"Nos dejaron en Pampa y la vía"
Vecinos de La Matanza reclaman servicios y viviendas dignas para su flamante barrio. Una cooperativa cobró millones de un crédito pero nunca terminó los trabajos y fue disuelta por la Provincia. Acusaciones cruzadas y, en el medio, un barrio sin luz, gas ni agua.
A través de un crédito del Instituto de la Vivienda de Buenos Aires de casi tres millones y medio de pesos, la cooperativa Santa Librada Limitada debía construir 118 viviendas en un terreno de González Catán en el 2004. Cuatro años después, aún restan 34 que sólo tienen sus bases; en tanto, las 84 restantes fueron entregadas “peladas” a sus dueños.
Ingresar al barrio Santa Librada no es tarea fácil. Está situado en el Km 32 de la Ruta 3 del distrito más populoso del Conurbano; a pesar de contar con "alisados" en sus calles de tierra, representan un verdadero reto para cualquier automóvil. Los trabajos en la ciudadela debían terminar en agosto de 2004 pero hoy, mantiene un cierto dejo de pueblo fantasma.
Lejos de la ficción, sus habitantes denuncian haber sido “estafados” y lo demuestran. “Yo pagué 10 mil pesos en efectivo por el lote, pero además me dijeron –y así lo establece el Convenio de Inclusión de la cooperativa- que la casa que iba a habitar debía estar terminada y que contaba con todos los servicios básicos. Pero cuando llegué, me encontré con una casa ´pelada´, en un barrio sin luz, gas ni agua”, aseguran como si fueran una sola voz los vecinos.
Las últimas víctimas de la cooperativa de Vivienda Santa Librada son los hermanos Roque y Cristina González. En agosto de 2006, los tres recibieron en la casa de un familiar a Reyna Santa Cruz, esposa del presidente de la entidad, Hugo Molinas Arce.
Cuando firmaron el convenio, la mujer había prometido que tendrían su hogar en pocos meses. ¿El precio? Ocho mil pesos. Parece poco dinero, pero el esfuerzo que hicieron los hermanos para tener su propia vivienda, sólo ellos lo saben. Ni hablar de la desilusión que los golpeó hace un mes cuando comprobaron con sus propios ojos que aquello que les habían prometido hace dos años era sólo una base. Es más, la cooperativa liderada por Molinas ya no existe, producto de un escándalo que estalló a mediados del año pasado.
“Esto es una estafa”, despotrica Cristina. “Nos vendieron las casas y no aparecieron más. Queremos hacer público nuestro y llevarlo a la Justicia”, asegura abatida por la decepción.
Los vecinos desconocen las actuaciones de los organismos de control. De hecho, no hicieron mucho. “No sabemos, los papeles pasan de mano en mano y no llegamos a ninguna solución. Pasan los años y seguimos sin casa”, reprochó Cristina.
No son los únicos que denuncian haber sido engañados por Hugo Molinas y “sus secuaces”. Beatriz Rojas lidera el grupo de vecinos que se propusieron dar a conocer la estafa. “Queremos lo que nos pertenece”, vocifera “Bety”, como la conocen en el barrio. “Hace un año que las autoridades del Instituto de la Vivienda y de la Municipalidad de La Matanza recibieron nuestra denuncia. Nos dijeron que teníamos razón y que nos iban a ayudar. Si bien disolvieron la cooperativa, nos dejaron en “pampa y la vía”. La construcción del barrio quedó parada y no tenemos ningún servicio, esto es un desastre”, resume la enfadada mujer.
Ingresar al barrio Santa Librada no es tarea fácil. Está situado en el Km 32 de la Ruta 3 del distrito más populoso del Conurbano; a pesar de contar con "alisados" en sus calles de tierra, representan un verdadero reto para cualquier automóvil. Los trabajos en la ciudadela debían terminar en agosto de 2004 pero hoy, mantiene un cierto dejo de pueblo fantasma.
Lejos de la ficción, sus habitantes denuncian haber sido “estafados” y lo demuestran. “Yo pagué 10 mil pesos en efectivo por el lote, pero además me dijeron –y así lo establece el Convenio de Inclusión de la cooperativa- que la casa que iba a habitar debía estar terminada y que contaba con todos los servicios básicos. Pero cuando llegué, me encontré con una casa ´pelada´, en un barrio sin luz, gas ni agua”, aseguran como si fueran una sola voz los vecinos.
Las últimas víctimas de la cooperativa de Vivienda Santa Librada son los hermanos Roque y Cristina González. En agosto de 2006, los tres recibieron en la casa de un familiar a Reyna Santa Cruz, esposa del presidente de la entidad, Hugo Molinas Arce.
Cuando firmaron el convenio, la mujer había prometido que tendrían su hogar en pocos meses. ¿El precio? Ocho mil pesos. Parece poco dinero, pero el esfuerzo que hicieron los hermanos para tener su propia vivienda, sólo ellos lo saben. Ni hablar de la desilusión que los golpeó hace un mes cuando comprobaron con sus propios ojos que aquello que les habían prometido hace dos años era sólo una base. Es más, la cooperativa liderada por Molinas ya no existe, producto de un escándalo que estalló a mediados del año pasado.
“Esto es una estafa”, despotrica Cristina. “Nos vendieron las casas y no aparecieron más. Queremos hacer público nuestro y llevarlo a la Justicia”, asegura abatida por la decepción.
Los vecinos desconocen las actuaciones de los organismos de control. De hecho, no hicieron mucho. “No sabemos, los papeles pasan de mano en mano y no llegamos a ninguna solución. Pasan los años y seguimos sin casa”, reprochó Cristina.
No son los únicos que denuncian haber sido engañados por Hugo Molinas y “sus secuaces”. Beatriz Rojas lidera el grupo de vecinos que se propusieron dar a conocer la estafa. “Queremos lo que nos pertenece”, vocifera “Bety”, como la conocen en el barrio. “Hace un año que las autoridades del Instituto de la Vivienda y de la Municipalidad de La Matanza recibieron nuestra denuncia. Nos dijeron que teníamos razón y que nos iban a ayudar. Si bien disolvieron la cooperativa, nos dejaron en “pampa y la vía”. La construcción del barrio quedó parada y no tenemos ningún servicio, esto es un desastre”, resume la enfadada mujer.