Encontraron sangre en la casa de Lanatta
Cuando la causa, tras idas y vueltas, llegó a manos de Juan Ignacio Bidone, el triple crimen comenzó a desentrañarse puesto que la clave del misterio se encontraba en los celulares y el funcionario es un especialista en cruces telefónicos. Y, pese a que los homicidas intentaron despistar a los sabuesos encendiendo los celulares de los tres jóvenes camino a General Rodríguez, no lograron eludir a la sagacidad del equipo de Mercedes, que pudo determinar que los aparatos se apagaron, uno por uno, en una casa de Quilmes.
Los nombres de Lanatta, Schilacci, Peréz Corradi y Salerno, entre otros, se barajaron desde el principio, pero faltaban las pruebas y el laberinto había sido minado de errores por otros miembros de la Justicia. Bidone tenía en frente un caso destinado a perecer. Pero el fiscal hizo lo que tenía que hacer: investigó y lo hizo en serio.
Un testigo clave dio la punta (probablemente, dejando la vida en ese acto) y el candado de hierro que guardaba el secreto comenzó a agrietarse. Pero, al fin, el fiscal podía abrir la puerta de la casa donde habrían mantenido secuestrados a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina y, se estudia, si ese fue el lugar donde los ejecutaron.
La casa de Cristian Lanatta, ubicada en Videla 631 y construida “desde cero” en dos lotes de grandes dimensiones, es el centro de las miradas. En su interior, Cristian estableció un taller de autos. A los pesquisas les llamó la atención una sala presurizada donde el dueño de casa probaba motores de TC, un hueco en la pared y un tanque cisterna que había sido removido. Asimismo, a algunos miembros de la investigación los asombró la soberbia del taller: además de estar construido con materiales de calidad, cuenta con una cocina, un amplio galpón, un depósito y una sala de prueba de motores.
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