Cómo funciona la mafia de los "rompehuesos"

La similitud entre la película de Darín y el caso del "Rompehuesos". .

Sosa le amarra la parte superior del brazo y le inyecta un sedante. Lo amordaza con un pañuelo y luego, de una y sin chistar, le quiebra la pierna de un mazazo. Es de noche y con el linyera que acaba de fracturar aguarda bajo un puente. Ambos esperan el instante exacto. Justo pasa un auto, el pordiosero se lanza e impacta contra el paragolpe delantero. Grita. Cae de lleno al pavimento, arrollado por el vehículo y con su tibia rota. El accidente, ya estaba simulado.

Sosa (así a secas), es interpretado por Ricardo Darín en “Carancho”, el último film del cineasta Pablo Trapero. El personaje es un abogado que intenta recuperar su matrícula y trabaja para una organización que estafa a compañías de seguros. En breve: Recluta indigentes, les promete una suma importante de dinero, les quiebra algún hueso (pierna o brazo), y luego monta una escena de choque.

La detención del Rompehuesos

Tal como demuestra la placa introductoria al film, por los accidentes de tránsito en el país mueren 22 personas por día y alrededor de 8 mil al año. “Esto sostiene un negocio millonario en indemnizaciones”, concluye.

 

El tema reavivó la historia de José, un hombre de 58 años, conocido como el “Rompehuesos”. Es más, la coincidencia se da en las fechas: Carancho explota en las salas de cine a casi un año de su detención; y en las locaciones: el relato sucede en La Matanza.

 

Fue en la tarde del 19 de mayo cuando la policía lo detuvo en un local de comidas rápidas en Laferrere, La Matanza.    

Minutos antes, efectivos de la división Defraudaciones y Estafas de la Policía Federal habían montado un operativo y lograron agarrarlo con las manos en la maza, por suerte, no literalmente. El acusado había ido a visitar a una de sus víctimas en una sala del Hospital Paroissien de Casanova. Desde allí siguieron su huella hasta apresarlo, y luego lo pusieron a disposición del Juzgado de Instrucción Nacional Nº 37. Nunca más se supo de él.

En ese momento, los investigadores estaban convencidos que la red era organizada. El imputado no trabajaba solo, sino que existía una clara connivencia con un abogado de Capital Federal, con otros policías y con algunos médicos de hospitales públicos –especialmente de la provincia de Buenos Aires– que certificaban las lesiones.

El cerebro de la organización tenía cada detalle calculado, ya que pagaba por la complicidad entre $2000 y $3000 a los automovilistas para que se presenten a montar la escena, y unos $500 como máximo a los que se hacían pasar por damnificados. Como parte de su estrategia, también les garantizaba el resto del dinero para cuando finalice el juicio. Pero la promesa, nunca se cumplía.

 

El ojo de Trapero


En comunicación exclusiva con 24CON, el director del film, Pablo Trapero dio su punto de vista al respecto: "Ni bien terminé con Leonera (su anteúltima película) empecé a pensar una historia entre un abogado y una médica (en Carancho, ese papel lo interpreta su esposa, Martina Gusmán). La historia comienza como de amor entre estos dos personajes, pero en un universo de urgencia. Por supuesto que en el proceso de investigación fueron apareciendo varias cosas, pero verdaderamente no tuvo mucho que ver con el caso puntual del Rompehuesos, es más, recuerdo que cuando apareció esa noticia estábamos por empezar a filmar. Sí hubo varias informaciones a lo largo de estos años que se remitieron a esta 'actividad', por decirlo de alguna forma. La película no tiene esa búsqueda periodística de reconstruir un caso, pero en muchas historias se pueden encontrar esquemas similares, porque estos casos se reproducen en la realidad que nos toca vivir a todos".

 

Un montón de huesos


El negocio es millonario y no caben dudas. En los juicios por accidentes de tránsito se exigen sumas de dinero extraordinarias, aunque depende de cada caso en particular. Al respecto, Guillermo Soria, titular de Estudios Soria, una empresa de investigaciones para aseguradoras privadas, reconoció a 24CON que la indemnización varía según el daño que haya sufrido la supuesta víctima.

“Por ejemplo, se paga mucho más si el tipo de lesión producto del accidente le provocó un 20% de incapacidad a la víctima, o también en el caso que sea joven, porque tiene más expectativa de vida. Al jubilado le pagan menos, y al que tiene menos edad mucho más”, explicó.

El mismo caso, pero en los bondis

Esta modalidad de estafa ya existía a fin de los ‘90s, cuando salió a la luz un caso que repercutió más en el seno de las compañías aseguradoras que en la prensa, y que se trató de una red de estafadores que hacía sus “trabajos” en la zona de Parque Centenario, en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires. Por ese entonces, la figura del abogado Gabriel Novaro todavía no se había hecho tan popular como cuando decidió atrincherarse en su casa de Barrio Parque y tirotearse con la policía, mucho tiempo después. Es que justamente este personaje manejaba uno de los estudios jurídicos implicados.

¿Cuál era el modus operandi? La organización reclutaba jóvenes de entre 20 y 25 años, todos de bajos recursos, y les ofrecía ser parte del negocio. Algún profesional de la medicina les quebraba algún hueso, simulaban el accidente, y luego eran atendidos en el Hospital de Agudos Carlos Durand. La telaraña mafiosa también entrelazaba a policías, y a abogados de distintos estudios que firmaban las causas pero que nunca "daban la cara". Entre ellos, Novaro.

En ese caso el accidente no necesitaba de ningún automovilista. Una vez quebrados, los denunciantes ingresaban en algún colectivo porteño y simulaban haberse caído, o haber sido arrastrados por la rueda al descender de la puerta trasera. Por aquel entonces, las empresas de medios de transporte no tenían contratadas ciertas franquicias con las aseguradoras, por lo que el juicio se iniciaba con mayor impunidad.

“Había como un gestor que se responsabilizaba, pero en realidad no era el profesional. Recuerdo que se hicieron varios juicios, y los únicos que salieron perdiendo fueron las víctimas, porque fueron acusados de intento de defraudación y estafa. A los abogados nunca se los pudo vincular, ni al personal médico”, dijo el especialista.

 

En la vida real estas estafas continúan sucediendo, mientras los "Caranchos" siguen rompiendo huesos y la película de Trapero espera alcanzar este fin de semana los 200 mil espectadores.  

 

16 de mayo de 2010

 

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