El Cabrón del Oeste cuenta los secretos del Muay Thai

Busca volver y consagrarse en Tailandia, la meca del deporte. "Vivo por y para esto", dijo a 24CON. Rituales y entrenamientos de un combate letal.

Abajo del ring, Cristian Palacios reparte buena onda mientras sus alumnos entrenan. Cuenta con entusiasmo los detalles del arte marcial milenaria que adoptó como forma de vida y repasa las anécdotas del viaje a las lejanas tierras de Tailandia, siempre en movimiento para “no enfriarse”. Pero una vez que sube, se transforma en el “cabrón”, un luchador letal que buscará volver para consagrarse en la tierra del Muay Thai. En uno de los gimnasios que enseña, en Ramos Mejía, recibió a 24CON y le contó los secretos de una disciplina milenaria.

Cristian nació hace 28 años en La Plata, se crió en Ituzaingó y ahora vive en Morón, aunque tiene alumnos en todo el oeste del Conurbano a quienes les transmite los secretos de un combate surgido del otro lado del mundo. “Se usan piernas, manos, codos y rodillas, es un deporte de combate como el boxeo, pero con más armas y otras técnicas”, explica Cristian, quien asegura que en el país hay muy buenos competidores aunque es un arte marcial que recién ahora se empieza a difundir.

Algunos de los que lo practican de forma recreativa encuentran un excelente entrenamiento para casi todo el cuerpo. Pero a nivel profesional, los luchadores deben atravesar un entrenamiento extenuante y muchos sacrificios para ganarse un lugar en el mundo de los golpes. “Son dobles turnos de dos o tres horas todos los días, un sacrificio enorme, yo lo tomé como mi forma de vida, trabajo de profe  y  aprovecho para poder entrenar siempre, pero hay peleadores que salen a trabajar de otra cosa, se ponen a entrenar y terminan molidos”, consideró.

Antes se usaban palos para “curtir” brazos y piernas y acostumbrarse al dolor, costumbre que después fue reemplazada por cubiertas de camión. “Se busca tonificar las zonas de impacto, porque en la pelea muchas veces pegas patadas a romper y si bloquean chocas tibia con tibia”, relata el Cabrón y duele nada más de imaginarse la situación o verla por televisión o Internet. Sin embargo, jura que las fracturas son “poco comunes” y se deben solo a alguna mala posición. 
 
El ritual de la pelea

Antes del combate, los peleadores realizan una serie de ceremonias para ahuyentar a los malos espíritus, atraer la fortuna de su lado y salir vivo del ring. La mayoría de los luchadores tiene tatuajes con oraciones de protección grabados en el cuerpo y cuando salen a pelear, lo hacen con el Mongkon, un amuleto que tiene cada escuela y se usa en la cabeza, junto con brazaletes a la altura del bícep, otras cintas y adornos.

Todo este ritual, acompañado de música, se lo conoce como “Wai Khru” y es parte fundamental de la cultura tailandesa para agradecer a los mentores del pasado por los dones transmitidos y ahuyentar la energía negativa.


“Esto se respeta mucho en Tailandia porque es el deporte nacional y lo llevan en la cultura, mezclado con lo religioso. Allá la mayoría de los hombres de 25 o 30 años pelea y empieza desde muy chicos, con 3 o 4 años ya están entrenando y a los 6 u 8 ya pelean. Yo vi chiquitines de 9 años entrenando de una manera impresionante, parecia que los estaban torturando, y depués se levantaban y pateaban perfecto”, explicó.

Al momento de la pelea, los combatientes quedan con cintas en las manos y unos guantes que permiten la movilidad del pulgar. Son cinco rounds de tres minutos con dos de descanso y el ganador se determina por puntos transcurridos los asaltos o por KO durante el combate.

 


La cuna del Muay Thai

“En 2011 viajé con 9 compañeros, entre ellos mi profesor Cristian Bosch (campeón mundial de Kick Boxing y Muay Thai) a Puket, una ciudad del sur del país. Estuve un mes entrenando y pude pelear dos veces con peleadores de ahí, gané los dos combates por KO”, rememora Palacios.

“Desde que te levantabas hasta que te acostabas estabas entrenando y ellos te decían si estabas para pelear o no. Al cuarto día, a mi fue el primero que me dijeron y fue increíble, estaba feliz, quería pelear con la pared, con quien sea”, asegura, aunque le quedó pendiente la experiencia de pelear en Bangkok, la capital.
   
“Estuve los 30 días sorprendiéndome de las costumbres, paisajes, gente, de todo. Las comidas tienen mucho arroz, muchas verduras. Comí insectos, hasta un escorpión. Manejan el inglés, el tailandés es imposible, aprendí ‘hola’, ‘chau’ y ‘gracias’ y nada más”.
 

Sin embargo, para repetir la travesía necesita conseguir sponsors que le permitan sortear la diferencia económica. “Mi idea es ir a mediados de junio, para pelear en el cumpleaños de la reina. Se para el país y hacen eventos, traen peleadores de todo el mundo y pelean al aire libre para miles de personas con ella y el rey presentes. Es uno de los eventos más importantes al máximo nivel, es jugar en primera”, se ilusionó.

“El Muay Thai es mi forma de vida, vivo de esto, amo hacer esto y vivo para esto. Todo lo que gano, los vueltitos que me quedan en el mes, es para crecer en este deporte y mi familia me apoyó siempre, aunque a mi mamá mucho no le gustaba cuando iba a entrenar y volvía todo roto. Mi pareja me banca mucho, siempre me da fuerza para seguir aunque a veces tenga que estar bastante fuera de casa”, aseguró y se quedó con la frase que siempre le repite: “Es tu sueño, andá y cumplilo”.

 

 

Mirá uno de sus triunfos más demoledores




21 de enero de 2013

 

NOTAS RELACIONADAS:

Combate verbal: Voces a favor y en contra de la disciplina
Jorge "Acero" Cali arremete fuerte contra el Vale Todo. Y uno de los peleadores profesionales salió al cruce de las críticas.

 

Acero Cali: "El Vale Todo es como una riña de gallos"
Por qué este deporte es tan famoso en el Conurbano. Quiénes lo juegan y qué dice la ley.

 

Un deporte regulado que busca la profesionalización
A pesar de la laxitud del nombre, el "Vale Todo" tiene reglas estrictas de varias artes marciales. Y hay varios intentos de profesionalizarlo.

 

 

¿Quiere recibir notificaciones?
Suscribite a nuestras notificaciones y recibí las noticias al instante