El Cuervo dejó su huella

Viggo contó a 24CON sus anécdotas de pesca en Tigre

El yanqui más argentino asistió a la conferencia de "Todos tenemos un plan", que protagoniza por partida doble. 24CON estuvo con los actores, que dieron detalles del film. Mirá el trailer.

Por Leticia Leibelt

Nació en Manhattan, pero es más argentino que el dulce de leche y más “Cuervo” que Marcelo Tinelli y el Bambino Veira juntos. Por eso, era cuestión de tiempo para que Viggo Mortensen se decidiera a formar parte de una película de producción nacional. Y con “Todos tenemos un plan” lo hizo a lo grande: no sólo tuvo el papel protagónico, sino que además lo encaró por partida doble, poniéndose en la piel de dos hermanos gemelos.


La ópera prima cinematográfica de Ana Piterbarg – responsable de tiras televisivas como “Campeones” y “Malandras” – se estrena en las salas locales el jueves 30 de agosto. Fue producida en conjunto por el Incaa, Telefé, Fox y empresas españolas y alemanas, todos encabezados por Vanessa Ragone, Axel Kuschevatsky y gran parte del equipo que tuvo a su cargo ni más ni menos que “El secreto de sus ojos”. 


La historia se centra en Agustín (Mortensen), un médico desesperado por abandonar su vida en Buenos Aires tal como la conoce. Después de la muerte de Pedro, su gemelo, asume su identidad  y vuelve al Delta de Tigre, donde ambos pasaron sus infancias. Sin embargo, poco después de su regreso, Agustín se ve involuntariamente implicado en el peligroso mundo criminal del que su hermano había formado parte, escudado en un negocio de apicultura y venta de miel artesanal.


“Pensaba que sería lindo rodar en Argentina. Antes tuve propuestas y nunca pude concretarlas, o no me gustaban los guiones. Acá, todo salió bien. ¡Cómo me gustaron los argentinos! ¡Mucho!”, dice Viggo, orgulloso, durante la conferencia de prensa en el shopping Abasto, junto a sus compañeros de elenco Soledad Villamil, Sofía Gala Castiglione, Daniel Fanego y la propia directora y guionista.


Acostumbrado a las grandes producciones de Hollywood, pero también volcado en ocasiones al cine independiente, el “yanqui-argento” asegura que “no hay tanta diferencia” entre ambos mundos para un actor como él. “Lo que importa es el ejemplo que da el director. Acá, el elenco y el equipo no pudieron haber sido mejores. Tuvimos suerte, y cuando hay suerte, hay que aprovecharla”, elogia sobre Piterbarg y sus colegas.


En cuanto a la comparación entre hacer cine en Argentina y hacerlo en el Norte, señala: “No llegué a ninguna conclusión sobre eso. Nunca se alcanza la respuesta definitiva a cómo hacer las cosas. Muchos hablan de los actores ‘de método’ y yo digo: ¿Qué es eso? Es un plan para hacer algo. Y, en ese sentido, hay tantos métodos como actores y personajes. Cuando la cosa va bien, como acá, es lo más fácil del mundo”, sostiene.


El “gancho” indiscutible de la película es ver a Viggo hablando en castellano y con tonada rioplatense durante casi dos horas. Antes, en “Alatriste”, había hecho un protagónico en este idioma, pero con acento español. “Por crianza, hacer de argentino fue más fácil”, aclara el actor, que vivió hasta los 11 años en nuestro país. “Pero hay matices sutiles entre los dos hermanos. El ritmo y el vocabulario marcan una diferencia”.


Sobre su forma de preparar a los personajes, explica: “Siempre trato de preguntarme qué pasó con esa persona desde la cuna hasta la primera página del guión. En este caso, lo hice por dos. Ambos tuvieron una crianza similar, pero desde dos puntos de vista distintos. Y, a diferencia de su hermano, Agustín se hizo médico y cumplió lo que todos esperaban de él. Después, hizo lo mismo que yo hago como actor: armar una mentira y creérmela. Si uno se lo cree, el espectador también. Agustín, al mentir, llega mucho más cerca de la verdad, que de otra forma no hubiera sabido nunca”, anticipa.


Aunque, durante la conferencia, Viggo batió un récord personal sin mencionar ni una sola vez a su querido San Lorenzo, el tema surgió por culpa del gorro de lana azul, con una franja roja, que lleva puesto durante toda la película. Sin embargo, sin inmutarse, él lo defendió bromeando que “era necesario, porque hacía frío”. Como si esto fuera poco, sobre la solapa de su elegante saco gris, llevaba en ese momento su infaltable pin con el escudo del Ciclón.   


¿Cómo fue la experiencia de filmar en el Delta de Tigre? ¿Conociste el lugar durante los años que viviste acá?, preguntó 24CON.


Había visitado Tigre en los años ’60, mi memoria de la ciudad era otra. No estaba modernizada como ahora. Creo recordar que la estación era diferente: el tren hacía una curva y llegaba casi al agua. Era todo más viejo, un pueblo grande. Mi memoria del lugar era que había pescado un poco ahí. Había un matrimonio de unos 60 años, los Andersen, daneses como mi padre, que vivían en la zona. Y, de vez en cuando, íbamos con mis hermanos en tren, y nos llevaban a pescar por el muelle. Me acuerdo que era todo muy verde y ahora, rodando en invierno, fue todo muy diferente. A mí me gusta el campo, el agua y pescar, así que fue divertido. Me gustó mucho estar ahí y me ayudó haberme quedado en el lugar, para ahorrar muchas horas de micro. Me quedé ahí salvo los últimos días, que rodamos los interiores en San Telmo.


Viggo al cuadrado


Uno de los grandes desafíos de “Todos tenemos un plan” fueron las escenas que muestran a los dos hermanos juntos, en el departamento que Agustín comparte con su mujer, encarnada por Villamil. La directora atribuye el éxito de las tomas al director de fotografía, Lucio Bonelli, y al trabajo de posproducción, que se realizó en España.


“Usamos un doble de cuerpo. Fueron días en los que tuvimos que concentrarnos muchísimo, para imaginar cómo iba a ser la secuencia. Pero tratamos que la historia no pase únicamente por mostrar el logro técnico, el artificio”, destaca Piterbarg, que conoció a Mortensen de casualidad, en la puerta del club San Lorenzo, al año de tener listo el guión definitivo.


“Para concretar la película, tuve todo juntito y sin tiempo. Fue un acto de valentía muy grande. Viggo no me conocía y se animó a ponerse al frente. Todo se trata de creer, tener la responsabilidad y llevarla adelante”, asegura, y comenta que la historia “se planta sobre el género de cine negro y suspenso, pero desde un costado más incómodo, que permite una desconstrucción”.


En cuanto a la temática, sostiene: “La búsqueda de la identidad y de cómo moldearla está presente en todos los campos. Se trata de las elecciones de vida, y de cómo lo que parece hermoso puede no serlo en realidad”.


Las bellas y la bestia


“Yo le dije a Ana que no era para este papel, porque soy muy urbano. Hasta le di una lista de actores que podían hacerlo mejor que yo. Pero ella estaba muy convencida. Al principio, Adrián era mucho menos ‘digerible’, hubo una tarea de reconstrucción”, explica Fanego sobre su personaje, el auténtico villano de la historia, que impulsa a Pedro y luego a su hermano, Agustín, por el camino de la criminalidad.


“Ser villano es una experiencia en sí misma. Y éste tiene una condición extraña, al estar insertado en el territorio de la costa del Delta. Es mañosamente inteligente y pasa de perseguidor a perseguido. Es un ‘monstruito’ muy lejano a mí”, dice, al tiempo que define a Viggo como “un extraordinario compañero de trabajo”.


Escena del film: Viggo con su gorro de San Lorenzo y Sofía con el peinado que odió.
La que se llevó la parte más difícil fue quizás Sofía Gala. No sólo por su papel en sí – el coprotagónico junto a Mortensen –, sino por cuestiones más triviales. “El corte de pelo del personaje era re ‘depre’. Me volví bastante loca con esta isleña, de mucha polera y mucho jean ajustado. Ahora ya estoy bien”, bromea la hija de Moria Casán que, además, tuvo que aprender a remar y a hacer apicultura, ya que los botes y las abejas son partes centrales del argumento.


Sin embargo, no todo fue tan traumático. “Trabajar con estos compañeros fue una experiencia de crecimiento, me hizo crecer mucho. Aparte, Rosa se expresa más con los gestos que con el habla, y eso ya de por sí es un desafío”, asegura, y deja en claro sus similitudes con el personaje: “Yo también soy  muy romántica. Ahora que me casé, espero que me quieran para toda la vida”.


Villamil, por su parte, se interesó en el proyecto por “la mirada subjetiva y muy poco convencional que le dio Ana al guión. Los personajes no tienen una sola cara, muestran y ocultan, y así la actuación se hace poco lineal. En mi caso, Claudia cree que tiene la vida controlada, y su marido (Agustín) le hace ver a la fuerza que no. Allí ocurre una transformación”, indica.


Al momento de hablar de su colega extranjero, expresó: “Saber que iba a estar me generó una gran ilusión. Lo admiro mucho como actor y aparte es muy guapo. Lo que me impactó es la extraña familiaridad que sentí inmediatamente. Lo puedo seguir llenando de halagos, pero sé que a él no le gusta mucho”, cerró, mientras Viggo se hacía el distraído.

 

 

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