A las cuatro de la tarde, todavía salía humo de la gran olla que, después de algunas horas y varias removidas, acogía un caldoso guiso de arroz. Mientras un barra entrado en kilos con el jogging de la Selección lavaba los platos y un compañero los secaba, un grupo de unos quince hinchas disfrutaba de la sobremesa. “Sirvanse muchachos, está muy bueno”, nos invitaron. A pocos metros, una pila de varios sommiers nuevos, con su bolsa de nylon todavía puesta, esperaban por los huéspedes recién llegados a Pretoria. Así pasaron la tarde de ayer una parte de los 250 barras argentinos que están alojados en una escuela del centro de esta ciudad, en una zona con cierto aire a Constitución, rodeada de puestos callejeros, mucho tráfico y gente que viene y va.
El Christian Progressive College anuncia, sobre su entrada enrejada, un cartel que dice “Nursery, Primary, Highschool” (Guardería, primaria, secundaria). Lejos de eso, la escuela alberga desde la semana pasada, y hasta que la Selección de Maradona siga con vida en el Mundial, a los casi 250 barras bravas de más de veinte equipos de Primera y del Ascenso. La mayoría de los periodistas argentinos enviados a cubrir el Mundial, se ocuparon más de ellos que de la formación. Pero hasta ahora nadie había entrado a fondo a su bunker, un edificio viejo y venido a menos.
A media tarde, varias camionetas estacionadas en doble fila complicaron aún más el tránsito sobre la calle. En ellas llegó el último contingente de barras, casi cien, que pocas horas antes habían aterrizado en el aeropuerto de Johanesburgo, provenientes de Luanda. “Estamos liquidados después del viaje, pero esto va a ser una fiesta”, decía un hincha de Barracas Central. Desde las ventanas del edificio, el resto de los integrantes de la denominada “Hinchadas Unidas Argentinas”, daban la bienvenida a sus colegas, agitando banderas, golpeando los bombos y gritando por la Selección. Uno a uno, fueron ingresando por el angosto pasillo. En la recepción, dos policías sudafricanos vestidos de civil, les exigían que debían presentar su pasaporte y sacarse una foto, antes de subir las escaleras rumbo a las habitaciones. “Mostrale el pasaporte al ruso”, bromeaba otro de los hinchas, frente al intimidante físico del policía negro. Así, fueron pasando desde hinchas de Independiente, Colón, Los Andes, All Boys, Instituto, San Telmo, Flandria, y un largo etcétera.
En la planta baja, en un patio al fondo, está la cocina. Ahí, los barras aportan ingredientes entre todos y después cocinan. “Trajimos arroz y otras cosas de Argentina, y después juntamos algo de guita y salimos a comprar”, contó “El Tucumano”, histórico líder de la hinchada de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Con tantos inquilinos, la cocina queda chica. Por eso, para comer, se van turnando. Cosa que también hacen para lavar los platos y secar. El miércoles a la noche hubo asado y vino, “para no perder la costumbre”, agregó “El Tucumano”.
Por día, cada barra paga unos doce pesos por el alojamiento. Con eso, tienen derecho a usar las instalaciones. Les proveen colchones nuevos, frazadas (brillantes con motivos de paisajes y animales africanos) y tienen, además de la cocina, duchas con agua caliente y una sala con un plasma de más de sesenta pulgadas. En cada habitación, parecidas a pabellones de una cárcel, duermen unas quince personas. En las paredes, cuelgan carteles en español con los precios de la lavandería. Unos 5 pesos para las “camisas y remeras”, y otros diez para los “pantalones”.
Aunque en la escuela conviven más de veinte hinchadas, lo que reina entre sus integrantes es la camaradería y la buena onda. Los hinchas de Independiente se destacan sobre el resto, por la cantidad y porque son quienes se ocupan de la logística. Los agentes de la Policía Federal que viajaron al Mundial, para colaborar con sus pares sudafricanos, esperan que nada pase con el grupo de 42 barras de Boca que están instalados en Johanesburgo, y que se enorgullecen de la bandera que despliegan en la Bombonera: “No hacemos amistades”.
Ayer a la mañana, la policía sudafricana, en colaboración con cinco integrantes de la Federal, allanaron el Christian Progressive College. Los fotografiaron y les pidieron pasaporte y entradas para los partidos. “Todos tenían entradas, así que por ahora están en el marco de la ley”, contó el comisario mayor Hugo Lompizano, a cargo de los policías argentinos en Sudáfrica.
Para el partido debut del equipo de Maradona, piensan llegar al estadio con transporte alquilado, donde llevarán banderas y bombos. No habrá custodia policial durante el trayecto al estadio, pero sí estarán muy vigilados una vez en la tribuna, aclara Lompizano.
Cuando cae la noche sobre Pretoria, cerca de las seis, el centro de la ciudad se pone bastante inseguro. Mientras en la Argentina algunos medios analizan la peligrosidad de juntar a 250 barras bajo un mismo techo, ellos, no se sienten muy tranquilos. “A veces salimos a caminar, o a ver si hay alguna mina, pero la mayoría de nosotros preferimos quedarnos adentro, hay cada caripela afuera que mete miedo”, comenta un hincha de Flandria.
11 de junio de 2010