Policía le prestó armas a sus nietos y mataron a un pibe

Le dieron 17 años de prisión. Pasaron 3 y ya vive en su casa. La madre de la víctima habla en exclusiva.

Esta historia no es nueva. Es por eso que Alicia Vitiello ya no titubea al contarla. Desenfunda un manojo de papeles, una colección de fotos de Cristian D’Ascanio y se cuelga un prendedor con la imagen del chico que la identifica como “madre del dolor”: “A mi hijo lo mató un ex policía que estaba borracho, lo atacó a tiros junto con sus dos nietos menores a la salida de un cumpleaños y ahora está libre”.

 

Alicia tuvo que poner la otra mejilla y continuar. A los dos años del crimen murió su marido a causa de agrandamiento de corazón. Fue provocado, según ella, “por el stress y el sufrimiento” que le generó la pérdida. Con todo, logró llegar a juicio con el asesino de su hijo.


Cristian fue ultimado de un balazo en la cabeza en la madrugada del 9 de marzo de 2003. Sucedió en la puerta de la sociedad de fomento que quedaba a diez cuadras de su domicilio en Moreno, donde una amiga festejaba sus 15. Más tarde, las pericias ratificarán que el tiro salió del revólver calibre 22 de un ex suboficial de la bonaerense: Juan Santos Álvarez (63) disparó a mansalva contra los invitados porque no habían dejado entrar al cumpleaños a sus dos nietos, Miguel Eduardo y “Machi” (de entonces 15 y 16 años respectivamente quienes, según los testigos, también abrieron fuego con las armas que les prestó su abuelo).

El uniformado fue condenado en 2006 a 17 años de cárcel por tentativa de homicidio y liberado a sólo tres (12/2009) luego de un hábeas corpus donde se lo definió como enfermo con daño renal e hipertenso que “necesita tratamiento”. Casación cambió la carátula a homicidio simple. Se mudó en cuatro ocasiones y la familia de la víctima pide desde hace meses “que se verifique si realmente está y estuvo en esos domicilios, pero no tenemos respuesta”, relató a 24CON la abogada Verónica Balmaceda.

Machi y Miguel nunca fueron procesados porque no se pudo comprobar su complicidad.

Trágica noche de nietos armados

Dieciséis días de terapia intensiva. D’Ascanio no resistió y falleció en el hospital Mariano y Luciano de la Vega. En ese lapso, Álvarez fue detenido y puesto en libertad por falta de mérito. Se dedicó, según declaró un marino mercante en el juicio oral y público ante el Tribunal Nº2 de Mercedes, a “recolectar todos los casquillos” que habían quedado desparramados en la calle. Intentó borrar la evidencia.

Aquella noche de verano, Cristian se había olvidado la campera que le había prestado su madre en la fiesta y por ese motivo volvió al lugar: “Era una Etonic nueva –cuenta Alicia mientras acaricia la foto de su hijo- y todavía la tengo guardada. Tendría que quemarla”, solloza.

Cuando el chico entró al lugar retiró la chaqueta y se encontró con su amigo Omar Leguizamón. Eran las 5 A.M. al momento que decidieron volver a sus hogares. En eso, una lluvia de balas propinada por el agente empapeló el frente. Ambos salieron y una descarga impactó en el cierre del pantalón de Leguizamón. El tiro le rompió la cadera y lo dejó con prótesis de por vida. Pero D’Ascanio corrió con peor suerte: el cañonazo, lanzado desde treinta metros de distancia, le perforó la sien.

“Nunca tuvo problemas con nadie, no sabemos por qué este tipo le disparó a mi hijo”, dice Vitiello.

Lo cierto es que los vecinos del lugar le temían a Álvarez “porque es muy violento y tiene carácter autoritario”. Además, “los nietos siempre robaban en el barrio y él fue represor en la época de los militares”. Si bien Alicia intentó comprobar esta última versión con ayuda de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, nunca pudieron identificarlo como tal “porque no conocemos su sobrenombre de aquellos años”.

¿Connivencia en la Bonaerense o ayuda política?

En una sesión del juicio, sobre una manta, reposaba un arsenal de armas de varios calibres. Pertenecían al suboficial procesado. Aunque las mismas no fueron encontradas en su domicilio: aparecieron tres años más tarde después de una investigación llevada a cabo por el fiscal Guillermo Altube. Curiosamente, como figura en la causa, “estaban en la seccional primera de Moreno, enterradas, un poco más y estaban debajo de mi cama” (SIC).

El circuito que recorrió este arsenal tuvo otro fatal episodio cuando, de acuerdo a las versiones que relató Vitiello, fueron trasladadas en forma ilegal a la casa de Juana Álvarez, la hija del asesino. Allí sucedió lo peor: un sobrino de la familia mató a otro mientras jugaban con una de las pistolas que tenían ocultas.

Sin embargo, el criminal no habría detenido su cometido con esta nueva muerte y, según revela la madre de Cristian: “Se dirigió al despacho de la concejal Adriana Palacios (FPV-PJ) para pedirle ayuda política y ella se negó rotundamente. Eso me lo contó ella personalmente”.

Al parecer, la “mano alguien se la dio porque todo lo que pedimos luego del juicio nos fue negado”, señala Vitiello y agrega: “Ahora el juez de ejecución Fernando Bustos Berrondo también nos viene negando la posibilidad de realizar una nueva pericia médica para determinar si Álvarez realmente necesita los tratamientos que le definieron los médicos contratados en forma privada”.

Al cierre de esta nota, 24CON se comunicó con el teléfono particular de Juan Santos Álvarez, actualmente domiciliado en la calle Santa Sofía 1152, partido de Luján. Del otro lado del auricular respondió quien dijo ser su esposa: “Juan vive acá y no puede atenderlo porque está muy enfermo”, explicó la señora y agregó: “Nosotros avisamos al tribunal de Mercedes sobre nuestro cambio de domicilio, vaya a averiguar allá”.

 

28 de julio de 2010

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