Patovica le rompió la cara y estuvo casi un mes sin abrir los ojos

El empleado de un Bar de Moreno lo molió a palos pese a estar inconsciente. A su amigo, le partió una silla en la cabeza. "Si agarra a otra persona la puede matar", explicó a 24CON.

Así quedó Sergio Almirón (33) después del brutal ataque 
Estuvo tres semanas sin poder abrir los ojos por los golpes que recibió. En ese tiempo soportó constantes dolores en la cabeza, fractura de nariz y órbita ocular y moretones en todo el cuerpo. Cuando bajó la inflamación y se miró al espejo, descubrió que su cara ya no era su cara. Estaba desfigurado.  “Esto me cambió la vida totalmente”, explicó a 24CON Sergio Almirón (33), un panadero de Merlo que todavía lleva las marcas de la violencia en el rostro.


A dos meses de la brutal agresión que sufrió por parte de un empleado de seguridad del bar “El trébol” de Moreno, no pasa un día sin que conviva con las secuelas físicas que le dejaron los golpes en su cuerpo. Por eso hoy busca en la justicia que el ataque no quede impune. Mientras tanto, el acusado sigue libre y trabaja en el mismo lugar. ¿Qué pasó aquella noche?


“Volvíamos de San Miguel con mi amigo Francisco (Giménez, de 19 años). Una pareja amiga me llama por teléfono y me dicen que estaban ahí jugando al pool y pasamos”, recordó Sergio. Ya habían ido varias veces al bar “El trébol” –en pleno centro de Moreno, a tres cuadras de la estación- e incluso algunos de los mozos del lugar ya lo conocían de vista.


Su amigo Francisco Giménez (19) también resultó herido 
En un momento, Sergio recibió una llamada y salió al estacionamiento para hablar por radio. Cuando volvió a entrar al bar, se apoyó en una de las mesas para esperar que su amigo termine de jugar al pool. Entonces se acercó su atacante. “Me dijo que no se podía estar sentado en las mesas, le aclaré que estaba apoyado, pero si le molestaba me iba. Como no lo conocía, le pregunté si era del lugar y me dijo que era ‘patovica’ de ahí. Entonces me di vuelta para salir, le hice una seña a Francisco para que nos vayamos –ya estaba con las llaves de la camioneta en la mano- y ahí sentí el golpe por la espalda y después de eso nada más”, recordó Sergio.


Violencia sin límites


El certero impacto lo hizo caer inconsciente. Sin embargo, el patovica siguió con los golpes y hasta lo apoyó contra una de las mesas de pool para continuar con la agresión. Al ver esto, Francisco corrió para socorrerlo pero el agresor le pegó con una de las sillas en la cabeza, lo que le produjo un profundo corte en la frente. Mientras tanto, la escena era seguida por otros tres empleados de seguridad que no intervinieron, salvo para sacar a los jóvenes del bar. Todo esto fue detallado a la justicia en el testimonio de Francisco Giménez y de uno de los mozos del lugar –Marcelo Gamboa-, aunque este último difiere sobre cómo se inició la agresión, ya que sostiene que los jóvenes iniciaron el conflicto.


Después de la agresión, el bar los sacó y cerró sus puertas
“Cuando me desperté estaba tirado en la vereda, sin poder abrir los ojos. Casi no podía respirar, tenía sangre por todos lados. Escuché que había dos chicas que llamaron a una ambulancia y al 911, pero la policía nunca vino. En ese momento no sabía que Francisco también estaba herido”, recordó Almirón. Tampoco sabía que lo había sacado agarrado del cinto y golpeando contra el piso, ni que su amigo perdía sangre rápidamente debido al corte en su rostro.


Una vez que fueron llevados al hospital de Moreno, debieron esperar 4 horas en la guardia para que los atendieran.  Antes de eso, Francisco alcanzó a dar aviso –aún en estado de shock- a las familias.


“Recibí un llamado de Francisco, me tomé un remís y fui para el bar. Cuando llegué, estaba todo cerrado y había una mujer de limpieza que barría las manchas de sangre de la vereda. Ella me dijo que los habían llevado al hospital”, explicó Liliana, la madre se Sergio. Al llegar, encontró a su hijo y el amigo desfigurados y con graves heridas, tal como se ve en las fotos. Fue el principio de una lucha que sigue hasta el día de hoy para tratar de atenuar las secuelas de los golpes. Incluso estuvo a punto de perder un ojo. Y todavía no puede trabajar –ambos jóvenes trabajan en una panadería- ni recuperar su vida plena.


Dos meses después la foto del documento y su rostro actual aún son diferentes
“Tengo una hija de ocho años y los primeros días le tuvimos que decir que estuve de viaje porque no podía permitir que me viera así. Cuando estuve mejor, le expliqué que papá tuvo un accidente”, cuenta Sergio y admite que hasta hoy tiene miedo de salir a la calle y que cada persona que ve que se le acerca piensa que le va a pegar. “¿Cómo le explico que papá tiene miedo?”, se preguntó.


Hasta las últimas consecuencias


La primera vez que fui a la comisaria 1ra de Moreno me dijeron textualmente “son dos borrachitos que se pelearon entre ellos”, recordó Guillermo Mendolicchio, abogado de las víctimas de la agresión. Así figura en el parte preventivo que se pasó a la fiscalía, en donde sólo se habla de lesiones a dos NN.


Incluso en la primera carátula de la investigación no se responsabilizaba a nadie por el ataque. Sin embargo, después de casi un mes y medio de que la causa no avance, nuevos elementos (como el testimonio de uno de los mozos del bar) hicieron que la investigación tome un nuevo impulso en los últimos días, sumado también a los constantes pedidos de los familiares de los jóvenes atacados.


Actualmente, el agresor –que no registraría antecedentes- está identificado y ya fue notificado del proceso judicial en su contra. Pero falta que brinden su testimonio el resto de los empleados del bar y el dueño, quienes en ningún momento se contactaron con las familias de las víctimas. “Muchos de estos casos no llegan a la nada, pero la familia de Sergio está dispuesta a que se investigue hasta las últimas consecuencias”, explicó el letrado.


Así también lo entiende Almirón. “Tengo golpes y marcas en todo el cuerpo, pero especialmente en la cabeza y el pecho. Además del labio caído y un corte en la ceja, estuve a punto de perder un ojo, porque la inflamación casi corta el músculo de la retina. Incluso veía doble y nunca me pude recuperar del todo”, explicó.


“Nada justifica la forma que me pegó. No hubo ningún motivo. Cuando fui al hospital y me dijeron que no sabían si iba a perder el ojo me agarró un ataque de nervios. Y después enterarme de que él sigue trabajando y el bar sigue abierto como si no hubiese pasado nada es una impotencia enorme”, sentenció. Esa impotencia hoy lo ayuda a buscar justicia. “No se sabe como puede reaccionar -dice-, es una bomba de tiempo, si agarra a otra persona la puede matar. La justicia sabrá que condena le dará, pero no quiero que quede impune”.


13 de abril de 2011   

 

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