Juntan 10 mil kilos de pilas pero no pueden reciclarlas

La Plata separa las pilas y baterías de la basura domiciliaria pero no tiene un plan para reciclarlas o darle un fin que no contamine.

La iniciativa implementada en la ciudad de La Plata no es nueva pero efectiva. Sin embargo, como sucedió en otras comunas, carga con un error que limita sus beneficios. En las plazas de La Plata existen contenedores especiales donde deben ser arrojadas las pilas y baterías en desuso para evitar que se arrojen junto con la basura domiciliaria. Este método evita la contaminación de los predios donde se deposita la basura, pero hasta el momento el acopio de las pilas no tiene un destino establecido. No se las recicla ni se las utiliza nuevamente, sólo se las amontona esperando a que aparezca un uso para las 10 toneladas que junta la ciudad por mes.

El programa de recolección de pilas y baterías que en el último año alcanzó a unos 10 mil kilos en los diferentes contenedores, sigue demostrando que el problema persiste irresuelto, en la medida en que falta definir el destino definitivo de estos residuos altamente tóxicos.

Si bien los últimos datos oficiales destacaron que el total de pilas depositadas en los recipientes de color verde alcanzó cifras considerables, lo que permite reducir el envío de materiales peligrosos junto al resto de los residuos, los expertos insistieron en que son muchos los pasos que faltaría dar.

Como se sabe, las pilas y baterías son consideradas por la legislación argentina como residuos peligrosos ya que pueden contener metales dañinos para la salud y el medio ambiente, como mercurio, cadmio, plomo, zinc, manganeso y litio. De allí la importancia de separarlas, por el peligro de toxicidad que representan para el medio ambiente, ya sea que se trate de pilas o baterías desechables o recargables.

En cuanto al lugar en el que se disponen las pilas tras la recolección de los contenedores verdes, la Municipalidad de La Plata, comandada por Pablo Bruera, informó que el aporte de los platenses a esos recipientes es periódicamente trasladado a un depósito cerrado y tarimado, en el que las baterías se vuelcan en un doble tubo de PVC con cal y bentonita. Aseguraron que la cal neutraliza las pilas, y la bentonita las hace inertes, tal como lo marcan los requerimientos de las empresas especializadas en la disposición final de este tipo de elementos. Sin embargo, las pilas no salen de este depósito donde siguen acumulándose.

Tiempo atrás organizaciones no gubernamentales del país, una de la ciudad capital de Buenos Aires, en una declaración conjunta pusieron de relieve que algunas de las fórmulas empleadas para el tratamiento de estos residuos, como los rellenos sanitarios, los basurales a cielo abierto o la incineración, no son alternativas válidas. Tampoco la eventual incorporación de pilas y baterías a bloques de cemento que puedan formar parte luego del mobiliario urbano. Destacaron que todo manejo inadecuado resulta especialmente peligroso pues involucra compuestos como el cadmio, mercurio, plomo, manganeso, níquel, zinc y litio, todos de altísima toxicidad.

Se supo también en esa época acerca de una iniciativa del Centro Atómico Bariloche, consistente en sugerirle y ofrecerle al gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un proceso de vitrificación de las sustancias peligrosas que contienen las pilas en desuso.

Por lo pronto, está claro que resulta inadmisible continuar con los vuelcos o descargas clandestinas de estos residuos tóxicos. Los mismos vecinos en varias oportunidades sugirieron a la Municipalidad que debería investigar la consistencia del proyecto impulsado por el Centro Atómico Bariloche y las posibilidades de aplicarlo. De esa manera, si se confirmara la eficacia de ese programa, la ciudad podría disponer de un proceso integral de disposición completa de los desechos, sin que queden dando vueltas indefinidamente residuos potencialmente riesgosos para la salud y la vida misma de la población.

28 de julio de 2011

 

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