Después de 13 años reapareció una víctima de trata
La encontró su mamá. Su ex pareja la tuvo en cautiverio y la prostituyó. Vivió en un neuropsiquiátrico y tuvo hijos producto de reiteradas violaciones.
Gabriela Cabrera, de 35 años, se reencontró con su familia en el pueblo de Jovita, en el sur de Córdoba, después de 13 años de ausencia en los que fue víctima de trata de personas.
A los 14 años, Gabriela había dejado la casa de sus padres en Jovita, al enamorarse perdidamente de quien, en muy poco tiempo, se convertiría en su peor victimario. "Encontrar a mis cuatro hijos y a mi mamá después de tantos años, es como un descanso en mi vida. Yo no sabía nada de ellos y mi vida siempre fue estar en cautiverio, secuestrada, estuve en la calle, en un loquero, estaba mal de la cabeza. Sufrí maltrato psicológico, físico, moral afectivo, todo lo que se puedan imaginar. No se lo deseo a nadie", comenzó a contar Gabriela, en diálogo con el diario La Voz del Interior.
Susana, su mamá, repasa la historia Gabriela: "Ella se fue a San Luis con él, ahí tuvo cuatro hijos y ahí empezó el calvario de su vida. La drogaban, la hicieron prostituta, la tenían desnuda, atada. En cautiverio tuvo los hijos y en cautiverio se los sacaron. Cuando ella se escapó, andaba en la calle, estuvo en tratamiento psiquiátrico, nadie la ayudaba; era todo droga, mafia", explicó. "Ella está más arruinada que yo, aunque sea mucho más joven. Tiene problemas de pulmón por los golpes, los huesos no le dan más, le faltan los dientes de arriba. Hasta la quisieron prender fuego; tanta paliza y tanta droga... ella estuvo muy mal, hasta comió de la basura. Después que se escapó de él, tuvo otros cuatro hijos producto de violaciones. A dos nenas se las sacaron. Y vivió escondida por miedo a que él la encuentre y le saque los otros dos", sintetizó la mamá.
En 2002, después de que Gabriela lograra huir de su cautiverio, el hombre que la había sometido y aún tenía a sus cuatro hijos a cargo, fue a parar a la cárcel. En San Luis se comprobó que había degollado a su nueva concubina y había asesinado también a una hijita de ésta, de tres años. Las tenía enterradas, en un pozo tapado con cemento en el baño. Ahí fue cuando a Susana Cabrera la llamaron, a Jovita, por si quería hacerse cargo de sus nietos. Aterrada, siempre huyendo y buscando a sus hijos, Gabriela no se había enterado de que su propia madre los estaba criando. Tampoco imaginaba que su expareja estaba preso y por eso no se animaba a volver a su pueblo. Tenía terror a que allí él pudiera encontrarla.
Rescatan a una nena que era prostituida en un taller
Según la madre, la menor tenía problemas de comportamiento y se drogaba. Según la nena, la violó un familiar. La historia.
Susana recordó: "Me volví loca cuando me enteré de todo, me habían dicho que ella andaba deambulando drogada, pero no la pude encontrar y al final ya pensábamos que estaría muerta. De él, creo que a mis nietos hasta les hizo hacer el pozo para enterrar a la otra mujer en la casa. Yo me traje los chicos, me decían: 'No nos soltés, abuela'. Yo le pedía a Dios una señal, porque necesitaba una parte de mi alma que estaba muerta". Esa madre golpeó sin suerte todas las puertas, hasta contrató a detectives privados. Uno de ellos le dijo que su hija estaría en Mendoza.
El milagro se produjo el día de las recientes elecciones primarias obligatorias, en septiembre pasado. Susana buscó, siempre por las dudas, en el padrón electoral a su hija y la encontró en Mendoza. Gente de la Junta Electoral de Jovita le ayudó luego a comprobar que había votado.
Paralelamente, una de las hijas de Gabriela era contactada en Facebook por su padre preso (aparentemente utiliza la red social desde la cárcel), lo que hace pensar a la familia que él "sigue controlando todo" desde el penal. Y eso les suma nuevos temores. Lo cierto es que antes de que la Policía montara el operativo para el reencuentro, Gabriela viajó a dedo a Jovita y pudo encontrarse con su madre, sus hijos y sus hermanos, quienes la habían dado por muerta y con los que perdió todo contacto durante largos 13 años.
10 de noviembre de 2013