Toda la odisea de Rubén antes de caer en coma

¿Fue una brutal represión policial o un accidente fatal al querer colarse al estadio de Vélez, para el recital de Viejas Locas?

El paredón del barrio Kennedy, donde habrían saltado varios chicos.
“La cana estaba en su estado más salvaje”. Walter Gatusso andaba de changa y vio cómo la represión, los golpes y las corridas vapulearon la ilusión de los 40.000 jóvenes que se reunieron para ver la vuelta de Viejas Locas en el estadio de Vélez. Antes del show, una confusa revuelta que incluyó a la barra brava local, a los fanáticos y a la Policía Federal dejó 30 heridos y 44 detenidos.

 

 La peor parte se la llevó Rubén Carballo de 17 años, quien apareció debajo de un puente el día domingo a las 13. Estaba inconciente, golpeado, salpicado de azul y con una fractura expuesta de cráneo. La Federal dice que cayó de un muro; los familiares afirman que fue víctima de la violencia policial. ¿Qué le sucedió realmente a Rubén?

El muro más cercano a Vélez es el que está emplazado en la calle Reservistas Argentinos al 200, lindero a la platea Sur del José Amalfitani. Tiene 7 metros de altura y separa a la cancha del Club del Personal de Dirección del Ferrocarril Sarmiento por donde, según dijeron fuentes policiales, habría intentado saltar Rubén para “colarse”. Los otros paredones están entre Irigoyen y la Autopista, y la calle Bacacay intersección Perito Moreno. Sea cual fuere de todos estos, no se explican dos cosas: los rastros en su ropa de la pintura del camión hidrante, las contusiones en su cuerpo producto de reiterados porrazos y cómo pudo desplomarse recién a tres cuadras de la entrada principal, donde fue encontrado por un socio de los Ferroviarios, en un estado tan crítico. Prensa de la policía Federal no quiso decir si Rubén apareció al Este o al Oeste del club.

 

Esa fatídica noche y minutos antes de que se abrieran las puertas del estadio sobre la avenida Juan B. Justo, “la pandilla”, la barra brava de Vélez, desembarca con sus micros a unas cuadras del club tras haber sufrido una derrota por goleada. No pueden acceder a las inmediaciones por los cortes de calles y eso los enardece aún más.

Mientras esto sucede, Rubén y sus cinco amigos esperan para ingresar al campo. Están ansiosos. En eso, según cuentan los vecinos del barrio privado aledaño a Vélez, John F. Kennedy, miembros de "la pandilla" rompen en descontrol. Las versiones de lo sucedido se cruzan: B.P., oficial de la garita que cuida al barrio dice que “la pelea la empezaron los fanáticos cuando quisieron colarse detrás de la barra mientras estos iban a guardar las banderas”. El changarín lo desmiente y culpa directamente a la policía por “reprimir sin sentido”. La barra no dice nada, ni responde.

En pleno descontrol, Rubén pierde a sus amigos cuando les “quemaron los ojos con gases”, según dijo Ezequiel, uno de ellos, porque ya habían refunfuñado los caballos y el camión hidrante estaba cerca. Fuentes policiales se defendieron de las críticas de la familia y atinaron a decir que el chico intentó colarse y “zafar del quilombo”. Sin embargo, los pibes hablan de fuertes “tundas y amenazas constantes”. Lo cierto es que para acceder por el muro y cumplir con la hipótesis que sostiene la Federal, el chico tendría que haber subido por el brazo de la autopista Perito Moreno que descarga en Reservistas Argentinos (aprovechando que es el único que está cerrado al paso del tránsito) porque la medianera es inaccesible desde el asfalto, y así haberse arrojado al predio lindante. Son cerca de 12 metros y mucho coraje de por medio.

 

Matías es alumno de la escuela Dalmacio Vélez Sarsfield ubicada en el mismo predio y también fue a ver a Viejas Locas esa noche. Aparece en la escena de lo sucedido y se presenta: “Yo vi cómo lo cagaban a palos a ese flaco”. Y pinta el hecho a su manera: “Venía corriendo desde el otro lado (desde la avenida) y justo cuando llego acá (al muro detrás de la platea Sur), veo cómo la cana está dándole palazos a un pibe que después se lo llevó a la rastra (SIC)”.

Parte de la tundra que seguía esquivando palazos sobre Juan B. Justo rompió las rejas del barrio privado y, para esquivar los gases, irrumpió en el predio sin meditarlo. Arrancaron de cuajo dos gruesos portones de hierro y dejaron destrozos a lo largo del jardín frontal.

Se acerca Marcos a mi encuentro. Es vecino del Kennedy y vive en la casa 2. No duda en liberar la última pista: “Fijate cómo quedó el masetero de nuestra medianera. Por acá quisieron saltar un par de pibes”. Las plantas colocadas en un escalón a 1.5 metros de altura de la pared que separa al barrio del estadio, están pisoteadas. Desde esa altura y para saltar al otro lado hay que subir cuatro metros más. Un desafío casi imposible. Se desconoce si Rubén estuvo en el Kennedy.

Dudas. La doctora Mirta Saez libera la única y más certera respuesta: atendió al pibe en el Centro Gallego y confirmó que los peritos todavía no lo revisaron. Además dijo que sólo tiene un fuerte golpe en la cabeza y un hematoma en el hombro, asunto que refleja al hecho como una mera caída. Pero la historia no dio su última versión. “Es todo muy raro –dice el oficial de la garita, que justo estaba de turno en el hospital Vélez Sarsfield donde fue a parar en primera instancia Rubén-, porque cuando llegó el pibe, lo primero que hicieron fue tirarle la ropa de inmediato y ni siquiera dejaron que alguien lo revise para ver en qué condiciones estaba”. Entre sus pertenencias se encotró la entrada al recital sin cortar y un celular.

Sobre el asfalto, las vallas de contención –por cierto mal colocadas porque en vez de estar encastradas estaban atadas con alambre, lo que habría producido un efecto domino en su caída- deschavan rastros del malón escapando de los gases y de la montada. Viejas Locas y la organizadora del evento, Fénix, se desligaron del asunto.

En el aire de Liniers hay dejos de una noche de alcohol, excesos y rock and roll para el olvido. Con todo, Rubén estuvo sumido en un coma irreversible durante 24 días hasta que finalmente murió.

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