A contramano de un regreso a viva voz que impulsó la AFA desde finales del año pasado, Lionel Messi resolvió en las últimas semanas volver a la selección . Este mediodía aparecerá en la lista que comunicará Lionel Scaloni para los próximos amistosos de la Argentina y así el crack de Barcelona le pondrá fin a su paréntesis más prolongado con el conjunto nacional. Nunca en su carrera estuvo tanto tiempo alejado del conjunto albiceleste: no juega desde el 30 de junio del año pasado, cuando Francia lo eliminó en los octavos de final del Mundial de Rusia. Si después juega solo contra Venezuela, en Madrid, y no viaja a Tánger para el segundo duelo con Marruecos, se develará próximamente. Pero Messi está de vuelta.
El almanaque ya cuenta más de ocho meses desde el mazazo francés de Griezmann y Mbappé en la rusa ciudad de Kazán. No hay registros de una impasse tan extensa. Cuando Messi luzca nuevamente el brazalete de capitán ante los venezolanos, en el estadio Wanda Metropolitano del Atlético de Madrid, habrán transcurrido 261 días. Ya se perdió los seis amistosos del ciclo interino de Scaloni, durante el segundo semestre de 2018, días en los que el por entonces entrenador interino se encargó de explicar que habían "consensuado" que los ensayos que siguieron al derrumbe en la Copa del Mundo no eran el marco para el retorno. Ahora sí, porque esta 'ventana FIFA' es la única antes de la Copa América de Brasil, que comenzará el 14 de junio. Si Messi quiere sacarse la espina de conquistar un título con la selección, sería la opción más a su alcance. Para el Mundial de Qatar, en noviembre/diciembre de 2022 falta una eternidad. Sin olvidar que, por entonces, Messi ya habrá cumplido 35 años.
La decisión podía ser repentina. Fuentes de Barcelona que comparten con el rosarino el día a día, a principios de año le habían anticipado a LA NACION que Messi solo se había permitido deslizar "quizá en 2019 haya una chance de que vuelva a la selección". Y no avanzaba de allí. Merodeaba sus pensamientos, pero todavía no se ponía una fecha. "No dependerá de la coyuntura del fútbol argentino. Si Leo esperara las condiciones ideales para jugar en la selección, nunca hubiese llegado a 128 partidos", agregaron. "Será una decisión íntima, en función de sus sensaciones, nostalgia, deseo, entusiasmo..., pero exclusivamente pasará por él", ampliaban. El sentimiento por la camiseta estaba probado, pero aún no se detenía a analizar qué quería hacer.
Y así se mantuvo hasta hace algunas semanas. Incluso, su agenda de estrella internacional, con múltiples compromisos comerciales, benéficos o de marketing, por ejemplo, todavía estaba abierta por si decidía no ocupar las fechas con la selección.
Su predisposición era auténtica, pero Messi decidió tomarse un tiempo más. ¿Por qué? Esta temporada, para él, estará marcada por los logros que obtenga con su club, Barcelona. Muy especialmente por la Champions League, su obsesión, una copa esquiva desde 2015, cuando comenzó el reinado de Real Madrid para enhebrar las tres últimas 'Orejonas'. Messi ya la alzó en 2006, 2009, 2011 y 2015, pero necesita otra. La prometió en su discurso como capitán en el inicio de esta temporada, en la antesala de la Copa Joan Gamper.
Finalista en la Copa del Rey, las dos victorias recientes en el derby contra Real Madrid en el Bernabéu, los siete puntos de ventaja en la cima de la Liga española y el buen resultado obtenido ante Lyon, 0-0, en el partido de ida por los octavos de final de la Champions, sembraron certidumbre y confianza en el emblema del conjunto culé para encarar la recta final de la temporada. Su predisposición encontró respaldo en un presente sin urgencias de Barcelona, más allá de las recurrentes molestias en el aductor derecho que tal vez le impongan algunos cuidados y por eso su presencia frente a Marruecos presenta dudas.
El programa de marzo de Barcelona encierra varios partidos, de distinta trascendencia, claro. El próximo sábado recibirá a Rayo Vallecano, por la Liga; el 13 definirá la serie de Champions con Lyon, en el Camp Nou; luego, el 17, visitará a Betis, y el 31, tras el reencuentro de Messi con la selección, llegará nada menos que el clásico catalán contra Espanyol.
Quedó claro que la velocidad de la AFA no fue la de Messi. Varias veces se apresuró su presidente, Claudio Tapia, cuando anunciaba algo que Messi no había definido. "Leo nunca se fue de la selección. Yo creo que es tan grande el amor que tiene él por la camiseta que cuando lo convoquen va a estar, no tengo dudas de eso. Sabiendo que depende del técnico, no de él". Extraño discurso de Tapia. Messi nunca renunció a la selección, es verdad, pero evidentemente se apartó. Y no fue Scaloni el que lo excluyó de las tres convocatorias que hizo para asumir los seis amistosos post Rusia: lo consensuaron el entrenador y el futbolista. Messi se perdió esos cotejos: Guatemala, Colombia, Irak, Brasil, y los dos ante la selección mexicana. Fue el mismo Scaloni, cuando completó su etapa de interino, quien reveló su íntima cuenta pendiente: "Me quedó la espina clavada de no poder dirigir a Messi". Quedaba claro que nunca dependió exclusivamente del técnico llamarlo o no a Messi.
Scaloni siempre eligió ser más cauteloso que Tapia. Nunca lo asfixió a Messi, ni hizo declaraciones públicas que condicionaran al rosarino. En estos meses hablaron en varias oportunidades. Por teléfono y también en Europa. "Estimo, deseo y creo que va a volver a jugar en la selección", confiaba el entrenador. "La camiseta número 10 va a seguir en la utilería", siempre insistió, confiando en poder dársela en mano. Finalmente, podrá hacerlo. Que Scaloni y Messi sostuvieran periódicas charlas ilusionaba a todos. En la AFA asumían que era un guiño del rosarino, un pulgar alzado sin hablar. El estilo Messi de siempre. Se aferraban a los gestos, como una foto que el rosarino subió en sus redes sociales en la que lucía un short de la selección, y otra de un termo con la bandera argentina. Messi había entregado más síntomas que certezas.
Además de no jugar, Messi también resolvió no hablar en los medios sobre la selección. No fue casual que en septiembre del año pasado, cuando en Radio Catalunya rompió el silencio que guardaba desde la eliminación en Rusia, no hubo preguntas sobre la selección. No fue casual, tampoco, que a finales de diciembre, en una extensa entrevista con el diario Marca tampoco hubiera ni una mínima mención al pasado o a su futuro en código albiceleste. Fuentes periodísticas vinculadas con estos medios le confiaron a LA NACION que el rosarino rehusó tocar el tema. Quedaron flotando muchas incógnitas de aquellos días con Jorge Sampaoli en la concentración rusa de Bronnitsy.
El retorno encerrará muchos simbolismos. Su genuino deseo de seguir insistiendo detrás de ese título que siempre se le ha negado en la selección, y el peso de sumarse a la etapa refundacional que lleva adelante Scaloni. Justamente el ala renovadora ha insistido públicamente por su vuelta. Solo por él, por ningún otro histórico pidieron. En varios casos se tratará hasta de una presentación: Messi nunca jugó con Gerónimo Rulli, Renzo Saravia, Walter Kannemann, Santiago Ascacibar, Franco Vázquez, Franco Cervi, Giovanni Simeone, Juan Foyth y Rodrigo De Paul, entre otros. Con Messi, la atmósfera no es la misma. Messi condiciona con su presencia, no necesita dar órdenes para que de todos modos cambie la dinámica del lugar.