Una ciudad silenciosa, entristecida, donde la mayoría de los negocios están cerrados a cal y canto, como si todo se hubiera quedado congelado en aquel ya lejano 1 de enero. Una Madrid preparada para recibir millones de turistas extranjeros ( en 2019 pasaron por aquí más de 7 millones) y que ahora tiene su enorme capacidad hotelera, sus centros de ferias y congresos, sus 15.000 bares y restaurantes... con una espada de Damocles vacilando sobre sus cabezas. Aun nadie sabe cómo calcular las pérdidas de esta hecatombe también económica. El "estado de emergencia nacional" prohibe circular por las calles sin un motivo justificado fehacientemente. Ya se han extendido varias multas y hubo "ejemplares" arrestos a infractores temerarios. La sociedad va cambiando su manera de pensar y de actuar día a día, al ritmo de lo que se proclama por todos los medios de comunicación.
Para los más resilientes, son tiempos que empujan a rehacer proyectos y planes de negocios, imaginando los escenarios futuros que pueden advenir... Muchas cosas no serán iguales cuando por fin desembarquemos de esta gran arca de Noe en la que no sabemos muy bien quién nos metió. La prospectiva está de moda. Los chinos -justamente ellos- dicen que con cada crisis se abren oportunidades nuevas. Lo cierto es que desde aquel Oriente lejano -que ya dejó de serlo debido a la globalización y a la eficacia contagiosa de estos virus nómades- llegan noticias esperanzadoras sobre el desarrollo de posibles vacunas, en tanto que aquí los centros de salud han comenzado a colapsarse, a pesar de las múltiples medidas adoptadas para intentar "achatar" la famosa "curva crítica" de infectados. Consignar cifras de la situación no tiene sentido porque para cuando el lector lea lo que escribo los números habrán cambiado radicalmente.
La Comunidad de Madrid cuenta con 33 hospitales públicos y 50 privados, cuyas guardias médicas ya se ven casi en su mayoría colapsadas.
El debate por estas horas es si mantener la táctica de solo hacer test a los que presentan síntomas claros o comenzar a extender estas pruebas a poblaciones más extensas aunque sea asintomáticos. Europa inicialmente no ha adoptado la estrategia tan exitosa de Corea del Sur de ensayar la mayor cantidad de test posibles, presenten o no patologías. Son decisiones de política sanitaria muy difíciles de implementar.
Entre tanto, muchos gestos de solidaridad acompañan las importantes medidas adoptadas por el gobierno. Algunas cadenas de hoteles, por ejemplo, ofrecieron gratuitamente sus instalaciones a los médicos y enfermeros que trabajan a destajo y temen, a su vez, regresar a sus hogares poniendo en riesgo la salud de los suyos. Para ellos son los aplausos que cada tarde -a las 20- se escuchan desde centenares de balcones y ventanas de todos los barrios. Un modo también de exorcizar los propios miedos. Son horas de incertidumbre a todos los niveles.
Científicos, expertos y políticos no se ponen de acuerdo: ¿Qué es lo que en verdad está sucediendo, más allá de lo que se ve? ¿A qué nos enfrentamos y cuáles son las mejores prácticas? Los datos sobre la propagación de la epidemia están construidos sobre la base de los casos que terminan siendo atendidos. Se desconoce a ciencia cierta cuál es el porcentaje real de población que puede estar infectada.
¿Y qué sucede en otros países -como los de casi toda África- donde no se están efectuando estos tests? El Reino Unido inicialmente prefirió no tomarse muy en serio esta que ya es la mayor crisis en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, pero la realidad fue más fuerte. Boris Johnson tuvo que recular -una vez más- y tragándose sus discursos sobre "la inmunidad del rebaño" declaró que ahora se hará todo lo contrario. La reina Isabel por lo pronto ya se auto-impuso una cuarentena voluntaria en un palacio alejado del de Buckingham... En España, el rey Felipe IV acaba de grabar un austero mensaje apelando al renacido patriotismo y dando ánimos a los ciudadanos que en su mayoría siempre aprecian estos llamados a la responsabilidad individual y colectiva.
"Unidad nacional" para derrotar al temido enemigo oculto ya es el mantra más repetido por los dirigentes de este mundo que se ha hecho más pequeño e impredecible en unas pocas semanas.
Las medidas económicas hoy adoptadas por el gobierno de Pedro Sanchez evidencian la gravedad de los tiempos que se viven. Fueron detalladas ante un parlamento casi vacío (diez diputados ya dieron positivo de coronavirus) porque solo estuvieron presentes los respectivos voceros de cada bloque: el Estado desembolsará la friolera de 200 mil millones de euros para afrontar la crisis. Se trata de la mayor cantidad de recursos jamás dispuesta en la historia de la democracia española.