Desde adentro: la noche que Boca jugó sin público

24CON estuvo en la Bombonera y vivió un partido atípico, en el que ni siquiera hubo olor a choripanes

 

La llovizna persistente puede escucharse. El crujir de los pasos sobre los pequeños charcos de la calle Irala se mezclan con el sonido de algún auto que pasa unas cuadras más allá. No hay humo ni olor a choripanes. Tampoco embotellamiento. Prácticamente no hay gente en la fría la noche de La Boca. Un cordón de policías, a dos cuadras de la Bombonera, es el primer indicio de que hay partido. Eso y las luces azules y amarillas del estadio que prenden y apagan como sin ganas.

El acceso al sector de prensa está más custodiado que de costumbre. Policías acompañan a los empleados del club que toman nota de los periodistas que ingresan a la platea. Ellos –300 acreditados- y algunos dirigentes son los únicos que podrán ver Boca-Colón desde el lugar de los hechos. Por las bengalas en el partido contra River, el club fue sancionado con un duelo a puertas cerradas (ver Boca jugará sin público su próximo partido de local). Es por eso que los hinchas, pese al clima y la prohibición de acercarse al estadio, se reunieron a 200 metros para alentar -al menos simbólicamente- al equipo de Carlos Bianchi.

Los fuegos artificiales pueden verse sobre los palcos desnudos. Los simpatizantes presienten que sus ídolos saltan a la cancha. Encabezados por Agustín Orion, su capitán, Boca entró a un estadio silencioso. La salida del equipo, uno de los momentos más espectaculares de cualquier partido de fútbol, esta vez pasa desapercibido. Colón, a los pocos minutos, hace lo propio. La manga inflable debe abrirse por cuestiones de publicidad, pero es realmente innecesaria. No hay riesgo para los jugadores visitantes.

Se siente el pitazo inicial. Se oyen, también, las voces de los futbolistas cuando piden la pelota o protestan alguna decisión del juez Néstor Pitana. El “¡Salgan!”, ese grito gutural de un defensor central para ir hasta la mitad de la cancha, resuena por todos los pasillos. El sonido de los botines al impactar contra la pelota también puede sentirse, palparse. “Parece la Play”, compara uno de los periodistas en voz alta.

El gol, eso sí, se grita. Pero no son las miles de gargantas que suelen colmar las tribunas. Ahora puede escucharse a los relatores de radio que están en los pupitres estirar hasta quedarse sin aire el canto sagrado. Juan Manuel Martínez, dicen, de cabeza puso el 1 a 0.

El final está cerca. Puede advertirse en el nerviosismo con que unos defienden y la desesperación con que otros atacan. Cuando Pitana termina el partido no hay explosión ni saltos. Los gritos de los futbolistas Xeneizes se trasladan por el aire y se diluyen en la noche. Boca volvió al triunfo en un silencioso y extraño partido.

 

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19 de mayo de 2013