Se cumplen diez años del suicidio de René Favaloro
Nació en La Plata y fue médico rural. Por qué la fundación que lleva su nombre no lo homenajea.
Lo dijo muchas veces, también lo escribió. Quería ser recordado por sobre todas las cosas como un médico rural. Se puede hablar de un antes y un después en la cirugía cardiovascular mundial luego del desarrollo de su técnica de bypass aortocoronario. Hasta la industria vitivinícola argentina le debe mucho, por eso de que “una copita de vino tinto diario hace bien al corazón”. René Favaloro, a 10 años de su muerte mediante un acto voluntario, hoy no será homenajeado en la Fundación que él creó en busca de la excelencia científica y de la medicina entendida como un servicio social. El sábado 29 de julio de 2000, a las 2:30 de la tarde puso fin a su vida mediante un disparo letal y certero en ese órgano que él tanto conocía: el corazón.
Nació en una humilde vivienda del barrio El Mondongo, de La Plata. Era fanático de Gimnasia y Esgrima. Se recibió de médico en 1949. Un año después se mudaría, por 12 años, al pueblo Jacinto Arauz de La Pampa, a 130 kilómetros de Bahía Blanca. Por su carácter afable se integró muy pronto a la comunidad. Y por su capacidad de trabajo y su dedicación a los pacientes fue venerado en el lugar. Al menos eso cuenta Dora Calo, una mujer que entró a la clínica como mucama y terminó como ayudante de cirugía. “Todo lo aprendí con el doctor René. A él le gustaba más la docencia que todo lo demás. Amaba enseñar lo que él sabía”, relató la mujer, que hoy tiene 76 años. Estuvo en el pueblo hasta 1961. Cuando se fue, había creado también un banco de sangre viviente. Hoy en Arauz hay un monumento, una calle y un museo en su honor. “Él quería especializarse, cuando operaba conversaba con nosotros. Nos explicaba lo que quería hacer con la vena safena de la pierna, para usarla como remplazo de las venas estropeadas del corazón. Se fue a los Estados Unidos a cumplir su sueño”, relató Dora.
Según respondió uno de los encargados de prensa de la Fundación Favaloro, Pablo Iummato, a Tiempo Argentino: “la Fundación no va a salir a hablar sobre Favaloro porque él no quería ser recordado en su muerte”. René había nacido también en julio, el día 12 de 1923. Tampoco entonces lo homenajearon. “Me duele que la Fundación nunca le hiciera un homenaje de trascendencia”, dijo Carlos Penelas, su biógrafo y estrecho colaborador durante 20 años.
Fue un escritor apasionado. Autor de varios libros, publicó más de 300 trabajos de su especialidad. Escribió dos libros sobre el general San Martín. Y las memorias De La Pampa a los Estados Unidos, publicadas en 1994, donde recordó sus diez años de trabajo en equipo con eminencias de la medicina durante su estancia en la Cleveland Clinic. Su último libro, Don Pedro y la Educación, es de 1994.
También entró en la cultura pop gracias a la banda Ataque 77, que le dedicó la canción y el video “Western”, en 2003. “Es la historia de cada día / siempre el mismo guión / de trabas y burocracia. / Qué frustración / lo de siempre, lo normal / todo gris sin final feliz. / Siempre es así: / los buenos mueren”, dice la letra.
Favaloro había publicado en 1980 la autobiografía Recuerdos de un médico rural. En un pasaje escribió: “Es necesario insistir una vez más que si no estamos dispuestos a comprometernos a luchar por los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demanda –principalmente en educación y salud– seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas”. Esas cosas que lo indignaban ya estaban presentes entonces, 20 años antes del abrupto final.
Fuente: Tiempo Argentino
Nació en una humilde vivienda del barrio El Mondongo, de La Plata. Era fanático de Gimnasia y Esgrima. Se recibió de médico en 1949. Un año después se mudaría, por 12 años, al pueblo Jacinto Arauz de La Pampa, a 130 kilómetros de Bahía Blanca. Por su carácter afable se integró muy pronto a la comunidad. Y por su capacidad de trabajo y su dedicación a los pacientes fue venerado en el lugar. Al menos eso cuenta Dora Calo, una mujer que entró a la clínica como mucama y terminó como ayudante de cirugía. “Todo lo aprendí con el doctor René. A él le gustaba más la docencia que todo lo demás. Amaba enseñar lo que él sabía”, relató la mujer, que hoy tiene 76 años. Estuvo en el pueblo hasta 1961. Cuando se fue, había creado también un banco de sangre viviente. Hoy en Arauz hay un monumento, una calle y un museo en su honor. “Él quería especializarse, cuando operaba conversaba con nosotros. Nos explicaba lo que quería hacer con la vena safena de la pierna, para usarla como remplazo de las venas estropeadas del corazón. Se fue a los Estados Unidos a cumplir su sueño”, relató Dora.
Según respondió uno de los encargados de prensa de la Fundación Favaloro, Pablo Iummato, a Tiempo Argentino: “la Fundación no va a salir a hablar sobre Favaloro porque él no quería ser recordado en su muerte”. René había nacido también en julio, el día 12 de 1923. Tampoco entonces lo homenajearon. “Me duele que la Fundación nunca le hiciera un homenaje de trascendencia”, dijo Carlos Penelas, su biógrafo y estrecho colaborador durante 20 años.
Fue un escritor apasionado. Autor de varios libros, publicó más de 300 trabajos de su especialidad. Escribió dos libros sobre el general San Martín. Y las memorias De La Pampa a los Estados Unidos, publicadas en 1994, donde recordó sus diez años de trabajo en equipo con eminencias de la medicina durante su estancia en la Cleveland Clinic. Su último libro, Don Pedro y la Educación, es de 1994.
También entró en la cultura pop gracias a la banda Ataque 77, que le dedicó la canción y el video “Western”, en 2003. “Es la historia de cada día / siempre el mismo guión / de trabas y burocracia. / Qué frustración / lo de siempre, lo normal / todo gris sin final feliz. / Siempre es así: / los buenos mueren”, dice la letra.
Favaloro había publicado en 1980 la autobiografía Recuerdos de un médico rural. En un pasaje escribió: “Es necesario insistir una vez más que si no estamos dispuestos a comprometernos a luchar por los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demanda –principalmente en educación y salud– seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas”. Esas cosas que lo indignaban ya estaban presentes entonces, 20 años antes del abrupto final.
Fuente: Tiempo Argentino