"Todos ustedes están de la gorra"

Por Ángeles López

Todavía es un niño. Se lo puede ver en sus manos que no pueden estar quietas, en el pie que zapatea inconscientemente en el mismo lugar, en las marcas del acné que recién aparecen. Pero sus ojos asustan. No son siquiera los de un adulto: son los de un anciano. Están agobiados, vidriosos, oscuros. Ojos que no quieren ver porque están acostumbrados a estar cerrados.

- Acá están todos de la gorra. Dice. Y escupe al suelo.

Un grupo de chicos toma mate alrededor de un limonero, apenas hablan entre ellos, cada uno concentrado en sus pensamientos. Pero uno lo mira y le dice:
-  Acá no usamos léxico. No hablamos así
- ¿Qué es léxico? Pregunta por preguntar el joven, sin mucho interés por saber, porque en realidad nada le importa demasiado. Sólo quiere que sus padres (que están en la llamada “entrevista de admisión”) terminen el trámite e irse.


- Yo me dejo de drogar cuando quiero. Pero me joden con llevarme a un juez y yo no quiero problemas con la gorra. Mis viejos son unos ortivas, dice. Y ustedes ´tan todos locos…


-Aca te vas a sentir mejor –dice uno, un par, casi su misma edad, pero con ojos limpios.

-Ah si? Tan locos ustedes –repite, como un mantra-. Todos locos. ¿Qué me van a hacer, a ver? ¿Qué hacen acá?


Entonces uno de la comunidad se levanta, deja el mate y lo toma por el cuello. El pibe se estremece. El más grande lo abraza fuerte y le dice:


-Esto hacemos, ves? Esto. Te damos afecto. Acá lo que hacemos es quererte.

Es así.


En Ser Humano el cariño está antes que todo. “Dame un afecto” es una orden, una necesidad, una condición y un servicio de todos los que entran ahí. Buscan lo que no tuvieron. O lo que tuvieron y no supieron ver. Para los que han pasado noches en una plaza consumiendo, o se han perdido en los laberintos de una villa buscando pasta base, o han robado para comprar cocaína berreta o pastillas intoxicantes, un abrazo es más difícil que cualquier otro gesto.


Después del abrazo viene lo demás: el límite, el reglamento, los grupos, la terapia –infaltable- las locuras del director y la actitud maternal de la operadora que con solo 28 años es la “mamá” de todos ellos. Y de los padres también.


Porque detrás de cada uno de ellos hay una historia que desmadejar, que duele hasta los dientes pero purifica. La droga es un tejido necrósico que se instaló en los huesos, la sangre y el alma de las familias que llegan a Ser Humano. Con paciencia oriental, como si estuvieran diseñando un origami del alma, ellos abren y desarman y vuelven a plegar los vèrtices de las historias.


Despues la droga comienza a ser un recuerdo del pasado. Incluso en las recaídas –que las hay- existe la certificación de que se está avanzando. La clave es encontrar el lugar exacto en el que hubo tinieblas para que se encienda la luz de la esperanza. El tema es tocar donde duele para comenzar a sanar. La droga es apenas la niebla que tapa la enfermedad.
David y Jesica son dos faros que van difuminando esa niebla.


Incansables, tozudos, enérgicos y comprometidos. Es verdad, parece que están "de la gorra". Son los primeros que llegan, los últimos que se van, sostienen, gritan, cantan, buscan la murga, llevan sus hijas, se esfuerzan, no se cansan. Son los primeros que aprendieron y los que enseñan y demuestran que todas las personas, en algún momento de su vida, descubren que son seres humanos. Seres capaces de abrazar.

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