Casi 8700 kilómetros separan a las ciudades de Tucumán, en el norte argentino, y Minnesota, epicentro del crimen racial que convulsionó a Estados Unidos. Las imágenes con calles tomadas, protestas multitudinarias, destrozos y saqueos en comercios de las grandes ciudades estadounidenses dan vuelta al mundo. Es que la brutalidad policial -una vez más- genera el rechazo generalizado de la población.
El asesinato de George Floyd, un hombre afroamericano que falleció a manos de un policía blanco en Minneapolis, luego de acusarlo de intentar pagar en un comercio con un billete de 20 dólares falsos, desató toda la furia de una batalla racial que hace más de 50 años no tenía enfrentamientos tan cruentos.
Sin embargo, no hace falta ir hasta Estados Unidos para ver los delitos que comete la policía, con el uniforme y la gravedad institucional que eso implica. En Tucumán, todavía la policía debe dar explicaciones, aunque costará que cualquier motivo pueda hacer entender la innecesaria muerte de Luis Espinoza. El peón rural fue asesinado en El Melcho el viernes 15 de mayo, durante un operativo policial en plena cuarentena. Su cuerpo permaneció desaparecido durante una semana y fue hallado el 22 de mayo a 80 kilómetros de allí, justo en el límite entre las provincias de Tucumán y de Catamarca. El resultado del peritaje de la bala, que estaba en buenas condiciones, puso nombre y apellido a quien efectuó el disparo mortal: el oficial José Morales.
Además de Morales, se encuentran procesados y detenidos el subcomisario Rubén Montenegro, los sargentos René Ardiles y Víctor Salinas; los cabos Claudio Zelaya y Miriam González; el agente Esteban Rojas González, el vigía ciudadano de la comuna Sergio Santillán, además de otro civil, que sería hermano de uno de los efectivos.
EL HORROR EN CHACO
Pero, lamentablemente, no es el único. El fin de semana, una familia de la comunidad QOM fue brutalmente agredida por la policías de la comisaría Tercera de la localidad Fontana, Chaco. Los golpearon, torturaron y se los llevaron detenidos. El hecho ocurrió el sábado cuando los agentes, que ni siquiera contaban con una orden de allanamiento, ingresaron violentamente a una vivienda del Barrio Banderas Argentinas y comenzaron a pegar golpes de puño y patadas a las persona que estaban allí, entre los que se encontraban mujeres, jóvenes y menores de edad. Además les tiraron balazos con posta de goma y de plomo.
En uno de los videos, publicados por la Revista Cítrica, se puede ver a una de las chicas que cuenta entre lágrimas lo ocurrido: "'Ya les tiramos alcohol, ¿ahora quién las prende fuego?', preguntaba uno de los policías. Después entraron de vuelta y nos patearon. Eran todos hombres. Como cinco", aseguró la joven.
Pero la brutal agresión de los policías no terminó allí, se llevaron detenidos a dos hombres y a dos mujeres y una vez en estando en la comisaría fueron rociados con alcohol, bajo amenaza de prenderles fuego, al grito de "indios infectados, ustedes son unos mal acostumbrados".
Los familiares de las víctimas denunciaron la brutalidad policial, pero los agentes no tuvieron ningún castigo y siguen trabajando como si nada. Desde el INADI repudiaron el hecho y exigieron que las máximas autoridades del Ejecutivo provincial adopten las medidas necesarias para garantizar los derechos de las víctimas y llevar tranquilidad a toda la ciudadanía.
"Este procedimiento se da en un contexto de fuerte racismo, en el marco de la pandemia de Covid-19, que ya se venía denunciando desde el INADI", señaló al portal Norte, la delegada del INADI en el Chaco, Nancy Sotelo.
EL TERCERO, EN MADARIAGA
Por último, un caso más horroriza al país con los mismos protagonistas y la brutalidad policial como denominador común. Este ocurrió en General Madariaga. Fabián Andina, un reconocido vecino de esa localidad bonaerense, fue brutal y salvajemente tratado por efectivos de la fuerza, quienes lo acusaban de haber evitado el control policial que está ubicado en la puerta de su depósito.
Según consignó Central de Madariaga, en el camino sin querer pisó un cono de un operativo de control y un patrullero lo siguió hasta una estación de servicio para pedirle el permiso de circulación.
"Pasaron tres días y todavía no entiendo que pasó. Los mismos policías que me golpearon son los que veo todos los días y hasta me piden agua caliente para el mate. Tengo hijos y si no fuera porque mi mujer estaba filmando, creo que me mataban", afirmó hoy este camionero a Telefé Noticias, todavía con el ojo morado por los golpes recibidos.
Luego de ser detenido, Andina fue revisado por médicos y se comprobó que tuvo desprendimiento de retina en uno de sus dos ojos. "Cuando vi que un policía había tomado de los pelos a mi mujer, me volví loco. No entiendo porqué hicieron eso si cinco minutos antes me habían tratado con respeto", agregó el camionero.