"Hay mucha solidaridad y hay mucha bronca con el Gobierno", dice Roberto Álvarez sobre la lucha para que reincorporen a los 14 despedidos en la multinacional fabricante de parabrisas Pilkington. Experimentado en reclamos, consiguió que lo reintegren a sus tareas durante 2009, cuando quedó en la calle tras hablar en una asamblea y ahora apunta de nuevo a motivos políticos.
Acampe, petitorio en la Secretaría de Trabajo y un festival el domingo pasado con algunas de las acciones en lo que es un reclamo a largo plazo bajo el relato de un militante con experiencia. "Soy ex comisión interna de 2015 a 2017 y a mitad de año hay elecciones, como la lista que está ahora era muy patronal lo más probable era que ganáramos y nos echaron".
Roberto entró a la fábrica durante 2006 y trabaja en la sala de armados, cortando polivinil butiral (PVB), que es el plástico que va en el parabrisas, para que no se astille. A los 37 años, lleva diez e convivencia y no tiene hijos. Cuenta que se las arreglan con el fondo de huelga que armaron mediante el aporte de compañeros de Fate, Ford y del Astillero Río Santiago, entre otros.
"No tuvimos respuesta ni del sindicato (Sindicato Obrero del Vidrio y Afines, SOIVA) ni de la comisión interna", apunta y agrega: "La perspectiva que tenemos es que cuando se levante la feria salga una cautelar y metan a uno o dos, va a ser un conflicto largo".
En se sentido recuerda: "Tenemos experiencia porque ya me echaron en 2009, hicimos un plan de lucha y me reincorporaron". De aquella vez rememora que "era otra época, hacía falta producción".
"Nos echaron a 33 porque hicimos un paro por reclamos salariales. Yo era nuevo, hablé en una asamblea adelante del gremio y me limpiaron", agrega.
Del acampe, describe la gran cantidad de gestos de respaldo simbólicos y concretos: "Hay mucha solidaridad, hay mucha bronca con el Gobierno. La gente nos toca bocina, nos dejan pan, un vecino nos deja conectar la luz y nos tiró un colchón, los colectiveros nos llevan gratis".
Otro factor de cierta tranquilidad que tienen es que les depositaron la indemnización y dice que la relación con los compañeros que no despidieron es muy buena, pero ellos también temen perder el trabajo. En concreto: "Hay mucha presión de la empresa: pusieron cámaras apuntando al acampe y no se pueden acercar. Hay mucha persecución, gente de seguridad nueva que parecen policías de civil".