"Cada vez que voy a un boliche pienso que se va a prender fuego"
Callejeros fue el primer recital de su vida. También, el principio de su infierno. Las imágenes lo persiguen hasta en sus pesadillas.
Ese día, compré la entrada, me revisaron e ingresé al local. Una vez adentro, empiezo a dar vueltas buscando a los chicos con los que me tendría que haber encontrado que, gracias a Dios, no fueron. En medio de una de esas vueltas, veo que un grupo de gente estaba repartiendo bengalas cerca del escenario. Yo pasé y agarré tres al voleo, que no pensé en ningún momento que era para tirarlas ahí, porque no sabía que se usaban bengalas en los recitales –era el primer recital de rock al que fui. Había visto como tiraban por televisión, pero no sabía que también se usaban en lugares cerrados.
Después me junté en el medio del boliche con unos chicos que estaban tirando bengalas. Éramos cinco o seis tirando Yo también prendí las tres bengalas, unos minutos antes de que empezara el show. Pero como me empieza a molestar el humo –no de incendio, sino de pirotecnia- me retiro hacia la entrada. Me fui porque el humo me molestaba, me sentía como ahogado y me daba sed. Me quedé parado cerca de la entrada porque estaba más tranquilo y viendo si mis amigos ingresaban. Y me quedé parado en la puerta tomando una cerveza, apoyado en la pared. Diez minutos más tarde, comenzó el show. Y es ahí cuando comienzan a tirar más bengalas y yo, desde la puerta, observé todo.
Cuando se desata la tragedia, pude salir en pocos minutos porque estaba cerca de la entrada –la salida estaba clausurada. Cuando queda todo oscuro adentro, vuelvo a entrar al boliche, y empezamos a sacar gente de la manera que podíamos. Habré sacado entre cinco o seis personas.
Una de las imágenes que más impactó fue que uno de los chicos que sacamos. Era un chico corpulento. El chico estaba conciente, no podía casi hablar, pero respondía con un “si” o “no” a nuestras preguntas. Salí a buscar ayuda, pero cuando regreso un médico me comunica que el chico había fallecido. Lo habíamos apantallado, tirado agua y nada. Lamentablemente, falleció. Eso me shockeó y me fui hasta la Terminal de colectivos. Me senté y me quedé un largo tiempo ahí. No me podía parar porque me temblaban las piernas. Fue ahí que tomé conciencia de lo que me pudo haber pasado, por eso no quise ingresar más. No sé que hora era, pero me tomé una combi y me fui para mi barrio. No sé donde la tomé, pero lo hice todo sucio como estaba y me fui a Laferrere y después me tome un 0,50 hasta la casa de una amiga. Después de eso me encerré, analizando mi cabeza, continuamente, a mí mismo. ¿Qué hago, cómo me preparo? No podía dormir, no comía. Lo único que hacía era acostarme, fumar e ir al baño. Estuve mucho tiempo así. Después empecé a ir a una ayuda psicológica.
Hubo gente que me dio agua, un abrazo y contención. Ojala pudiera encontrarme con esas personas y agradecerles el haberme ayudado en ese momento. Aún hoy voy al santuario para ver si reconozco a alguien. Pero no lo puedo recordar. Miro las fotos de todos los chicos que fallecieron, para reconocer a alguien, pero no puedo.
¿Cómo sabés que no quedaste bien?
Te dás cuenta con el pasó del tiempo. Al principio, me acostaba, tenía pesadillas y reaccionaba muy mal. No me podía volver a dormir, lloraba toda la noche. No tenía con quién hablar. Hoy, me siento mejor porque las pesadillas las manejo de una manera más tranquila. Ahora, volví a tener pesadillas por todo lo que me está pasando ahora, pero ya no me pongo tan mal como antes porque sé lo que me está pasando. Antes era desesperante. Una vez me quedé en la casa de una amiga, tuve una pesadilla y me he querido pegar un tiro. Eran las imágenes latentes del chico que, prácticamente, se me murió en los brazos. Gracias a Dios, mi amiga me pudo sacar la mano. Llegué a agarrar el arma y zafé. Ahora no pienso en matarme después de una pesadilla, sino que lo hablo, lo tomo de otra forma. Pero me costó mucho llegar a esto. A uno le quedan las secuelas. El hecho de no poder a ir a un boliche a bailar con tus amigos… Antes de poder volver a ir –este año- planté a mis amigos unas 15 veces en la puerta del boliche. Cuando voy a boliches pienso que se va a prender fuego, que se va a derrumbar y un montón de cosas más. En una oportunidad, en un boliche de Laferrere me quedé toda la noche sentado en la vereda, esperando que salgan mis amigos para ver si salían bien. Cuando los vi, me volvió el alma al cuerpo y me pude ir a mi casa tranquilo. Fueron 7 horas las que estuve sentado esperando.
Uno no queda bien. Ahora puedo entrar, pero si veo algo irregular, me voy. Si no, me quedo cerca de la salida para poder salir si llega a pasar algo. Siento que si me alejo más de cinco metros de ese lugar, me muero ahí adentro. Esa secuela te queda y no te la saca nadie.