El desgarrador relato de una testigo que compartió cautiverio con Marita Verón
La mujer dio detalles de cómo se conocieron en el prostíbulo riojano. Los hijos no deseados de Verón, las vejaciones que sufrieron y el pacto entre ambas.
El caso de Marita Verón aún estremece a los argentinos y el juicio contra los acusados de haberla sometido a una red de trata de personas, avanza con nuevos testimonios. Uno de estos es el de Andrea Romero, quien alega haber estado secuestrada con Verón en un prostíbulo de La Rioja.
“Se acercó, me aflojó las ataduras de las muñecas, me preguntó cómo me llamaba y me dijo que hiciera lo que me pedían porque ahí no se jodía: se dio vuelta y me dejó entrever cómo estaba lastimada en la espalda y la oreja”, contó Romero en el juicio oral; según recogió Clarin.com.ar.
La testigo aseguró haber visto además en ese lugar a Rubén “La Chancha” Ale, quien no está imputado en la causa pero ya fue mencionado por otros testigos. “Lo vi cuando trajo una ‘camada’, así le llamaban ellos, de chicas de Foz de Iguazú”, afirmó Andrea.
La testigo comenzó su relato remontándose “diez años atrás”, cuando tenía 14 años y emprendió un viaje a Santa Rosa, La Pampa, con Miriam, una amiga. Allí conocieron a una chica que las llevó a La Rioja, donde les presentó a una tal Laura y a un tal Ricardo, apodado “el tumbero”, quienes las “vendieron” sin que ellas supieran al prostíbulo “Candy”.
En ese lugar las retuvieron por la fuerza, las amenazaron (“Para nosotros no es nada desaparecer una piba”, le dijeron), las golpearon y las separaron, contó Andrea.
Les daban con las comidas pastillas que las “dejaban mareadas todo el día” y tenían “prohibido ver la luz del sol”, dijo.
A ella, narró, la sometieron incluso a un simulacro de ahorcamiento: la pararon sobre una silla, le pusieron una soga al cuello y dijeron que patearían la silla. Luego, la encerraron “en un cuarto con una chica aparentemente fallecida”.
Andrea describió prolijamente el funcionamiento de “Candy” e identificó como su dueña a la acusada Liliana Medina, quien era secundada por sus hijos José “Chenga” Gómez y Gonzalo “Chenguita” Gómez, también imputados. Medina obligaba a las chicas a participar en rituales que incluían frotarse los cuerpos con hierbas y sacrificios de animales, aseveró.
El lugar, indicó, era manejado por hombres armados y mujeres a los que había que tratar de “Don” o “Doña”. Entre ellos nombró y retrató a “Doña Patricia”, la “administradora”, “Doña Claudia”, la “encargada de las chicas”, y “Don Alejandro”, el hombre que la ató y le pegó un puñetazo en la cara “por no hacer caso”. Los “dones” administraban la droga, cocaína y marihuana, para las “alternadoras” y los clientes. Estos últimos solían ser gente limpia y bien vestida, “de traje”, añadió.
La continuidad del juicio
El testimonio de Andrea, una testigo protegida, no estaba previsto para ayer, lo que motivó planteos previos de los defensores de varios de los trece imputados. Reclamaron que se respetase el cronograma preestablecido y objetaron la disposición del tribunal –que ubicó a los imputados a espaldas de la testigo, para preservarla– como un obstáculo para el ejercicio de la defensa.
“Sabemos que esta testigo miente, por eso queremos que los imputados estén sentados frente a ella”, dijo el abogado cordobés Jorge Cáceres, defensor de “Chenga” Gómez.
El propio “Chenga” habló y, al borde de las lágrimas, pidió que los dejasen “estar al lado de nuestro abogados”. El tribunal rechazó los planteos, ante lo cual “Chenga” y su hermano Gonzalo optaron por retirarse a una sala contigua. Al salir, “Chenga” le habría amenazado a uno de los abogados de la querella, según denunció José D’Antona, otro de los representantes.