Una imagen posible que retrate la actividad epistolar de Cortázar, quien ejercía el género de modo ferviente, podría ser la de cientos de carteros con la lengua afuera repartiendo sobres en distintas ciudades. Además de los voluminosos tomos que recogen su correspondencia, existen aún algunas cartas inéditas, como las 80 extensas misivas que durante casi 30 años el escritor envió a su amigo Eduardo Hugo Castagnino, desde diversas partes del mundo.
Si es cierto que Cortázar entrega a partir de una muesca en la realidad todo un universo fantástico, hay que decir que sus cartas nos devuelven entre bambalinas, a un joven a zancadas por el andamiaje de sus narraciones.
Las cartas que le envía a Castagnino, van impregnadas con la respiración electrizada del joven que entra a cada uno de los asuntos con el corazón en la boca. Y por sobre todo, la génesis de algunos de sus textos, desde su inicial libro de poemas “Presencia”, pasando por borradores no publicados, hasta su novela cumbre Rayuela.
No cabe duda que Castagnino era para Cortázar un interlocutor especial con quien comparte algo más que una rutina de guiños y un tono de sorna. Porque si los separa la geografía, los reúne un estado de diálogo permanente sobre la literatura, el jazz, la música clásica, el cine, y que abarca también lo político en una cuerda que contó por años con un saludable espacio de discrepancia.
Habría que ver cómo se fue desarrollando esa amistad estrecha -Cortázar llama a su amigo: “aparcero”, “camarada”, “my dear friend”- entre un escritor cosmopolita, que pasa a residir en el exterior en una búsqueda abierta en lo estético y en lo social, y un profesor -escritor volcado a prohombres de la historia y símbolos de la nacionalidad. Como sea, a este amigo confidente (ambos cargaban la ausencia de un padre abandónico, ¿eso los acercó más?), le muestra textos cuya publicación somete a su criterio.
No hay duda que Cortázar era un “pistolero”. Descargaba su teclado en extensos monólogos, y le hacen siempre lugar al interlocutor; incluso adelantándose a sus pensamientos, o tratando de adivinar las respuestas a los interrogantes que allí mismo formula. En medio de esa excitación pasa revista a todo, como un niño al que han dejado por un instante, solo, en el centro de una inmensa juguetería. Montado en el ansia por contar, por conversar -sobre todo en escritos que envía desde hotelitos y pensiones de Bolivar y Chivilcoy- avanza con una oralidad vivaz que va tomando rango de narrativa. Por ello sus cartas son, a un tiempo, memorias, bitácora de viaje y diario personal.
El corresponsal de la línea de fuego donde se baten cuerpo a cuerpo, sueño y palabra, no deja de informar (¿compartir?) sus viajes, mientras su curiosidad va de lo cotidiano a lo filosófico, a ratos con tono crítico. En las cartas escritas por un Cortázar nómada, van tomando rango de moldura algunos asuntos que aparecen en un inicio como búsqueda exaltada, especialmente la literatura y la política. Todo articulado a la vibración que tempranamente él mismo definió en una de sus esquelas como “desesperación metafísica”. Hay tras esa grafía un Cortázar tremendamente vivo, azuzado por el entorno real y el mundo onírico, que le coloca palabras al asombro y deja respirar a los deseos.
Extraído de la revista Nómada AÑO 1 - Nº 1
Desde el 26 de octubre la Universidad Nacional de San Martín tiene su revista. Aquel día, acudieron al acto de lanzamiento muchos de los integrantes de la comunidad educativa UNSAM, además de intelectuales, periodistas, músicos y hombres y mujeres de la cultura. Fue un momento de intercambio de ideas e impresiones sobre la reciente salida a la calle de Nómada, la primera revista argentina que va de la universidad al kiosco. Entre muchos otros, se acercaron a saludar a la nueva publicación los periodistas Rogelio García Luppo, Cristina Siscar, Andrew Graham Yooll, Beatriz Seibel, Ana Bianco, Marta Vasallo, Vicente Muleiro, Daniel Calmels. También estuvieron los editores José Luis Mangieri, Modesto López y Alejandro Archain, el director de la Facultad Libre de Rosario, Fernando Peirone, y Diana Abramo de la Universidad Nacional. de Lomas de Zamora.
Los encargados de ponerle palabras a presentación fueron Carlos Ruta, rector de la UNSAM; Jorge Boccanera, poeta, periodista y director de Nómada; y los escritores y periodistas Carlos María Domínguez y Vicente Muleiro.