Los mejores lugares para tirar la malla por la ventana

Celeste baja las escaleras de madera que se confunden entre los médanos. Acomoda su reposera junto a una roca, se pone protector, las gafas y se queda en bikini. Sus dos amigos, rosarinos como ella, se acuestan sobre una lona y hacen un gran esfuerzo para dejarse puesto el short. A su alrededor la mayoría de las personas están desnudas.

Caminan, charlan entre sí y se bañan en el mar con naturalidad. "No me provoca incomodidad y tampoco estoy observando los cuerpos. Se sienten menos prejuicios", dice.


 

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Ella pasa la tarde en Playa Escondida y descubre uno de los dos balnearios naturistas y nudistas que existen en el país [el otro es Querandí en Villa Gesell] y que está ubicado en el kilómetro 552 de la ruta 11, muy cerca de Mar del Plata. Todas las temporadas entre un 30 y un 50 por ciento del total de los turistas que optan por esta alternativa lo hicieron por primera vez. Además todas los veranos hay un incremento de gente del 20 por ciento.


"La primera temporada venían 30 personas por día y hoy hay diez veces más", cuenta Juan José Escoriza, administrador del lugar que se inauguró el 15 de febrero de 2001 bajo el concepto de playa naturista con opción desnudista. "Ambas ideas van de la mano con el respeto del entorno más allá de la vestimenta".

Desde la ruta no se distingue el balneario si no fuera por los autos estacionados. En lo alto un cartel enuncia las reglas internas. Está prohibido el uso de cámaras fotográficas, el ingreso de animales y vendedores ambulantes, jugar a la pelota y escuchar música fuerte. Además se aclara: cualquier conducta de índole sexual será motivo de expulsión. "Es normal que la gente se de un beso, pero otras actitudes no son tolerables. Las reglas son de sentido común, no podés hacer nada que no harías en otra playa", aclara Juan José.


Al avanzar por la colina se puede ver una bahía de 200 metros entre los acantilados y una pileta al reparo de las dunas verdes en la que descansa una pareja cincuentona y panzona sin ropa. Al lado una mujer disfruta una sesión de masajes en un pequeño balcón de madera. En la playa se distinguen las siluetas desnudas, una mujer sin malla chapotea con su hijo en el mar sin importarle los rollitos y dos hombres juegan a la paleta, libres de prendas.


"La primera vez que vinimos parecía el socialismo utópico, todos desnudos, de la misma forma", recuerda Claudia de su primera experiencia hace diez años en el mismo lugar. "Conocimos la playa de casualidad, estábamos buscando tranquilidad, él bajó [dice señalando a Eduardo, su marido], la vio y me dijo: 'Es muy linda la playa, pero están todos desnudos, ¿te molesta?'. 'De ninguna manera', le respondí yo. Así bajamos". El matrimonio no practica el nudismo por convicción y sólo lo hace en el verano. "Un día vine a esta playa los ví a todos desnudos y me saqué la malla. Sólo acá lo hago y no soy naturista", apunta él. "Vas caminando por los acantilados y sentís las gaviotas, el mar. Parece Adán y Eva, el hombre primitivo".


¿Qué siente la gente en este tipo de playas? Liberación. La mayor parte de las coincidencias es una sensación de bienestar. "Es agradable la idea de meterse al agua desnudo y de hacer algo no habitual. No es algo sexual porque la gente se animó a transponer el tabú de estar desnudo. Sin ropa se vivencia la playa de otra forma", dice Claudia, artista plástica que vive en San Telmo.


A pesar de que hay un aumento de consultas en materia de nudismo, la Argentina no está a la par de otros países de la región como Brasil, Chile o Venezuela. Sin embargo, muchos extranjeros optan por el turismo en las playas bonaerenses. "Coincide con el poder adquisitivo de la gente, con los cambios de divisas. Después de los '80 podíamos ir a Europa. Ahora es al revés, a los extranjeros les conviene el cambio y vienen acá", cuenta una de las fundadoras y secretaria de la Asociación para el Nudismo Naturista Argentino (Apanna), Florencia Brenner, que confirma que hay mayor pedido de información.


La playa de la diversidad. El nudismo opcional permite que las personas más pudorosas visiten el balneario sin quitarse la malla. Allí nadie está obligado a practicarlo y no será juzgado por los nudistas. "A veces cuesta destaparse, pero no me siento observada por nadie. Acá la gente está más relajada, es más natural por el paisaje. En las playas convencionales la gente mira, está más pendiente", apunta Celeste.


Está allí por Daniel que se esfuerza por no sacarse el short negro y ajustado por respeto a su amiga. Desde 2001 él llega a Playa Escondida porque comparte la filosofía de combinar naturaleza y nudismo. "La sensación de estar desnudo es de total libertad. La primera vez que vine corrí de punta a punta, se siente distinto a cuando estoy vestido".


Daniel diferencia el nudismo de los años 70, cuando se lo asociaba con el sexo, con la práctica actual. "El sexo y el nudismo son muy diferentes, lo que atrae más es la sugerencia. Acá conocés a las personas como son, no se oculta nada", dice. "En esta playa hay mucha diversidad sexual: gays, familias, grupos swingers y nadie discrimina a nadie".

 

Fuente: lanacion/com

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