La inseguridad es un flagelo que sufre sobre todo el pueblo trabajador, el que se suma al drama cotidiano de la pobreza y la falta de trabajo. Arrebatos de celulares, aprietes de motochorros, asaltos a pequeños comercios en barrios populares, son cosas de todos los días. Y cada vez más la descomposición social y la marginalidad hacen que muchos de estos hechos terminen en situaciones de violencia e incluso asesinatos como lo sucedido esta semana en Ramos Mejía. Se trató de un hecho aberrante, donde fue asesinado un padre de familia. Nos solidarizamos con el dolor de la familia y la indignación de los vecinos.
El gobierno peronista del Frente de Todos, principal responsable con Alberto Fernández, Axel Kicillof y el intendente Fernando Espinoza oscila entre hacer como si la inseguridad "no existiera" (Aníbal Fernández dice que "suceden en todas partes del mundo") a intervenciones espectaculares para la televisión como las de Berni. La oposición de Juntos por el Cambio y ni que hablar los ultraderechistas Milei y Espert aprovechan para exigir más "mano dura", baja de la edad de imputabilidad, más policías y gendarmes en las calles e incluso, como llegó a decir José Luis Espert, aval para el gatillo fácil (habló de "ametrallar dejándolos como queso Gruyere" a los delincuentes). En el caso de Juntos, recordemos que María Eugenia Vidal ya gobernó durante cuatro años la provincia y la inseguridad no disminuyó, al contrario, siguió creciendo. Por eso es repudiable el uso electoral que le dan los candidatos del macrismo diciendo que con su gobierno "habían acorralado a los narcos", u otras declaraciones de ese tipo, mientras Bullrich defendió el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel en la Patagonia por apoyar los reclamos del pueblo mapuche.
¿Cuál es el origen de la violencia callejera?
La inseguridad aumenta y sus principales víctimas son las y los trabajadores, mientras esperan un colectivo, al salir a la mañana temprano o al volver de noche. El pueblo trabajador, las mujeres y los jóvenes son los que sufren los arrebatos y aprietes de los motochorros, quienes viven en barrios "zona de nadie", con colectivos que dejan de pasar de noche y bocas de lobo sin alumbrado público. Los pequeños kioscos, bares y heladerías son los asaltados, no obviamente los grandes supermercados o shoppings que cuentan con su propia seguridad.
Todo esto sucede por el incremento de la marginación social, el desempleo, la pobreza extrema y la indigencia. Este es el motivo de fondo, que todos los gobiernos buscan esconder, mientras protegen a los delincuentes de guante blanco. Pero evidentemente con esto no alcanza: ¿De dónde salen las armas? ¿Quién libera las zonas en las que opera el delito? ¿Por qué hay zonas enteras que todo el mundo sabe que están en manos de grandes mafias ligadas al narcotráfico y a la trata? ¿Quién deja que sigan existiendo los desarmaderos y múltiples puntos de venta donde se reduce lo robado?
La respuesta es simple. La raíz está en la connivencia de las fuerzas represivas con las mafias del delito organizado (Federal, Bonaerense, Gendarmería, Prefectura, Servicio Penitenciario, Policía de Seguridad Aeroportuaria) con los punteros políticos que sostienen los gobiernos. Entramado que termina usando como mano de obra barata y carne de cañón a las y los pibes de los barrios más vulnerables, a los que después descartan e incluso reprimen y asesinan cuando hay que mostrar "que se hace algo".
La policía es parte del problema, no la solución.
En todos los delitos importantes hay comisarios involucrados, así como también los jueces. Narcotráfico, trata de personas, juego clandestino, salideras bancarias, piratas del asfalto, en síntesis, todo delito que requiera una cierta infraestructura requiere de zonas liberadas, provisión de armas y hasta de uniformes policiales para los delincuentes. Comisarías enteras viven de los "porcentajes" que obtienen de estos hechos.
Es la misma policía que después reprime, militarizando los barrios más carenciados, deteniendo y muchas veces asesinando a las y los pibes que viven en ellos, luego de instalar que "todos son chorros". En La Matanza, el corazón de los hechos de inseguridad, sucedió en 2009 el asesinato y desaparición de Luciano Arruga por negarse a robar para la propia policía. Y no se trató de un hecho aislado. Durante la cuarentena se registraron 71 casos de gatillo fácil en todo el país, más de 20 de ellos en el conurbano. Y recordemos que la bonaerense estuvo directamente involucrada en la desaparición el año pasado de Facundo Castro.
Estas fuerzas de seguridad, las que "desaparecen" para liberar zonas o directamente participan de los hechos delictivos, son las que luego "aparecen" de a centenares cuando se trata de reprimir los reclamos de justicia como en Ramos, en Guernica, trabajadores en lucha o desalojar a vendedores ambulantes.
Hay que atacar el problema de fondo.
No habrá solución si no se ataca el problema de raíz: el aumento astronómico de la pobreza, la marginalidad y la desocupación. Y esto requiere imponer otro programa económico, obrero y popular, como planteamos desde Izquierda Socialista y el FIT Unidad, donde el dinero que hoy se está destinando a los usureros de la deuda y al FMI vaya efectivamente para generar trabajo, salarios y jubilaciones dignas, educación, salud y vivienda, para sacar a millones de la marginalidad, caldo de cultivo de la violencia.
Hay que terminar con las cúpulas policiales corruptas, cómplices de los grandes delincuentes, así como con sus jueces amigos, haciendo que los propios vecinos elijan con el voto popular a los comisarios en cada barrio, igual que los jueces.
Y apoyamos la autoorganización y movilización de los vecinos de las barriadas populares, debatiendo en forma asamblearia, tomando medidas para disuadir el delito y garantizar la seguridad de todas y todos, sin caer en las provocaciones de linchamientos ni la justicia por mano propia, y por sobre todas las cosas, controlando el accionar policial.
Mientras peleamos por esta salida, acompañamos hoy en su lucha por justicia a los familiares y vecinos de Roberto Sabo.