Heit y su pareja querían abrir una iglesia propia

A la periodista la apodaban "La Zombie". Jesús Olivera vive con miedo en la celda junto a un violador. Detalles del caso que conmovió al país.

 

Para Jesús Olivera y Estefanía Heit, lo visible siempre fue más importante que la esencia. Esa filosofía se repitió en sus prédicas, en las casas que habitaron y hasta en sus propios cuerpos. Ella fue, hasta hoy, la cara del caso. Su cabello rubio sirvió durante dos años como escudo protector en una sociedad repleta de descendientes de alemanes del Volga. Sus ojos claros reflejaron el horror pero se abrieron bien grandes en todas las fotos que se dieron a conocer, como hipnotizando. La periodista y su pareja, el falso pastor evangélico, planeaban fundar una iglesia propia bajo el signo de la secta carismática colombiana llamada G12, que promueve una congregación reducida de 12 miembros por cada grupo.

Nacida y criada en Coronel Suárez, Heit cursó la escuela primaria en el colegio San José y la secundaria en la Escuela Media N°4, también conocido como el ex Colegio Nacional. Allí se ganó el apodo "La Zombie" por ser tan reservada. Luego de un novio al cual dejó, sobrevino otra relación que empató las frustraciones amorosas. Por despecho, entabló pareja con Jesús Olivera y se casó en secreto.


Él se parece a un galán con poca producción, especie de cumbiero romántico, dueño de un discurso precipitandamente místico. Con una barba que no termina de nacer, labios y pestañas gruesas y una obsesión particular: tener el cabello lacio. Ante la sociedad, pocas veces levantó la vista del suelo. Una de ellas fue en su momento de esplendor: una celebración en la cual ofició de pastor del Centro Cristiano Amar es Combatir, la célula G12 que quiso instalar en Coronel Suárez y para la cual intentó cooptar a su propio peluquero y a dos jóvenes que hablaron con este diario, pero que prefirieron no identificarse por "temor".

Fanny, como se la conoce en Suárez a Estefanía Heit, alquiló en 2010 la habitación número 25 del hotel Plaza. El mismo lugar desde el que se escribe esta historia: un cubículo húmedo de tres metros cuadrados con ventana al techo del hotel, cortinas celestes, alfombra azul, radiador, ventilador de techo y un empapelado con guarda de flores que asemejan el lugar con un consultorio médico.

La habitación es una doble con camas separadas, al igual que la 30 y la 36, las otras piezas que ocuparon juntos, desde julio hasta diciembre de 2010. Durante ese tiempo, nunca se encontraron preservativos usados entre la basura, incluso, Fanny reveló que la pareja no tendría relaciones sexuales hasta que se casaran. El enlace llegó pero no tuvo fiesta ni torta. Fue en secreto y, al otro día, ella retomó sus actividades habituales sin contarle nada a nadie mientras que él volvió a recluirse en la habitación, donde tenía conexión sólo con su computadora.

"Él era tímido en la sociedad, muy ubicado y educado, pero cuando lo empezabas a conocer sólo te hablaba de la Biblia; ahora, si opinabas distinto, se ponía eufórico y se enojaba", contó una empleada del comercio. La mujer también reveló que Olivera le contaba que trabajaba con gente de Colombia y Venezuela.


A los pocos días del casamiento, Olivera salió de viaje por unas semanas y volvió hecho un pastor atildado: camisas limpias y blancas, sweater tipo bremer, pantalón de sastre y zapatos relucientes.


En esa época también estrenó unas tarjetas con consignas bíblicas que repartió a todos y se acercó a una peluquería donde pidió el corte de Satoshi, el personaje de la serie infantil Pokemón. El estilista interpretó que quería un alisado de cabello.


Abandonaron el hotel durante el verano pasado. En 2011 se mudaron cuatro veces en distintos inmuebles de la ciudad y todas las operaciones las hicieron con la misma inmobiliaria. Un hombre que trabaja junto a la firma, dijo a Tiempo Argentino que las cuatro viviendas las dejaron en pésimas condiciones. En la anteúltima, ubicada en pleno centro de Suárez, se encontraron jeringas, pipas y otros artículos de parafernalia lisérgica escondidos junto al filtro del extractor de la cocina.


A pocas cuadras de allí se encuentra la sociedad española de Socorros Mutuos, el lugar que eligieron para fundar su iglesia G12. Allí también hicieron fotos para confeccionar un book junto a una reconocida fotógrafa local. Con las imágenes hicieron un afiche promocional con su nombre completo y el logo del Ministerio Zoe, una corriente que cree estar cambiando el mundo y que proclama que "La visión tiene poder, trae provisión y salva personas".


En las tomas jugaron con contraluces y contrapicados que resaltaron su figura pero Jesús nunca miró a la cámara. La cruz que a él le faltaba para mirar a los ojos al resto de los mortales, la cargaría su víctima, unos meses más tarde.
 
EL HORROR.

 

En la casa de Grand Bourg 1823 una faja de clausura abraza los 20 metros de frente. Los vecinos cuentan que allí también funcionó un prostíbulo. El único ser viviente es un níspero que se erige en el patio. Los perros de Heit (entre ellos dos boxer) fueron retirados por la municipalidad.


En la puerta sigue estacionado el Chevrolet Corsa granate que Jesús le habría obsequiado a la periodista. En el interior, una ensalada de papeles y efectos personales entre los que se destacan un manual de inglés, un gorrito de lana, un pendrive conectado al estéreo y una resolución de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires que reconoce a la ONG Visión 21 por el proyecto multimedial "más que un sueño, una oportunidad". En el piso se ve un ejemplar del libro El toque del maestro, de Kathryn Johanna Kuhlman, una cristiana protestante estadounidense que en 1935 se juntó con un elegante predicador llamado Burroughs Waltrip. Este no le había dicho que ya tenía una esposa y dos hijos, a quienes terminó abandonando. Años más tarde, Kuhlman mostraría su arrepentimiento por la relación.


La pareja tuvo ayer su primera jornada de visitas a la sombra. Ella prepara un manuscrito con lo que será su declaración testimonial y en el que dirá que a la víctima "le gustaba" todo lo que la pareja le hacía. También argumentará que la mujer que estuvo tres meses cautiva de ellos –comiendo salteado alimento para perro con material fecal– les pedía que la filmaran por gusto, nomás. Esos serían parte de los postulados que la pareja detenida sostendrá ante la fiscal del caso.


Mientras tanto, Olivera siente temor por su compañero de celda, un hombre acusado de violación con el cual casi no cruza palabra. Él y Fanny juegan el dilema del prisionero: una encrucijada que muestra que dos personas pueden no cooperar incluso si en ello va el interés de ambas. Una partida en la cual confesar es una estrategia dominante para ambos jugadores. Habrá que ver quién lo hace primero.

 

 

 

Fuente: Tiempo Argentino

18 de noviembre de 2012

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