un movimiento de mediados de los 90, que promovía acciones clandestinas en la calle y en diferentes estaciones porteñas.