Lágrimas que van de Oruro a Ituzaingó
Benigna Josefa Mamani Condori no sabe leer. Vive en Oruro, en Bolivia y no tiene la menor idea de lo que es Internet. Lo único que aprendió es que la vida hay que soportarla con calor y trabajo. Es lo que hace desde que tiene doce años. Lo demás es puro cuento.
Ahora Benigna llora. Lágrimas duras, pero que no le impiden ver la foto de un diario. Un retrato “levantado” del diario online de la Argentina, de 24con.com. No sabe leer, pero sí sabe llorar. Y dice, entrecortadamente, que ese, el de la foto, es Clemente, su hermano.
“Es igualito a papá”, reconoce. Y acaricia el papel como si pudiera resarcir medio siglo de ausencias. Cuenta la historia, que también está en la nota. Clemente Mamani se fue de su casa a los ocho años. “Se lanzó a la aventura”, grafica Benigna, por decir que se fue para la Argentina, que huyó del duelo cuando murió su madre y del dolor de ver a su padre con otra mujer.
Lo cierto es que Clemente Mamani fue tapa de 24CON porque lo secuestraron, le ocuparon su casa (una humilde pero digna vivienda en Ituzaingó) y lo mataron. Una “mafia” de las tantas que operan en el Conurbano y que transforman en increíbles las historias más dolorosas.
Como Mamani no tenía a nadie, salvo sus tres perros y sus dos gatos, nadie reclamó por él. Y su cuerpo se enfría eternamente en la morgue de Morón porque no hay familiares que puedan retirarlo. El albañil vivió y murió solo.
Mientras desconocidos ocuparon su casa y un camión de Acción Social se llevó sus pertenencias, los vecinos denunciaron lo que había pasado y pidieron ayuda. 24CON contó su historia y publicó su foto.
Una imagen que su hermana Benigna vio más que con sus ojos, con el poder de la sangre. “Ese es mi hermano”, dijo, sin dejar de llorar ante la certeza. Le leyeron la nota, le contaron la historia. Ella nunca se imaginó que ese hermano que jamás había regresado a Bolivia ahora estuviera muerto. Y en Buenos Aires, en Ituzaingó, que para ella le sonó igual de exótico que la China.
En esta historia de vida, todas las cadenas institucionales fallaron: el consulado, la presidencia, la gobernación, la Justicia, los municipios. La casa de Mamani, la que se usurpó con sangre, está deshabitada, viniéndose abajo a fuerza de desidia y abandono. El cadáver de Mamani espera su descanso final sin pompas ni lágrimas. El crimen sigue impune. La causa no avanza ni hay intención de que lo haga. El cónsul naufragó en sus “intentos” de rastrear la familia: sostuvo que Condori y Mamani son apellidos demasiado comunes como para rastrearlos en Bolivia.
Benigna no sabe leer y su hermano ya está muerto. Pero vale la pena igual. Viajará a Buenos Aires y dará un beso tardío a su hermano. Después, Clemente tendrá su “cristiana sepultura”.
A veces la Red se deshace y se despliega. Se transforma en puente. Ahí, Internet demuestra su auténtico poder.
Ahora Benigna llora. Lágrimas duras, pero que no le impiden ver la foto de un diario. Un retrato “levantado” del diario online de la Argentina, de 24con.com. No sabe leer, pero sí sabe llorar. Y dice, entrecortadamente, que ese, el de la foto, es Clemente, su hermano.
“Es igualito a papá”, reconoce. Y acaricia el papel como si pudiera resarcir medio siglo de ausencias. Cuenta la historia, que también está en la nota. Clemente Mamani se fue de su casa a los ocho años. “Se lanzó a la aventura”, grafica Benigna, por decir que se fue para la Argentina, que huyó del duelo cuando murió su madre y del dolor de ver a su padre con otra mujer.
Lo cierto es que Clemente Mamani fue tapa de 24CON porque lo secuestraron, le ocuparon su casa (una humilde pero digna vivienda en Ituzaingó) y lo mataron. Una “mafia” de las tantas que operan en el Conurbano y que transforman en increíbles las historias más dolorosas.
Como Mamani no tenía a nadie, salvo sus tres perros y sus dos gatos, nadie reclamó por él. Y su cuerpo se enfría eternamente en la morgue de Morón porque no hay familiares que puedan retirarlo. El albañil vivió y murió solo.
Mientras desconocidos ocuparon su casa y un camión de Acción Social se llevó sus pertenencias, los vecinos denunciaron lo que había pasado y pidieron ayuda. 24CON contó su historia y publicó su foto.
Una imagen que su hermana Benigna vio más que con sus ojos, con el poder de la sangre. “Ese es mi hermano”, dijo, sin dejar de llorar ante la certeza. Le leyeron la nota, le contaron la historia. Ella nunca se imaginó que ese hermano que jamás había regresado a Bolivia ahora estuviera muerto. Y en Buenos Aires, en Ituzaingó, que para ella le sonó igual de exótico que la China.
En esta historia de vida, todas las cadenas institucionales fallaron: el consulado, la presidencia, la gobernación, la Justicia, los municipios. La casa de Mamani, la que se usurpó con sangre, está deshabitada, viniéndose abajo a fuerza de desidia y abandono. El cadáver de Mamani espera su descanso final sin pompas ni lágrimas. El crimen sigue impune. La causa no avanza ni hay intención de que lo haga. El cónsul naufragó en sus “intentos” de rastrear la familia: sostuvo que Condori y Mamani son apellidos demasiado comunes como para rastrearlos en Bolivia.
Benigna no sabe leer y su hermano ya está muerto. Pero vale la pena igual. Viajará a Buenos Aires y dará un beso tardío a su hermano. Después, Clemente tendrá su “cristiana sepultura”.
A veces la Red se deshace y se despliega. Se transforma en puente. Ahí, Internet demuestra su auténtico poder.
Direccion 24CON