24CON – En carne viva
"El Peine", el pibe para el que la vida no vale un pelo
Tiene 13 años, está detenido y tiene miedo. El fiscal está seguro de que si lo liberan, volverá a matar.
Tiene 13 años. Tiene miedo.
Miedo por lo que puede pasarle en un ámbito ajeno, desconocido. Está detenido y “El Peine”, así llamado por su prolijo flequillo, está desorientado, desarmado, indefenso.
“Cuando lo vi parecía un nene temeroso de 10 años”, le dijo a 24CON Fabián Hualde, uno de los fiscales que mandó a allanar su domicilio en el conocido barrio de Ejército de Los Andes (Fuerte Apache).
Hualde, titular de la fiscalía del Fuero de la Responsabilidad Juvenil de San Martín, cuenta que la primera vez que lo detuvo fue por un par de robos de autos. “Todavía no era tan famoso como hoy, pero ya se lo conocía porque formaba parte de importante banda dedicada a robar automotores. El allanamiento dio negativo”, recuerda Hualde. A esta altura se sabe que muchos de estos grupos, en los que se mezclan mayores y menores y que han copado las villas del conurbano, manejan cierta inteligencia e información exclusiva.
Hace unos días recorrí la Villa 9 de Julio en San Martín. Conocida como la Narcovilla, está manejada por varias bandas que se matan y ajustan sus cuentas a diario como muestra de poder y del control del territorio. Allí asesinaron a Edgardo Kleyer, un joven de 19 años que tenía cierta ascendencia sobre los chicos del barrio. Y molestaba. Y lo mataron. Soledad, su madre dice que “se lo confundieron con otro” aquella noche en que tres salieron de ese laberinto de pasillos y recovecos y le dieron, al menos, tres tiros fatales. Otras versiones cuentan que Edgardo se entremezclaba entre las bandas para pasar información de una a otra e, incluso, a la policía. En esa villa, como en la mayoría, las familias pertenecen a unos o a otros. Nadie puede quedar afuera de los narcos. La madre de Edgardo que tiene 9 hijos (seis mujeres) niega dedicarse a la venta de droga aunque reconoció que le “ofrecieron hacer de timbrera avisando cuando aparece la policía”. El trabajo de timbrero o avisador es el eslabón más bajo de la cadena Narco, pero también asegura cierto ingreso y disminuye los riesgos de ser considerado “buchón”. Ahora ella dice tener miedo: hace unos días la atacó un ejército de (20) mujeres “le rompió la nariz a una de sus hijas, a otra la mordieron y le rompieron lo pocos vidrios y maderas que tienen en su casilla calurosa de dos por dos dónde duermen apiladas en camas cuchetas. En la 9 de Julio, como en muchas villas del conurbano la mayoría de los pibes laburan como transas, las mujeres (madres, novias o amantes de los narcos) venden información y se encargan de esconder, en canastos con ropa, la droga y las armas cuando hay allanamientos. Hasta algunas remiserías son cómplices porque les viene bien para hacer más viajes.
En Tres de Febrero pasa lo mismo. En Fuerte Apache, en la Carlos Gardel, en la Villa los rusos, los clanes manejan los hilos del delito. El Peine es hijo de un albañil y sus dos hermanos trabajan. Tal vez sea el entorno, entonces, el que explique el destino precoz de este chico que, según Hualde, “mata porque no tiene composición del valor de la vida humana”.
El debate sobre la baja de edad de imputabilidad es un tema que interesa a Hualde. Para él, los menores deben ser “imputables desde los 14 años (ahora es a los 16). En los Estados Unidos los menores son imputables desde los 13 y en Gran Bretaña a los 10”. Para el fiscal “el menor es como una plastilina. Por eso hay que modificar los Institutos y acompañar al chico un equipo interdisciplinario que lo ayuden en su educación, en el valor de la vida”.
Un valor que cotiza distinto en el código actual del delito. Con el asesinato del gendarme Omar Centeno, de 28 años, que recibió un disparo desde muy corta distancia, se muestra que el valor de la vida es propio del vampirismo. Matar parece ser una consigna ineludible para estas bandas conformada por mayores y menores que piensan en cada día como el último. El gendarme oriundo de Salta, casado y padre de dos bebés, que se encontraba de guardia en una garita de Fuerte Apache, fue asesinado de un balazo en la cabeza “como muestra de poder”. Centeno estaba cumpliendo sus funciones en el puesto número 15, ubicado en las calles Riccheri y San Ignacio.
Las mismas calles donde caminaba hasta hace pocos días El Peine.
La semana siguiente al allanamiento a la casa del menor fue asesinado el remisero Carlos Alberto Bonano, de 40 años cuando trataron de robarle y se resistió colgándose del vehículo de los ladrones y fue arrastrado durante unas cuadras mientras peleaba con los tres delincuentes. Los ladrones lo tiraron y el hombre cayó muerto, mientras que los jóvenes escaparon, aunque luego dos de ellos quedaron detenidos. Uno era El peine.
“El problema de estos chicos es el lugar dónde se crían en un entorno de pobreza, falta de contención (…) a veces terminan apretando el gatillo porque se sienten amenazados. Por eso hay que sacar al chico de ahí: por su propio bien y por el del resto de la sociedad”.
Difícil de calcular la cuestión de la imputabilidad si hoy los Institutos donde deben alojarse son escuelas del crimen a puertas abiertas. Mientras tanto, Las Kleyer, en la 9 de Julio, son un símbolo de la nueva vida en las villas del conurbano. A Soledad no sólo le mataron el hijo. Antes, la mafia de la prostitución le había matado a su primer marido. Su hermano murió de SIDA y su actual esposo es alcohólico. No le queda otra que abrazar a sus hijas que van de 15 a 28 años para tratar de salir adelante. Ni siquiera piensan en estudiar, sólo esperan sobrevivir en un territorio dónde se cuentan las horas. En la misma jurisdicción, el Peine sigue preso a disposición del Juzgado de Menores 1 de San Martín.
- ¿Qué pasa Hualde si El peine queda en libertad?
- Si queda libre va a volver a robar o a matar.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- ¿Por qué?
- Porque el entorno lo condiciona.
Miedo por lo que puede pasarle en un ámbito ajeno, desconocido. Está detenido y “El Peine”, así llamado por su prolijo flequillo, está desorientado, desarmado, indefenso.
“Cuando lo vi parecía un nene temeroso de 10 años”, le dijo a 24CON Fabián Hualde, uno de los fiscales que mandó a allanar su domicilio en el conocido barrio de Ejército de Los Andes (Fuerte Apache).
Hualde, titular de la fiscalía del Fuero de la Responsabilidad Juvenil de San Martín, cuenta que la primera vez que lo detuvo fue por un par de robos de autos. “Todavía no era tan famoso como hoy, pero ya se lo conocía porque formaba parte de importante banda dedicada a robar automotores. El allanamiento dio negativo”, recuerda Hualde. A esta altura se sabe que muchos de estos grupos, en los que se mezclan mayores y menores y que han copado las villas del conurbano, manejan cierta inteligencia e información exclusiva.
Hace unos días recorrí la Villa 9 de Julio en San Martín. Conocida como la Narcovilla, está manejada por varias bandas que se matan y ajustan sus cuentas a diario como muestra de poder y del control del territorio. Allí asesinaron a Edgardo Kleyer, un joven de 19 años que tenía cierta ascendencia sobre los chicos del barrio. Y molestaba. Y lo mataron. Soledad, su madre dice que “se lo confundieron con otro” aquella noche en que tres salieron de ese laberinto de pasillos y recovecos y le dieron, al menos, tres tiros fatales. Otras versiones cuentan que Edgardo se entremezclaba entre las bandas para pasar información de una a otra e, incluso, a la policía. En esa villa, como en la mayoría, las familias pertenecen a unos o a otros. Nadie puede quedar afuera de los narcos. La madre de Edgardo que tiene 9 hijos (seis mujeres) niega dedicarse a la venta de droga aunque reconoció que le “ofrecieron hacer de timbrera avisando cuando aparece la policía”. El trabajo de timbrero o avisador es el eslabón más bajo de la cadena Narco, pero también asegura cierto ingreso y disminuye los riesgos de ser considerado “buchón”. Ahora ella dice tener miedo: hace unos días la atacó un ejército de (20) mujeres “le rompió la nariz a una de sus hijas, a otra la mordieron y le rompieron lo pocos vidrios y maderas que tienen en su casilla calurosa de dos por dos dónde duermen apiladas en camas cuchetas. En la 9 de Julio, como en muchas villas del conurbano la mayoría de los pibes laburan como transas, las mujeres (madres, novias o amantes de los narcos) venden información y se encargan de esconder, en canastos con ropa, la droga y las armas cuando hay allanamientos. Hasta algunas remiserías son cómplices porque les viene bien para hacer más viajes.
En Tres de Febrero pasa lo mismo. En Fuerte Apache, en la Carlos Gardel, en la Villa los rusos, los clanes manejan los hilos del delito. El Peine es hijo de un albañil y sus dos hermanos trabajan. Tal vez sea el entorno, entonces, el que explique el destino precoz de este chico que, según Hualde, “mata porque no tiene composición del valor de la vida humana”.
El debate sobre la baja de edad de imputabilidad es un tema que interesa a Hualde. Para él, los menores deben ser “imputables desde los 14 años (ahora es a los 16). En los Estados Unidos los menores son imputables desde los 13 y en Gran Bretaña a los 10”. Para el fiscal “el menor es como una plastilina. Por eso hay que modificar los Institutos y acompañar al chico un equipo interdisciplinario que lo ayuden en su educación, en el valor de la vida”.
Un valor que cotiza distinto en el código actual del delito. Con el asesinato del gendarme Omar Centeno, de 28 años, que recibió un disparo desde muy corta distancia, se muestra que el valor de la vida es propio del vampirismo. Matar parece ser una consigna ineludible para estas bandas conformada por mayores y menores que piensan en cada día como el último. El gendarme oriundo de Salta, casado y padre de dos bebés, que se encontraba de guardia en una garita de Fuerte Apache, fue asesinado de un balazo en la cabeza “como muestra de poder”. Centeno estaba cumpliendo sus funciones en el puesto número 15, ubicado en las calles Riccheri y San Ignacio.
Las mismas calles donde caminaba hasta hace pocos días El Peine.
La semana siguiente al allanamiento a la casa del menor fue asesinado el remisero Carlos Alberto Bonano, de 40 años cuando trataron de robarle y se resistió colgándose del vehículo de los ladrones y fue arrastrado durante unas cuadras mientras peleaba con los tres delincuentes. Los ladrones lo tiraron y el hombre cayó muerto, mientras que los jóvenes escaparon, aunque luego dos de ellos quedaron detenidos. Uno era El peine.
“El problema de estos chicos es el lugar dónde se crían en un entorno de pobreza, falta de contención (…) a veces terminan apretando el gatillo porque se sienten amenazados. Por eso hay que sacar al chico de ahí: por su propio bien y por el del resto de la sociedad”.
Difícil de calcular la cuestión de la imputabilidad si hoy los Institutos donde deben alojarse son escuelas del crimen a puertas abiertas. Mientras tanto, Las Kleyer, en la 9 de Julio, son un símbolo de la nueva vida en las villas del conurbano. A Soledad no sólo le mataron el hijo. Antes, la mafia de la prostitución le había matado a su primer marido. Su hermano murió de SIDA y su actual esposo es alcohólico. No le queda otra que abrazar a sus hijas que van de 15 a 28 años para tratar de salir adelante. Ni siquiera piensan en estudiar, sólo esperan sobrevivir en un territorio dónde se cuentan las horas. En la misma jurisdicción, el Peine sigue preso a disposición del Juzgado de Menores 1 de San Martín.
- ¿Qué pasa Hualde si El peine queda en libertad?
- Si queda libre va a volver a robar o a matar.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- ¿Por qué?
- Porque el entorno lo condiciona.
Periodista. Cronista del Programa GPS. Especial para 24CON