Los países están obsesionados con minimizar las caídas de sus economías en el medio de la pandemia y las cuarentenas. Sin embargo, Alberto Fernández ha dicho desafiante: "No me corran con la economía", como si la salud y la economía no fueran dos caras de la misma moneda. No hay una sin la otra.
Algo parece haber modificado su postura en la última semana cuando anunció algunas medidas para aliviar a los que producen. Pero todavía son tibias y hasta ahora el Gobierno está lejos está de implementarlas. La actividad económica se hunde, el desempleo y la pobreza crecen y hay serios riesgos de gran des quiebras empresarias.
Parecería que el Gobierno no se da cuenta (o es deliberado?) que la pandemia y la cuarentena destruyen y funden a la gente de trabajo en el sector privado porque está encerrado da en su casa.
El industrial no produce, el comerciante no vende, el asalariado no cobra y los monotributistas y autónomos no facturan. La función del Estado debería ser salvarlos de la quiebra frente a un siniestro mundial y extraordinario como una pandemia mediante la baja de impuestos, créditos a tasa 0, haciéndose cargo de parte de los pagos de salarios, permitiendo contratos de trabajo por fuera de las leyes laborales vigentes, nueva ley de quiebras (chapter eleven de EEUU), no defaultear la deuda y que la parte del Estado que está cerrado cuarentenado baje su gasto.
Sobre el impuesto a los ricos, la política cansado ya de hablar de la importancia de tener un "Estado Presente". En la Argentina los que están en blanco trabajan, como en ningún lugar del mundo, siete meses de 12 sólo para pagar impuestos. Parece más un "Estado Devorador".
El "Estado Presente" es una grosera estafa intelectual de nuestra política. En más de cuatro semanas de cuarentena, ni testeos masivos pudieron realizarse, sin contar la falta de camas de terapia intensiva y respiradores. Queda demostrado que los impuestos no están volcados siquiera a la salud en una pandemia.