"No te olvides tus raíces"; "Deseo para mi país: paz y prosperidad"; "Venezuela, nos vemos en libertad". Las frases escritas con tiza blanca sobre un pizarrón negro resaltaban entre otras cientas que forman parte de la decoración del bar "Parados", un local ubicado en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires, a pocos metros del Teatro Colón, que este miércoles por la tarde sirvió como punto de reunión en una jornada caliente. Muchos de los venezolanos que se exiliaron en la Argentina suelen reunirse allí para saber las novedades de lo que ocurre en su país. Pero esta vez, además, fue el lugar de partida hacia la convocatoria multitudinaria que terminó poblando el centro porteño.
La foto de un joven con la bandera de Venezuela invitaba a todos los que pasaban por la calle Lavalle 986 a que se sumaran a la manifestación. El clima dentro del bar era una mezcla de sensaciones: sonaba música llanera, alegre y divertida, pero las imágenes de Caracas proyectadas en un pequeño televisor devolvían escenas de dolor, con policías que reprimían a manifestantes y una mujer que lloraba desconsolada.
El bar "Parados", cerca del teatro Colón, reunión a los venezolanos que viven en la Argentina. (Emmanuel Fernández)
En esa incertidumbre estaba Carolina Castillo, 40 años, que nació en Táchira y que se vino a la Argentina hace dos años. Preguntaba y se preguntaba: "¿Y ahora qué?". Su madre es el nexo que mantiene con su país, acá vive sola y es cajera en una carnicería. La mitad de lo que gana se lo envía a su mamá que depende de ese dinero para comer: "Esto ya ha pasado en otras ocasiones y después quedó en la nada. Aunque ahora vuelvo a creer y pienso que puede ser, que Maduro se va a ir y vamos a volver a ser libres", decía.
El mozo pasaba con un vaso de papelón con limón, una bebida fresca hecha a base caña de azúcar, acompañado de un tazón con tequeños -una especie de dedos de queso- que alguien acababa de pedir. Pero Glenadys Ramirez estaba inapetente. Fue hasta el bar porque necesitó estar acompañada por sus compatriotas, mirarlos a los ojos, abrazarlos: "Vine sola hace siete meses, mi hija de 25 años está allá y me manda fotos de toda la gente que salió a la calle a reclamar por sus derechos. Hay aires de libertad, lo huelo, pero no quiero más muertos en mi país. No quiero que a nadie de mi familia le pase nada malo", dijo la mujer.
Los venezolanos que viven en la Argentina se manifestaron en la Plaza del Vaticano. (Emmanuel Fernández)
Por el Microcentro se veían decenas de personas que pasaban envueltas en banderas amarillo, azul y rojo. Con gorras, vinchas y la camiseta vinotinto de la selección de fútbol. "Yo veo todo esto y me enorgullece", decía Esteban Gregoriadis, dueño de "Parados". El hombre acababa de cortar el teléfono en una llamada que le hizo su esposa, quien junto a su hija están en Caracas: "Me dijo que se escucha mucho ruido y se ve gente como nunca antes. Yo les digo que no salgan a la calle porque puede ser peligroso, pero les cuento que acá en el fin del mundo también hay miles y miles que piden lo mismo. Yo estoy esperanzado, presiento que esto puede ser un comienzo feliz".