Lupus y púrpura: las pestes que contagia la CEAMSE
"Muchos se mueren sin saber por qué", dicen los vecinos. Testimonios reveladores en medio de la polémica por el tratamiento de residuos impulsado por Espinoza. Exclusivo 24CON
Las primeras alertas en el cuerpo de María Inés Roldán (43) fueron en forma de moretones. El primero en el labio, después en los brazos y finalmente, un derrame grande a la altura de la cintura. En una primera visita al médico, un análisis develó que su sangre tenía pocas plaquetas y le recetaron corticoides. Pero, lejos de ser el remedio, fue el principio de su mal.
“Al tercer día comencé con un sangrado vaginal terrible, tanto que los médicos estaban convencidos de que yo me había hecho un aborto clandestino”, recordó a 24CON. Después de un bombardeo de preguntas, un nuevo análisis sanguíneo dejó en evidencia un alarmante crecimiento del problema. Finalmente, una punción de médula ósea confirmó el diagnóstico: Púrpura.
A partir de allí estuvo un mes en terapia intensiva y luego casi un año más internada. Su situación de complicó con una fibrosis pulmonar. En total, debió recibir 17 transfusiones de sangre en ese período. El único remedio fue extirparle el bazo. Hoy, vive sin medicación, aunque no puede realizar esfuerzos y debe trasladarse acompañada de oxígeno.
Y aseguró que casos como el suyo, que vive a 4 cuadras del relleno, son moneda corriente. “A la vuelta de mi casa hay una nena de 15 años con Púrpura. A tres cuadras hay una familia entera con Lupus. En la otra esquina murió un hombre de 41 años por lo mismo”, recordó.
Un tiempo atrás, 24CON conoció la historia de Angélica (60) quién llegó a González Catán en 1982 desde Wilde, escapando del relleno sanitario de Villa Domínico. No sabía que era como saltar de la sartén al fuego.
“Cuando vine, no era como ahora, recién empezaba y no se sabía que podía ser tan dañino”, aseguró la mujer. Aunque, de a poco, empezó a constatar los efectos en sus cuatro hijos. Problemas respiratorios, sarpullidos y una especie de seborrea eran moneda corriente. Lo mismo que hoy lo sufre su nieto, con infecciones en el intestino, en la piel y pulmones.
La peor parte repercutió en su propia salud. Ya lleva tres operaciones de vejiga y los médicos, al conocer el lugar donde vive, le recomendaron que se mude de forma urgente. Pero Angélica no quiere vender su casa a cualquier precio para poder irse. Prefiere resistir. “Yo fregué pisos y zócalos para comprar esta casa, ¿cómo la voy regalar?”.
“A veces, lloro de bronca y de impotencia, porque no nos merecemos vivir así”, expresó Angélica. Lamentablemente, le pasa seguido.
14 de septiembre de 2010
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