Drogas, experimentos y negocios en Open Door

Son mil pacientes cautivos de un sistema enfermo. Del autoabastecimiento al negocio puro hubo solo una decisión política. Los medicamentos que no curan, experimentan. Los enfermeros que venden drogas y la fraccionan en un consultorio.

Por L. Fernández Vivas y J. L. Gallego

Tierras fértiles en espacios poco controlados, casi mil pacientes que poco pueden quejarse, una zona liberada para hacer y deshacer a gusto y la posibilidad de llevarse toda la ganancia.

Fiados por estas premisas no pocos fueron los que aprovecharon el Hospital Neuropsiquiátrico Doctor Cabred para llevar adelante negocios algo turbios. La Colonia Open Door fue planificada para autoabastecerse, por este motivo cuenta con una extensión de tierras suficientes para criar animales de corral y sembrar cereales con los cuales alimentar a los internos, sin embargo a medida que las políticas redujeron el hospital, estas tierras fueron  propicias para ganar “algunas monedas”.

Según consta en las denuncias, la mayoría de estos hechos se produjeron durante la gestión de Ismael Passaglia, el ministro de Salud del gobierno de Solá.


Cosecharas tu siembra


El campo de siembra fue arrendado, al igual que la chanchería. El tambo que tenía la capacidad de ordeñar 16 vacas de manera simultánea fue cerrado para utilizar los campos de pastoreo. Las  74 vacas marcharon a su nuevo destino: ser entregadas a un empresario local para hacer muzzarela.

Libre de vacas, en ese terreno de más 260 hectáreas de las 600 que rodean al manicomio se plantó soja. Aprovechando el boom internacional de esta oleaginosa, la cadena nutricional de los internos cotizó menos que el negocio puro.

El hospital, claro, quedó afuera del negocio.

 Los empleados del Open Door denunciaron que las tierras fueron alquiladas a un precio mucho menor de lo que cotizan en la región, y  el rendimiento de las cosechas fue menospreciado para que el locatario pagara menos porcentaje de ganancias.

A raíz de estas y otras denuncias sobre serias irregularidades el Ministerio de Salud de la Provincia comandada por Claudio Zin, decidió a fines de abril de 2008 intervenir el hospital y terminar con las siembras. 

Aquellos mismos empleados que denunciaron el negocio afirman que quien se enriqueció con las tierras del Cabred habría sido la esposa de un ex gobernador de la provincia de Buenos Aires. También dicen que se declaraban 180 hectáreas sembradas, cuando en realidad eran 400. La última cosecha del hospital habría generado una ganancia de $400 mil y sin embargo al año siguiente, se alquiló por sólo $40 mil. Además, algunos pacientes fueron utilizados para trabajar en el lugar sin que haya sido aprobado por ningún médico y sin recibir ningún pago a cambio. Esclavitud.

 

Ante cualquier médico, consulte a su duda...

 

Pero este no fue el único negocio dentro del hospicio, más grave aún fue, durante la gestión anterior a la que actualmente maneja el nosocomio, la utilización de algunos remedios y químicos que, sin que se haya comprobado que eran mejores que los que ya se suministraban, superaban en varias veces su precio, o bien aun no estaban aprobados para su uso con seres humanos.

Medicamentos que en el mundo estaban relacionados con muerte súbita, en el Open Door los suministraban a diario. Sertindol, es el nombre del medicamento, que en la farmacia estaba 20 pesos cuando el anterior, el que se suministraba históricamente, el Alopidol, salía $1.60 y tenia los mismos resultados, sin el riesgo cardíaco.


Narcos en el Hospicio


Otro negocio dentro de Open Door pero externo a los administradores fue la venta de drogas. A principios de abril de 2008, la noticia que daba cuenta de la desarticulación de una banda de narcotraficantes que operaban directamente desde uno de los pabellones del neuropsiquiátrico, ocupó la sección de Policiales, “Dos empleados de Cabred fueron detenidos al hallarse en su poder drogas y elementos relacionados a la comercialización. Los arrestados habían montado un sistema de delivery” publicó el diario El Civismo de Luján.

Los delincuentes utilizaban uno de los pabellones poco usados para pesar, cortar y empaquetar las drogas que luego entregaban a domicilio sin que nadie se enterara, aunque algunos internos ya habían avisado esta y las anteriores irregularidades, pero ¿Quién le cree a los locos?

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