El legado de Winner

El último circo no sabe qué hacer con todos sus leones

Es el último espectáculo que lleva animales en cautiverio. Recorren el conurbano y aunque quieren soltarlos, nadie recibe a sus fieras.

La muerte del oso polar en el zoológico porteño generó una ola de indignación tal que reinstaló el reclamo de varias organizaciones protectoras de animales que suponen que esos sitios son instituciones perimidas y que hay que clausurarlas, directamente.

Pero lo que los conservacionistas acérrimos no pueden responder es qué se hace con los animales ya acostumbrados a sus jaulas, que no se encuentran solamente en los zoológicos. El caso del Circo Mágico Houdini, último que circulaba con animales en territorio bonaerense, es un buen ejemplo de esta lucha responsable para la mejor vida de los bichos: se alió con organizaciones ecologistas para construir un santuario en el que los últimos ocho leones pasen sus años de jubilación en paz. Piden a los municipios o al sector privado la donación de algunas hectáreas en que se garantice un buen trato a los animales que vayan sacando de circulación los otros tres circos que trabajan en el norte argentino porque, pese a que se cree lo contario, al actividad circense con animales no está prohibida en la Argentina.

De modo que, independientemente de la curiosidad que supone el hecho de que la muerte del oso Winner haya generado más indignación que la muerte por frío de seis personas en situación de calle durante el crudo invierno porteño, lo que queda claro por estos días es que la oposición rabiosa a los zoológicos deberá considerar una estrategia alternativa si lo que pretende es mejorar la vida de los animales.  

 

Los veterinarios sostienen que lo peor que puede ocurrirles a los animales adultos acostumbrados a recibir la comida es el estrés producido por la pérdida de su hogar, pero los proteccionistas insisten en que los circos y los zoológicos deben "liberar" a los animales que ya se acostumbraron al cautiverio.

"Son mi familia", dice Gabriel Ayroldi, presentador del Circo Houdini y responsable de este verdadero emprendimiento familiar fundado por su padre.

"Amo al circo y a los animales, mi peor momento fue cuando me los secuestraron", comenta. A mediados de 2010, el Circo Mágico Houdini ya era el último que circulaba con leones por las distintas localidades bonaerenses, pero las presentaciones se complicaban cada vez más porque las asociaciones protectoras de animales de los distintos pueblos "escrachaban" al circo cada vez que intentaba estrenar. "En un pueblo no me dejaron actuar con ellos, entonces tuve que llevarlos a una quinta para que el circo pudiera hacer la función, para amortizar el viaje, y ahí cayó una intervención judicial, porque los leones sólo tienen permiso para estar adentro del circo", dice.

En ese momento, Ayroldi decidió no trabajar más con los leones. Los dolores de cabeza que le daban las denuncias por supuestos malos tratos nunca comprobados lo obligaban a readecuar el espectáculo. Pensó que así se terminaba el problema, pero en realidad, ahí recién empezaba. ¿Dónde se deja a unos leones a los que uno quiere como a un familiar? La respuesta a esa pregunta sigue sin respuesta, pese a los interminables recorridos por pasillos de funcionarios y despachos judiciales para conseguir un destino para sus animales. "Yo entiendo que el circo debe evolucionar: en eso estamos. Incorporamos más números de altura y más payasos, pero necesito que alguien me diga dónde dejar los bichos, porque no se los voy a dar a cualquiera", dice.

La combinación de nuevos artistas profesionales con la mala prensa del circo con animales hizo que la vieja estructura del circo-familia-carpa se volviera crecientemente antieconómica. Y los primeros que desaparecieron de la escena fueron los animales. Pero ¿dónde van?

Lo primero que se le ocurre a cualquiera es llevarlos al zoológico. Eso es, al menos, lo que piden las asociaciones protectoras de animales que protestan contra los circos, probablemente desconociendo que los zoológicos no están interesados en sumar animales que ya tienen porque abultan los costos y no aportan público. Y esto, sin tener en cuenta el sinsentido de que también pesa sobre los zoológicos la condena y el pedido de cierre.

Según Ayroldi, los leones consumen cerca de 1500 pesos semanales en comida (se alimentan de carcazas y menudos que algunos frigoríficos separan especialmente, aunque lo que más les gusta comer es cabeza de vaca). No hay leyes nacionales que se refieran a la cría en cautiverio, la única norma que reglamenta esta situación es la Resolucion 472/94 cuya pauta principal es el otorgamiento, por parte de la Dirección Nacional de Fauna, de un certificado de cría en cautividad por cada animal, que certifica que el espécimen pertenece a una exhibición ambulante de animales.

Decidida la suspensión definitiva del trabajo de los leones, la solución que se le ocurrió a Ayroldi fue aliarse con organizaciones ambientalistas que se preocupen por el tema de manera integral. "Hay algunos que se dicen defensores de los animales, pero lo que logran con sus acciones es hacerles la vida más difícil a los bichos", dice Ayroldi.

Así nació el Proyecto Refugio de Animales "Antártida Argentina". La Red Ambiental Querandi, la Asociación Pro-Ayuda al Animal Desamparado, la Organización de Rescate de Fauna Verdemar y la Fundación Naturaleza Viva comenzaron a trabajar desde el año pasado en la búsqueda de un buen espacio en la provincia de Buenos Aires para construir una reserva.

Precisamente, el presidente de Naturaleza Viva, Héctor Fadetta, conversó con Tiempo Argentino acerca de este proyecto. "Conozco a la familia Ayroldi desde hace muchos años, sé que perdieron muchísimo dinero por cuidarlos y no entregarlos." Faldetta sostiene que los que reclaman por un circo sin animales "deberían proponer soluciones reales, devolverlos a la naturaleza es una fantasía sin sentido, porque algunos pocos terminan en una buena jaula, pero la mayoría espera durante años resoluciones institucionales hasta que se enferman, se mueren y muchos terminan en cotos de caza".

Mientras tanto, el Circo Mágico Houdini sigue girando por la provincia de Buenos Aires, sin animales, con un refuerzo de números de altura, malabares y clown (al que prefieren seguir llamado "payaso"). A juzgar por la expectativa que genera en cada nuevo pueblo que visitan, Antonio Ayroldi, el hijo de Gabriel (16 años, tercera generación de cirquero) va a cumplir con su sueño de "seguir con el circo hasta la muerte".


29 de diciembre de 2012
Fuente: Tiempo Argentino.

 

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