Así salvan a las mulas que tragan cocaína en cápsulas

24CON visitó el único centro del país especializado en atender a quienes trafican droga en sus cuerpos. Métodos, estadísticas e historias increíbles.

 

Ángel V. nació en Bolivia y tiene 43 años. Está asustado, el sudor en su frente lo deja en evidencia, tal como le ocurrió 48 horas atrás en Aeroparque, cuando fue detenido por la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Ahora mira a través de un vidrio mientras se cambia. No tuvo suerte: sólo una de cada seis mulas son descubiertas antes de emprender viaje y esta vez le tocó a él.
 

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Los uniformados lo “olfatearon” cuando iba a tomar un vuelo rumbo a España con escala en Brasil. No fue sólo por el pasaporte falso, sus nervios terminaron por delatarlo: lo sometieron al escáner y el aparato chilló de forma extraña. Automáticamente lo trasladaron al Hospital Interzonal de Ezeiza, donde funciona el único “Centro (o Unidad) de Encapsulados” del país. La primera placa demostró que el hombre estaba, efectivamente, ingestado y en poco menos de dos días evacuó casi un kilo de cocaína en cápsulas de cien gramos cada una.

La historia de Ángel no es única ni es nueva, pero sí es la última de las más de 500 que se detectaron en el país desde 1994, cuando se inauguró el Centro. En este lapso se incautaron aproximadamente un total de 37.300 paquetes, equivalentes a 373 kilos de cocaína y un monto total de 5.595.000 de euros, o el triple de este monto si se vendiera en Asia.

“Hotel” de mulas

El asesinato de Pablo Escobar, el narco más importante de Colombia, en 1993, provocó la movilización regional de los carteles de drogas. Lo que obligó a los traficantes a buscar nuevas vías de exportación, tanto a Europa como a Estados Unidos. Y la apertura de las fronteras Argentinas, impulsada por el incipiente Estado neoliberal, se convirtió en un horizonte potable para los “camellos sudacas”. “Nos lo veíamos venir, por eso creamos este Centro”, dice a 24CON la doctora Graciela Sorrentino, quien fue el cráneo principal del proyecto que está cerca de cumplir 20 años. En ese entonces funcionaba en una construcción más precaria ubicada en el Barrio 1, dentro del Hospital Madre Teresa de Calcuta. Aunque también tiene su cuota de azar: “Además, fuimos receptores por una cuestión de cercanía con el Aeropuerto”, sostiene la especialista.
 

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Hoy el lugar está conformado por dos habitaciones selladas (linderas a Terapia Intensiva), con tres camas cada una. Tienen grandes ventanas que dan a una sala de estar, donde hay una camilla y distintos instrumentos médicos. Dentro de cada cuarto el detenido tiene un inodoro portátil donde realiza sus deposiciones. Generalmente ellos mismos revuelven la materia fecal para separar la droga. El procedimiento tarda varias horas, incluso días, tal como le sucedió a “V”.
 
Explosión y sobredosis

Ser “mula” puede afectar seriamente la salud. Si una de esas cápsulas se rompe, la droga va directo al torrente sanguíneo y el paciente puede morir aunque esté rodeado de médicos. “Por eso se los llama ‘bomba de tiempo’ porque a veces, estando internados o no, se pueden morir igual con todo el personal atendiéndolos”, cuenta Sorrentino, quien hace un mes fue ascendida a Directora Ejecutiva del Interzonal doctor Alberto Antranik Eurnekian.

 

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En ese caso, hay que operarlos de urgencia porque “el efecto de la cocaína no tiene antídoto y el contenido del paquete, tanto como el paquete mismo, hay que retirarlo”, señala la doctora. Un 5% requiere cirugía por filtraciones y de ese número un 2% termina en fallecimiento. 

 

El destino de las cápsulas

Mientras Ángel se pone su camisa y espía detrás del vidrio, Sorrentino fiscaliza la pila de sobres de papel que se amontona sobre la mesa. Cada uno de ellos pertenece a una deposición del detenido y el médico es el encargado de firmar la constancia de la cantidad de droga que fue hallada y del estado de salud del paciente. Para la profesional no es noticia, pero el ambiente está tan hediondo como un baño público.
 
“Muchas veces (las cápsulas) las pasamos por lavandina porque queda la mezcla del olor a la coca y a la materia fecal. Luego se ensobran en nylon y para terminar se meten en éstos sobres de papel y por cada uno de ellos se labra un acta que va a parar a la fiscalía”, explica la médica.

No es lo normal, pero muchas veces las cápsulas tienen un tamaño de hasta 8 centímetros de largo por 1,5 de ancho. Para ello, las “mulas” tienen una etapa de duro e inhumano entrenamiento.
 
El perfil de las mulas

Las personas que se someten al tráfico de droga por esta vía son humildes y arriesgan su vida por la necesidad de dinero. Sólo el 7 por ciento son mujeres. En cuanto al origen se detectó que el 62% eran de Sudamérica (Perú, sobre todo, con el 57%, además de Bolivia, Paraguay y muchos de Argentina) y el 38% de otros continentes (Sudáfrica, sobre todo, con el 42% e incluso de Europa), tal como lo destacó en conferencia de prensa el Ministro de Salud provincial Alejandro Collia.

Antes de tragar las cápsulas, las mulas están en ayunas durante algunos días o les dan comidas muy livianas para tener liberado el intestino y poder transportar más cantidad. También toman antidiarreicos y antiespasmódicos, para calmar los insoportables dolores intestinales.

 


“Practican con uvas congeladas u otros alimentos similares. Por ejemplo, por comentarios de ellos mismos, sabemos que les hacen tragar cosas sólidas y según la capacidad, es el tamaño de cápsula que tienen. Algunos practican tragando pedazos de zanahoria cruda y, en el Norte, nos han llegado a contar que practican con pedacitos de vela”, resume Sorrentino y detalla: “Llevan cocaína prensada (tienen máquinas para ello) envueltas en dedos de guante, film o carbónico, con cualquiera de ellos queda sellada. Dependiendo de la calidad del envase va a ser la seguridad o no del paciente. La mayoría de ellos no tiene idea con qué están armados los paquetes”.

Tardan generalmente unas 30 horas en evacuar todas las cápsulas. Aunque puede variar el tiempo según la cantidad que se haya introducido: el promedio es de 80 unidades por persona, aunque el hospital cuenta con el récord mundial de paquetes encontrados en un mismo cuerpo: 298.

Según la doctora, el 99% de los pacientes que trata son "tranquilos". Sin embargo, hubo un caso que sacudió la rutina de la Unidad. “El más cruento fue el de una chica sudafricana con una historia terrible. Era adicta, alcohólica, HIV positivo y estaba ‘jugada’. Se puso furiosa. Agresivamente atacó a la agente. La policía intentó detenerla y cuando fuimos a inyectarla para calmarla nos arrebató la jeringa y pinchó a una de las custodias de la policía. Tuvimos que tomar todas las precauciones por HIV a la policía, quien finalmente no fue infectada".

 

 

10 de julio de 2013