Revista Siete Días
Hay que pasar este invierno
María Julia Alsogaray debe entregar a la justicia su lujoso petit hotel en el que vive en recoleta. Cómo pasa sus días la polémica ex funcionaria menemista y quiénes la defienden en forma incondicional.
![]() |
Sin embargo, la tasación que debía realizarse el jueves por la mañana, a cargo de las inmobiliarias Bullrich, D´Odorico y Cornejo Achával, no pudo realizarse ya que la ingeniera exigió que ella sólo se atendría a la cifra oficial, que había sido determinada en el año 2000.
Jorge D´Odórico, en diálogo con esta revista, contó: “Nos recibió muy gentilmente, pero sólo nos dejó estar en el lobby. Estaba con su secretaria y su sobrino y el abogado. Por lo poco que pudimos ver en la recepción el piso era de roble de Eslavonia”. Si bien conserva algunos rasgos neoclásicos de principio de siglo, la casa fue totalmente reciclada en el año 2000. Cuenta con 930 metros cuadrados cubiertos, distribuidos en 5 plantas.
De tal palo, tal astilla. Con un semblante calmo aunque con un tono altanero, Álvaro Erize, el menor de los hijos, trató de no irritarse ante la situación aunque sabe que es un golpe muy duro para su familia. “Mi madre está tranquila, serena y esperando a ver qué va a pasar. Sabíamos que esto podía llegar a suceder, ella pidió todos los recursos legales para defenderse y presentar su versión de los hechos. Pero el juzgado decidió que esto fuera así y lo va a respetar y a llevar a cabo como dice la Justicia”. Aunque por ahora la ex funcionaria menemista no sabe cuál será su nuevo hogar, la posibilidad que baraja es irse a vivir a la casa de su hijo mayor que, actualmente, reside en los Estados Unidos.
Sin asombrarse por las repercusiones en las que desembocaría este hecho, Erize quiso darle un tinte melancólico al asunto y confesó que “si pudiéramos hacer cualquier cosa para salvar esta casa, lo haríamos”. El hotel fue comprado en 1991 y es considerado para los Alsogaray el hogar “de toda la vida”. Allí se criaron, vivieron y murieron sus abuelos, pero la realidad es clara y María Julia no tiene los recursos para pagar lo que debe. Aunque un poco avergonzado y con una cuota de culpa, tal vez, Álvaro trató de “minimizar” el hecho: “no creo que seamos la excepción y no creo que la estemos pasando peor que mucha gente en la Argentina que realmente no puede enfrentar la situación actual. Por más valor emocional que tenga esta casa no es más que un bien material y hay gente que le falta mucho más. A mi madre nunca le va a faltar para comer, en eso somos afortunados”.
Fotos: Juan Vera y archivo 7 DÍAS.
Periodista