Sin despedida y por teléfono: así echaron a Russo de Boca
Primero lo echaron en los medios, después lo despidieron por teléfono, el acto final, el de la mañana del martes, fue el único gesto de cortesía para que la interrupción del ciclo tuviera alguna pátina de dignidad, pero ni así. De hecho, fue el propio despedido quien le pidió a su verdugo una última reunión en el Reino de Ezeiza, para que el ahora ex DT de Boca pudiera saludar a sus jugadores, a los empleados, despedirse mirándose a la cara y salir por la puerta principal, al fin y al cabo no tenía por qué esconderse.
Fue la confirmación final de un destrato inaudito, que duró siete meses y medio, exactamente desde el 13 de enero, cuando Boca quedó eliminado de la Libertadores con la dolorosa derrota en San Pablo ante Santos. Ese día, Juan Román Riquelme, el mismo que lo trajo para reeditar la Copa Libertadores que ambos ganaron juntos en 2007, le soltó la mano y fue el principio del final para Miguel Ángel Russo en Boca: lo que sucedió desde la derrota en La Plata para acá ya estaba escrito desde antes.
Russo tomó sus cosas y se fue, dolorido pero entero, y con la conciencia tranquila. Subió a su auto y enfiló por la Ruta 9 hacia Rosario, su lugar en el mundo para cuando hay que lamer heridas. Le quedaron reproches en el tintero, se fue con el sabor amargo del que sufre la injusticia, la ingratitud y la falta de respeto en carne propia, pero en silencio, el mismo silencio que eligió sostener aun contra sus propios intereses.
Miguel cometió errores, es propio de los que toman decisiones todo el tiempo, pero está claro que ninguno de ellos justifica el bullying que sufrió, y hubo mucho de eso desde la noche fatídica en Vila Belmiro. "Hace mucho que sabemos de este operativo desgaste, todos los días nos operaban", confiesan en las entrañas del veterano entrenador, que poco a poco se fue resignando a una pelea desigual, con cada día menos herramientas, pero que decidió darla hasta el último suspiro.
Russo vio cómo su continuidad empezó a ser cuestionada, primero tímidamente, después a cielo abierto, desde los medios de comunicación, con información que, supone bien el entorno íntimo de Miguel, salía de las entrañas mismas del Consejo, que mientras lo velaba desde las sombras, lo apoyaba públicamente, un clásico de la manipulación cruzada.
El operativo desgaste se hizo más evidente en la conformación del plantel: mientras se iban los Tevez, los Andrada, los Zárate, los Capaldo, venían los Orsini, los Rolón, los Briasco, "jugadores que no habíamos pedido, en puesto que no necesitábamos", según el relato final en la mirada del DT saliente. Y no era falta de dinero: Boca gastó casi 11 millones de dólares y el problema principal nunca se resolvió...
Russo podía lidiar con la prensa en contra, lo que no podía jamás hacer era detener el deterioro, según él adrede, que le hicieron Riquelme y Compañía. "Miguel pidió a Borja, a Di Santo, a Estrada, y no vino ninguno, eso no puede ser casual". Se señala la mala gestión: si Russo pidió a Di Santo y Lisandro López se quería ir, un cambio de fichas era cantado, sobre todo cuando se trataba del mismo representante. "Faltó gestión, era una movida lógica", agregan.
La paranoia es tan grande, que desde el entorno de Russo dudan del caso del colombiano Andrés Román, un pedido de Russo que finalmente no llegó a Boca por no pasar la revisión médica: le encontraron un serio problema cardíaco que le impediría seguir jugando al fútbol, pero al cabo de meses de estudio el lateral volvió a jugar y hasta fue citado a su selección. Suena impensado que profesionales serios de Boca se presten a una maniobra semejante, pero marca el nivel de desconfianza que había en el cuerpo técnico hacia el Consejo de Fútbol.
Nada fue un Herrón
Lo que sí es cierto es que la falta de gol, el Talón de Aquiles en la última etapa del ciclo, fue un prejuicio autogenerado por la política deportiva en manos de Riquelme. "De los 87 goles del ciclo, se fueron 52, y hay cuatro delanteros a préstamo: Bou, Retegui, Hurtado y Ábila, cualquiera de ellos sería titular. Miguel se quedó con un Boca C", completan desde el riñón de Russo.
El error fatal del DT, sin dudas, fue someterse a las decisiones del Consejo, con un silencio tan hermético que pareció puertas para fuera- un aval sin reproches. El entorno del entrenador admiten que Russo debió aceptar decisiones con las que no estaba de acuerdo, como la salida del Pol Fernández, la llegada de algunos jugadores y sugerencias en el armado del equipo, que el Consejo hacía saber, sutilmente, a través de Mariano Herrón, el ayudante que vino a completar el cuerpo técnico de Russo, y que, oh casualidad,continuará en su cargo pese al despido de Miguel, de Somoza y del profe Lanata.
El problema es que Russo no se rebeló, quizá por sobreestimar sus condiciones para dar vuelta la historia. En la última etapa, se aferró a lo que tenía y jugó como podía: a hacerse fuerte en la defensa, el punto alto del equipo que no había sido desmantelado. No había Plan B, y eso se notó en la racha sin triunfos y en la sequía goleadora , que se hizo endémica. Por eso, cuando a Russo se le señala la lentitud en los cambios frente a Estudiantes, no hay autocrítica: "No había a quién poner", dicen.
Para Russo, el balance de su ciclo es positivo. Ganó dos títulos, eliminó a River dos veces, hizo debutar a 11 juveniles. Parece mucho y no es poco, aunque la racha final, siendo víctima de ella, también lo desdibuja, porque en definitiva en la lucha de poderes le tocó perder. Y, no era fácil con el enemigo adentro...
Olé