Tesoros y naufragios que esconde el Río de la Plata

El espejo de agua más ancho del mundo guarda secretos que desvelan a los más intrépidos.

 

Su nombre hace pensar que se trata de aguas brillantes y blanquecinas, sin embargo, el Río de la Plata es oscuro y turbulento y, por eso, misterioso y discreto. No se puede ver qué hay debajo de la superficie, pero sabemos que guarda secretos de la historia que han quedado enterrados, sepultados, hundidos y custodiados por sus aguas. A sólo metros de la civilización, de los edificios torre, los boliches más top, el aeroparque y los carritos de la Costanera, se encuentran rastros de lo que la ciudad supo ser, de las costumbres que se tenían hace siglos y hasta de la cotidianidad de aquella época.

“En el río de la Plata se encuentran cerca de 2.000 barcos hundidos, de los cuales hay, aproximadamente, 15 con tesoros. Los demás pueden tener, pero no se sabe”, asegura Rubén Collado, buscador de tesoros rioplatenses. Es argentino de nacimiento, pero vive y trabaja en Uruguay, porque las costas orientales son las que hospedan a la mayor cantidad naufragios y los que tenían tesoros más acaudalados. Para entender lo que es buscar barcos hundidos en estas aguas hay que borrar de la mente películas como Piratas del Caribe o Amor y tesoro. Acá no basta zambullirse con un snorkel para poder recorrer los recovecos de los naufragios hundidos en un mar cristalino. Los buzos trabajan casi a ciegas por la oscuridad del agua, guiándose con “magnetómetros protónicos” que los guían hacia los objetos de metal.

 

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“Son aguas turbias y no hay tipos de luz que puedan iluminar. Arriba de la cubierta de los naufragios suele haber de dos a cuatro metros de fango. Los detectamos con sonares y colocamos cilindros para tratar de entrar a la zona, con dragas, los buzos lo hacen a ciegas. En el caso de Colonia, la corriente es tan fuerte que a los buzos los lastramos con 18 kilos de plomo. En Montevideo usamos ocho kilos”, describe Rubén Collado.

Además, no había muchos Jack Sparrow recorriendo estas latitudes y menos cerca de Buenos Aires. “Este es un lugar donde hubo muchos hundimientos, es un río complicado que se cobró la vida de muchos barcos. Pero no hay ninguna situación tan particular como en otros lugares con barcos famosos con cargas valiosas. Era una zona marginal en el siglo XVIII”, explica Pablo García Cano, arqueólogo subacuático.

Los cimientos de la historia

 

Los planos estaban listos, las directivas dadas y los operarios en el terreno para trabajar. La retroexcavadora comenzó con los trabajos como de costumbre para preparar el terreno para los cimientos de la torre ZenCity en el Dique 3 de Puerto Madero, pero la máquina golpeó algo demasiado duro para ser sólo tierra. Se trataba del lomo de un cañón y después empezaron a aparecer objetos extraños. Así que el director de obra dio aviso a las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y se comenzó un trabajo consensuado para rescatar al navío del siglo XVIII, que estaba enterrado ahí. Esto pasó el 28 de diciembre de 2008 y hoy los objetos del barco se pueden apreciar en la muestra “Los misterios de un naufragio en el Río de la Plata”, en el Espacio Virrey Liniers.

 

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“Como hallazgo arqueológico es sin dudas el más importante de toda la historia de la Ciudad de Buenos Aires. Se trata de un barco español y es el primer descubrimiento de estas características. Como es una embarcación comercial y no de guerra, su análisis permite saber cómo vivían en esa época, qué usaban y hasta qué comían. Se encontraron restos de la carga que llevaba y había alimentos, como restos de unos carozos de aceitunas”, comenta Pablo García Cano, quien encabezó el proyecto junto con su colega Mónica Valentini y un equipo formado por Patrimonio Cultural.

En total llevó un año y dos meses recuperar los objetos y desenterrar el barco para transportarlo hacia otro lugar. En toda América latina no se ha hecho un trabajo con estas características. Se recuperaron cuatro cañones, gran cantidad de botijas enteras y fragmentadas, objetos de uso cotidiano como pipas, utensilios de labranza y personales que formaban parte de la carga. También se hallaron elementos de fijación, clavos, tachuelas y pernos de ligazón.


Entre los tesoros de la embarcación mercante había una colección completa de cerámicas comunes del siglo XVIII, que se usaban en las terrazas de los hogares. “El valor es enorme, ya que es la segunda única colección en el mundo de estas cerámicas. La otra colección está en un sitio arqueológico en Cuba”, asegura García Cano.


El arqueólogo portuario Marcelo Weisser también formó parte de este proyecto que lleva tres años y medio de desarrollo, a partir del cual se montó oficialmente un laboratorio de análisis. Weisser estudia la costa desde mediados de los ’90, cuando comenzaron a hacer excavaciones, estudiando la parte indígena y colonial de Buenos Aires, sobre todo en la parte del Riachuelo. “Desde un principio teníamos como objetivo explicar la transformación topomorfológica y la relación con el puerto, el contacto entre la ciudad y el agua”, explica, y coincide en que el navío encontrado en Puerto Madero es el mayor hallazgo arqueológico de la zona.

Tesoros orientales

 

Al otro lado del río, las cosas son diferentes. Hace 27 años, el argentino Rubén Collado “cruzó el charco” con el objetivo de buscar el galeón “Aurora”, que se suponía que tenía 70 toneladas de lingotes de plata. Las primeras noticias de este naufragio las tuvo Collado en 1968, en el Centro de Actividades Submarinas, cuando un joven contó la historia del barco. Pero pasaron varios años hasta que se decidió a reunir la información y salir a la búsqueda del galeón. La expedición no tuvo el resultado que se esperaba, y el barco sigue hundido en el puerto de Montevideo. Pero eso no lo hizo desistir, y se propuso seguir buscando debajo de la superficie del río de la Plata. “Fuimos los que destapamos la ‘caja de Pandora’, sacando a luz la historia desde el fondo del río de la Plata”, dice Collado.

Después de la experiencia del Aurora, él y su equipo encontraron dos barcos españoles, “Nuestra Señora del Loreto” y “La Visitación”, que traían mercurio líquido, también llamado quicksilver o plata líquida. Muy cerca también estaba el “Burford”, un naufragio del que casi no hay datos, aunque se sabe que se hundió antes de que se fundara la ciudad de Montevideo. Otro hallazgo de gran importancia fue el “Lord Clive”, una embarcación que no era de la corona británica sino que pertenecía a la Companía de Indias (contra la que lucha Jack Sparrow en Piratas del Caribe). Esta compañía se fundó en 1600 y duró hasta 1858, tenía la particularidad de contar con una flota propia y un ejército propios, jueces y leyes propias, además de la autorización del gobierno inglés para formar ciudades y fortalezas, los permisos de las rutas comerciales.

 

“El ‘Lord Clive’ encabezó una flota de barcos mercantes, todos fuertemente artillados, que venían a aprovisionarse con sus aliados portugueses en Colonia del Sacramento, y que al llegar a esta ciudad se encontraron con que estaba tomada por los españoles”, cuenta Collado. En cuatro horas fueron abatidos y la embarcación naufragó el 6 de enero de 1763. En su interior todavía están las 100 mil monedas de oro que transportaba. Está hundido a 350 metros de la costa oriental, a seis metros de profundidad y tapado por piedras de la muralla de Colonia.

Río del oro

 

En 1992 llegó el turno del rescate de “Nuestra Señora de la Luz”, que tenía cuatro mil monedas de oro, 70 lingotes de oro, gran cantidad de petacas de oro y miles de monedas de plata. “Este estuario fue testigo del pasaje de exploradores, comerciantes, corsarios, piratas, militares y hasta de contrabandistas. Todos ellos, en mayor o en menor medida, movidos por la ambición del oro”, asegura Collado. En 1749 se fundó la Casa de la Moneda de Chile y las que se fabricaban llegaban por tierra a Buenos Aires y luego pasaban al puerto de Montevideo. En los primeros tres años se hicieron 70 mil y se transportaban en “Nuestra Señora de la Luz”, que era una embarcación de origen portugués, pero de bandera española. Al intentar zarpar, se vieron envueltos en un violento temporal. Al otro día no había ni rastros. En esa época, los buzos de pecho recuperaron parte de la carga.

Antes que restringieran los permisos, los contratos eran así: el país autorizaba la exploración y los buscadores financiaban las exploraciones; una vez encontrado el tesoro se repartía mitad y mitad. En el caso de “Nuestra Señora de la Luz”, lo encontrado se remató en la casa Sotheby’s. Algunas de las monedas de oro hechas a mano se vendieron por un valor de 18 mil dólares y la más linda de las petacas de oro alcanzó los 80 mil dólares. Con lo recaudado, el gobierno uruguayo hizo la escuela Liceo Nº2 de San Carlos, de Punta del Este.

 

14 de noviembre de 2012

FUENTE: Revista 7 Días

 

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