La fe movilizó a 40 mil porteños en el Vía Crucis
El cardenal Bergoglio encabezó la ceremonia.
Una multitud participó esta noche a lo largo de la Avenida de Mayo del tradicional Vía Crucis de la Ciudad, que por décimo año consecutivo evocó la pasión y muerte de Jesucristo en la cruz.
Los fieles, con velas encendidas en sus manos, caminaron a paso lento por la tradicional arteria porteña, donde se recrearon las estaciones de la vía dolorosa, y al llegar a la Plaza de Mayo escucharon un mensaje del cardenal Jorge Bergoglio.
"Cerca de 40.000 personas participaron de este encuentro emotivo, de reflexión, signado por la fe y la unión", dijeron voceros de la Asociación Amigos de la Avenida de Mayo, a cargo de la organización junto con el Arzobispado de Buenos Aires.
El purpurado porteño no encabezó la procesión, sino que prefirió caminar junto a la feligresía, en su mayoría jóvenes y familias con hijos.
El Vía Crucis se inició con la representación de la condena a muerte de Jesús sobre una tarima levantada en la Plaza Lorea, próxima al Congreso, después de una meditación del obispo auxiliar porteño, monseñor Eduardo García.
Los fieles fueron precedidos por la imagen del Cristo del Buen Amor, una talla de poco más de 1,80 metros realizada en cedro libanés por el artista sevillano Luis Alvarez Duarte, también conocida como el Cristo de los Futbolistas.
También por la Cruz Procesional, de 15 metros de largo y 130 kilogramos de peso, que fue llevada como "una expresión de solidaridad a Jesús y muestra de sacrificio", dijeron los organizadores, y una imagen de la Virgen Dolorosa realizada en 1870.
En tanto, un grupo de jóvenes transportó otra cruz, como símbolo de "su papel en la construcción del futuro y en el fortalecimiento de la fe del pueblo argentino", se explicó.
Al llegar a Plaza de Mayo, los fieles fueron testigos de la representación de la crucifixión de Jesús, teatralizada por un grupo de actores.
Bergoglio dijo allí unas palabras acompañado por representantes de las comunidades extranjeras que viven en el país. "Fue para simbolizar la universalidad del sacrificio de Jesús", indicaron los organizadores.
En un marco de gran solemnidad se realizó luego la ceremonia simbólica del entierro de Jesús, cuyo imagen fue llevaba después en medio de un pasillo de velas hasta el templo porteño, donde fue recibida por Bergoglio y depositada junto al altar mayor para su veneración.
6 de abril de 2012