El 24 de noviembre quedó marcado a fuego en la historia del fútbol argentino por el papelón de un operativo de seguridad que hizo agua por todos lados y terminó con la suspensión del partido soñado, la final de la Copa Libertadores entre River y Boca.
Y 45 días después, la historia continúa y sigue cobrándose víctimas: ahora fue relevado de su puesto Horacio Marot, encargado de la Seguridad Deportiva de la Capital Federal y máximo responsable policial de lo sucedido aquel infausto día.
Ya había tenido que dejar su puesto el ministro de Seguridad porteño, Martín Ocampo, compadre del presidente de Boca, Daniel Angelici, quien era el responsable político del área y fue reemplazado por Diego Santilli, vicejefe de gobierno y hombre identificado con River a punto tal que su hermano Darío es miembro de comisión directiva y su padre, Hugo, fue presidente del club entre 1983 y 1989.
"Apenas asumí y dada la situación, le di licencia a quien había estado al frente del operativo para estudiar bien el caso. Ayer finalmente decidí su reemplazo más allá de lo que el sumario judicial determine. Y además tomé otra decisión: voy a poner en el Consejo de Seguridad en el Deporte a una persona que siga directamente el accionar de los barras. Esto quedará oficializado dentro de 10 días", aseguró Santilli.
La caída de Marot era esperada por varios desde que se suspendió la final, pero la pelea entre Nación y Ciudad para determinar quién había sido responsable del bochorno dejó todo en suspenso. Porque la esquina de Libertador y Lidoro Quinteros, donde sucedieron los hechos más graves sobre el micro de Boca, tenía presencia de policías pero también de Prefectura, que responde a la ministra Patricia Bullrich, y que estaba en la primera fila de contención.
Pero más allá de los dislates y la desconexión entre ambas fuerzas, que tenían como base de sustento una interna que hoy todos dicen está saldada, la causa judicial sobre lo ocurrido continuó y -como informó en exclusiva Infobae- se constató que cuatro grupos de combate fueron retirados de la zona 15 minutos antes del paso del vehículo con el plantel de Boca.
Las explicaciones policiales sobre un reagrupamiento de fuerzas en Figueroa Alcorta donde se suponía que había otro conflicto no fueron consideradas demasiado consistentes y la cabeza de Marot terminó rodando. ¿Será la única?
En los tribunales porteños siguen adelante con la idea de presentar el informe final a fin de mes y llevar a los estrados a varios funcionarios de la fuerza por omisión de recaudos de seguridad, una figura que tiene pena de multa y arresto de hasta 60 días y siempre se aplicó a los clubes y sus directivos, pero jamás a integrantes de la Policía o responsables políticos. En Gobierno porteño creen que ya ofrecieron lo suyo, Ocampo y ahora Marot, para parar el escándalo.
En reemplazo del ex jefe policial, la Ciudad nombró como nuevo jefe de Seguridad Deportiva al comisario mayor Alejandro Nicolás Germino, que venía desempeñándose desde el año pasado al frente de la división Investigación y Prevención del Delito en las comunas Norte y Este de la Capital Federal.
Germino proviene también de la Policía Federal, fue ascendido a comisario cuando la ministra del área era Nilda Garré y ya tuvo un paso como encargado de la cartera de Prevención de la Violencia en el Fútbol en 2013, en una función más de auditor que ejecutiva, que estaba bajo su área porque había sido nombrado Jefe del Departamento de Espectáculos Públicos.
El antecedente igual no es muy auspicioso: fue el año donde se determinó la suspensión del público visitante en los estadios argentinos tras el crimen del hincha de Lanús, Javier Gerez, el 10 de junio en el Estadio Único de La Plata, y que quedó marcado a fuego por la sangrienta interna de la barra de Boca que se enfrentó a los tiros un mes más tarde, el 21 de julio, en la previa de un partido frente a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, y que había tenido una alerta en la propia prensa el día anterior sobre lo que podía suceder. Esa alerta fue desechada, algunos plantearon que no sólo por negligencia, y el partido donde se iba a intentar retomar el fútbol con ambas hinchadas terminó suspendido y con dos cuerpos inertes tirados en el asfalto.
De aquel momento pasaron ya casi 6 años pero el fútbol sigue sin visitantes por una violencia que no cesa. Ojalá se haya aprendido lo suficiente para empezar a pacificar la pelota, dar vuelta la página y volver a tener un espectáculo en paz. Ojalá.