Miles de colores, como en una vidriera. Las verdulerías de Buenos Aires tienen como postulado fundamental presentar la mercadería como si se tratara de autos de colección o zapatos. El riego semipermanente o el exceso de cera aportan el brillo y la combinación de colores que sirven para dibujar arco iris o figuras geométricas. El secreto es deslumbrar, porque los argentinos compramos por medio de la vista. Así lo creen Marcelo y Adrián, dos de los encargados de venta en el puesto de la firma Dole, en la nave 5 del Mercado Central. Y decretaron: "Los argentinos no comen la fruta madura".
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Los hombres extrañan la vieja tradición italiana que utilizaba la degustación como método infalible de venta. En la actualidad, son otras colectividades las que recuperaron el oficio de vender fruta y no sólo despacharla. En ese sentido, nuevas frutas se abren paso (aunque lentamente) entre los paladares argentinos.
"Peruanos y bolivianos son los primeros que vienen al mercado y son quienes compran los productos más exóticos", aseguró Adrián. Y los definió como "los inventores de las bandejitas". La influencia andina impuso en algunos barrios de la Ciudad y parte del Conurbano el consumo de locoto, jengibre, mandioca y hasta de maní. Restaurantes y bares, por su parte, se encargaron de difundir algunas frutas tropicales, como el maracuyá y la piña, sobre todo en tragos y cócteles.
Según datos del Mercado Central, la comercialización de estos productos no significa un porcentaje importante del total de ventas y nada destrona a la naranja, la manzana, la banana y la mandarina, los productos más consumidos por los argentinos. Sin embargo, una fuente reveló que todo lo que ingresó de esta mercadería "se vendió".
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Las cifras de 2013 auguran, por ejemplo, un crecimiento exponencial del coco: en todo el año pasado ingresaron al mercado 50 toneladas, cuando en 2002 eran apenas dos, es decir que esta fruta sufrió un aumento en las ventas del 2500 por ciento. Las diversas variedades del plátano son otras que se beneficiaron con los nuevos paladares. Hasta mayo de este año, se vendieron 12,4 toneladas, cuando durante todo 2012 se había vendido un 17,4, y de ese total, casi un tercio sólo en diciembre. La palta, por su parte, creció más de un 200%, al pasar de 1717 toneladas en 2002 a 3727 en 2012. Pero en lo que va de este año, ya se vendieron 1599 toneladas. Otra fruta que se comienza a incorporar a la dieta de los argentinos es la granada: en 2012 se vendieron 65 toneladas, mientras que en 2003, cuando aparece por primera vez en el Mercado Central, se vendieron 37,5.
Los hombres de Dole coincidieron en que lo que más creció fue la palta hass. "Hace un año vendíamos dos mil kilos por semana, ahora vendemos 20 mil", revelaron, y contaron que desde hace un tiempo se empezó a ofrecer mango en varios de los puestos. "En el noroeste del país no nos daban bola, incluso se caía de los árboles y se los comían los pájaros; recién cuando entró el de Brasil los productores se empezaron a preocupar, hoy, en verano, cuando corta el brasileño, se vende el del NOA", contó Adrián.
Otro producto que ahora se ofrece todo el año es el ananá gold, proveniente de Ecuador. Los vendedores contaron que esa variedad "se impuso en todo el mundo porque tiene pulpa amarilla y es más dulce que el hawaiano, que tiene pulpa blanca". Otros perdedores son la papaia (que dejó de venderse por su alto precio), la banana morada, la pera asiática y el kiwi gold, que venía de Nueva Zelanda.
MODAS DE TEMPORADA. Hay otro Adrián que hace una década patea las naves del Central aunque los últimos seis lo pasó en el puesto de la firma GRA Productos Naturales. Para él, se trata de modas que "duran un par de temporadas y mueren, como la guanabana, que acá se llamó graviola, o la chirimoya". Muchas de las frutas que se importan tienen como desventaja ser demasiado frágiles para el transporte. La firma GRA comenzó a operar en 1995 a raíz de los cambios que se producían en la gastronomía argentina. Sus clientes son los hoteles, restaurantes, cocineros, hoteles y empresas navieras. También algunas verdulerías.
FUENTE: Tiempo Argentino
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