La macabra historia de los aviones de Cno. de Cintura
Están a la vera del camino. Hoy son llamativos carteles publicitarios, pero uno de ellos tiene un oscuro pasado que mancha a los otros.
En 1995 el periodista Horacio Verbitsky se topó con una lúgubre confesión: el ex capitán de corbeta Adolfo Scilingo, represor condenado de la ESMA, le contó con lujo de detalles cómo se armaban los llamados “vuelos de la muerte”. “Participé de dos traslados aéreos – le reveló-... el primero de ellos con 13 subversivos a bordo de un Skyvan de la Prefectura, y el otro con 17 terroristas en un Electra de la Aviación Naval”. Los detenidos fueron anestesiados y arrojados desde el aire a aguas del Atlántico Sur.
Cuarenta años en 10 kilómetros
Es una de las zonas más transitadas y pobladas del Conurbano Bonaerense. La Ruta 4, más conocida como Camino de Cintura, guarda un secreto tan macabro como pintoresco. Está enclavado en el trayecto que va desde la rotonda de San Justo (cruce con la Ruta 3) hasta la rectificación del Río Matanza, tierras de Esteban Echeverría. El tramo está adornado con tres aviones. Todos con un similar propósito: llamar la atención. Pero en el fondo, los aeroplanos son algo más que simples vecinos. Uno fue protagonista, y los otros dos comparten historias relacionadas con los “vuelos de la muerte”.
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El Bac 1-11, rey de los cielos y de los cafés
En tierra y desprovisto de motores, el BAC 1-11 se muestra impecable, pero lejos de sus mejores épocas. Hace décadas que dejó de volar bajo la bandera de Austral. En el epicentro de San Justo, a metros del shopping y al costado de un lavadero de autos, se emplaza sobre una pesada estructura metálica. Es un avión comercial de fabricación británica que en su formato original estaba equipado con dos turbinas cerca de su cola y tenía capacidad para transportar poco más de 80 pasajeros. Hoy, la ecuación es muy distinta. Al igual que todos los BAC del mundo, está dado de baja y, literalmente, desplumado. También le falta un ala.
“Lo compré hace 14 años. Pero pude ponerlo recién en noviembre del año pasado”, explicó a 24CON Ángel Pasquariello, propietario de la mole y dueño de la empresa de logística Trans-Sur S.R.L. “Quiero que la gente conozca el lugar por el avión”, señaló al contar cómo idealiza la plazoleta cuando termine las canchas de fútbol que está edificando y se pueble aún más la cafetería Modena.
Ángel no conoce mucho de aviones pero sí de negocios. Es italiano y llegó al corazón de la capital matancera, donde amasó su pequeña fortuna, cuando tenía 3 años, a mediados de la década del ‘50. Siempre trabajó en la zona y desde hace 17 tiene su lavadero en una pequeña manzana frente a la rotonda. El negocio se expandió y ahora es pizzería y heladería. “Es un llamado de atención. Es una cosa media loca que en Argentina no tenemos. Quiero armar mesas dentro del avión pero por ahora está habilitado como cartel publicitario”, dijo.
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Según contó, no quiso copiar ninguna idea y para ello viajó a distintas partes del mundo donde sabía que había aeronaves re utilizadas. “Fui a Costa Rica porque había un avión en un boliche, pero era solamente una barra. En Italia tenían un Jumbo pero tenía mesitas adentro y nada más, no dice nada”.
El BAC está instalado sobre soportes de hormigón. Colocarlo demoró 30 días. La idea original lo plantaba sobre el techo de la pizzería, pero los vientos de abril de 2011, provocados por los tornados de Semana Santa, convencieron al empresario de ubicarlo cerca del piso. Los trabajos de los soportes estuvieron a cargo de un ingeniero y desde el exterior se ven los hierros que lo dejan inmóvil.
Su interior muestra el paso del tiempo y de manos ajenas. “Cuando lo compré estaba completo. Pero al tenerlo en el galpón, mucha gente se llevó un souvenir. Ahora no tiene relojes ni nada de la cabina”, grafica el italiano.
El pasado del avión “cafetero” no está manchado. No registra accidentes ni mitos. Sin embargo, por la zona, más de un curioso pregunta sobre historias ajenas. “Siempre me preguntan si este se usó para tirar gente al río durante la dictadura. Y nada que ver. Incluso, los que saben, me explicaron que este no podía abrir sus puertas en vuelo”. Aunque, tras una hora de charla y al hablar del “corredor de los aviones de Camino de Cintura”, Pasquariello desliza: “Se lo compré al muchacho del depósito de máquinas”. Ese es el dueño del Electra.
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Un checo perdido en el Conurbano profundo
A pocos kilómetros de la rotonda una imagen similar se repite como figurita. Otro avión aparece en escena. La dirección es clara gracias a una ayuda natural: es la intersección de Camino de Cintura y el Río Matanza.
Izado sobre un pedestal, pareciera recordar los tiempos de vuelos por la Europa soviética y, luego, por la América neoliberal. Y como “la X siempre marca el lugar”, el avión les señala a los aventureros dónde parar. Se trata de un bimotor blanco de ala baja acomodado de costado en la entrada del Centro Universitario de Aviación (CUA). Un especimen poco visto y desconocido para estas tierras. Es un Morava L-200 checo que llegó volando, junto con otro del mismo modelo, a manos de los socios del CUA.
El Morava es un avión pequeño y liviano, utilitario, fabricado en la década del ‘50 en la ex Checoslovaquia por la firma LET. Se construyeron algo más de 350 ejemplares. Es, en resumidas cuentas, una verdadera rareza.
“Los manuales estaban en Checo y había un problema de certificación en Argentina. Entonces nunca llegaron a habilitarse. No pudieron volver a volar. En esas épocas había una escuela técnica en el aeródromo, entonces se donaron como material didáctico. Cuando la escuela se fue, los aviones quedaron tirados”, explicó a este medio Guillermo Casinelli, Piloto Instructor del Centro.
Más de cuatro décadas se hicieron carne en la pintura de los Moraba, que las durmieron luna a luna al aire libre. Ello hizo imposible su recuperación. Entonces, eligieron al más sano y lo instalaron en la entrada del bautizado "Aeródromo Matanza". Raro y distinto a otros aviones, principalmente de factoría norteamericana, el checo se transformó en el “Gate Guardian” del CUA.
“Por pura burocracia no pudieron volver a los aires. Ni como experimentales. Es irónico: llegaron volando pero no se podían usar. Y después, cuando pasaron por la escuela técnica ya no tenían motores, ni nada. Nos hemos subido al del pedestal y vimos que tiene instrumental traducido del checo al castellano, lo que demuestra que los quisieron habilitar”, destacó el instructor. El hermano gemelo, que se encontraba en peor estado, se está transformando en un simulador avanzado. Le cortaron las alas y la cola y su cabina fue ingresada a un salón del CUA donde los técnicos actualmente lo están modificándolo para contar con un tablero simple y comandos comunes a los aviones en dotación del aeródromo.
“Es un avión diseñado para clima muy frio y áspero. Según lo que pudimos traducir del manual, tiene sistemas de calefacción en motor y cabina. Tiene motores lineales y muy pesados, con turbocargadores”, explicó el instructor.
El Centro Universitario de Aviación recibe gente de todas partes. Debido a los cursos de piloto privado, instructor e inglés aeronáutico, llegan personas que no sólo aman volar sino que con el sólo hecho de ver a las bestias en el aire, sacian sus ansias de vértigo. Los ex pilotos son un claro ejemplo. Y la confitería que allí funciona es un lugar clave: entre los visitantes, y según los rumores que circulan dentro de la escuela, asiduamente se presenta un ex piloto naval ya entrado en años quien habría volado el tercer avión, el Electra. “Él dice que no sabía lo que llevaba. Dice que tenía un itinerario, que tenía que volar sobre el río y nada más. Que pensaba que sacaban fotos desde el avión hacia la costa, nada más”, relató Casinelli sobre una de las historias más macabras de la última dictadura militar.
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Electra: entre la vida y la muerte
Al 8300 del mismo camino, sobre un montón de máquinas y chatarra, escudriña la ruta el tristemente célebre Electra. Paradójicamente este avión tiene dos historias antagónicas que se dirimen entre la vida y la muerte. El L-188 de matrícula 5-T-3 Río Grande, es un avión comercial de transporte que fue utilizado por la Armada Argentina para dos misiones tan opuestas que parecen cuento: fue uno de los tres Electra activos en la Guerra de Malvinas, (junto con los 5-T-1 y 5-T-2) y que participaron del rescate de los sobrevivientes del naufragio del Crucero General Belgrano (según el Museo de Aviación Naval, la flota tiene 27 aterrizajes en Puerto Argentino). En contraste, también fue protagonista de los “Vuelos de la Muerte”, donde, según Scilingo, desaparecieron a 4400 personas. Él confesó haber arrojado al agua a 30 de ellas.
El L-188 Electra es un avión de carga y transporte de mediano porte con cuatro motores turbohélice que operó el Comando de Aviación Naval de la Armada desde la década del ‘70 hasta los últimos años de los ochenta. Fue fabricado por Lockheed, el mismo constructor norteamericano que produce el C-130 Hércules, avión más conocido en el Conurbano por ser de dotación de Fuerza Aérea y operar desde El Palomar. Lejos de sus épocas de servicio, el avión está “pelado”, muestra en sus alas los trabajos de desguace y ensamble pero aún lleva la bandera argentina en su deriva y escudos de las unidades militares donde operó.
Hoy tiene un destino impensado. “Lo compré para hacer un homenaje a los héroes de Malvinas. Tenía intención de armar una suerte de museo, con la posibilidad de proyectar películas dentro, para los chicos de las escuelas”, contó a 24CON Jorge Ramírez, su actual dueño. El hombre reveló que el Electra se lo compró a la Armada en 1997 y no conocía su pasado. Este formaba parte de un lote que tenía valor por su aluminio y no por su capacidad de vuelo. Era sólo un fuselaje. Lo ensambló sobre su empresa “Expomaquina” como un método publicitario. “Quería inaugurarlo a los 20 años de la Guerra pero no pude”, dijo Ramírez, quien curiosamente era cuñado del piloto Raúl Tejedor, hombre que comandaba el Cessna donde murieron Agostino Rocca (el entonces presidente de Techint), él y otras nueve personas al caer en Roque Pérez en 2001. “Está inhibido judicialmente desde hace varios años. No se lo puede tocar, no puede subir nadie. No le puedo hacer ningún cambio”, destacó el dueño.
Según confiaron a este medio desde el juzgado en lo Criminal y Correccional Federal Nº12, donde Sergio Torres lleva adelante las causas ESMA y Campo de Mayo, el avión continúa inhibido hasta la actualidad ya que “forma parte de la megacausa ESMA”. Esto quiere decir que Ramírez está imposibilitado de realizarle “cualquier tipo de reforma”, incluso “no debería siquiera subir a él”.
Muchos de los pilotos que volaron este avión en sus épocas oscuras continuaron sus vidas en el mundo aeronáutico. Algunos pasaron en los ochenta a las filas de Austral y otras líneas aéreas y hoy están en libertad. Quizá uno de ellos sea el que visita esporádicamente el aeródromo de La Matanza. A recordar quién sabe qué cosa.
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26 septiembre de 2013
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