"Soy Momia"

De todos los oficios y profesiones, Oscar Demelli eligió uno: vendarse el cuerpo y caminar con los miembros rígidos. Desde ese día, la Momia se adueñó de él. Personaje y persona se unieron para siempre

Oscar Demelli sabe de qué se trata pelear. Ya en el ’62 fue campeón de Lucha Libre. Todavía no habían llegado los vendajes, su sello inmortal, el que lo catapultó para siempre en la memoria de una generación entera, que vibró con los míticos Titanes en el Ring.
“Fui un pibe normal y callejero como cualquiera”, dijo a modo de presentación, sólo para asomarse a la infancia de un personaje que devendría en éxitos a nivel mundial.

Demelli develó que vive en la misma casa donde nació; en 1946. Está en Beccar, partido de San Isidro. “Si me sacás de acá exploto, como el cassette de Misión Imposible”, ironizó mientras confesaba que el club de sus amores juveniles fue “por su puesto, el Club Independiente de Beccar que me trae tantos recuerdos”.

Además de practicar allí, aquel Club puede con sus barreras mnémicas y la represión de los pensamientos, es que “mi padre falleció ahí, cuando salió a bailar la Cumparsita con una chica del lugar, y yo estaba al lado de él”.

En la tragedia personal, el baile fue decisivo. Pero también lo fue para guardar los mejores momentos: El legendario “Nino”, el boliche de Olivos que alguna vez fue punto de encuentro cuando la vuelta de Perón ya era una realidad. “Ahí nos juntábamos con los muchachos, o en el Hotel Savoy en Capital”, que fueron las “boites” del momento.

“Pernocté la noche igual que cualquiera, con la salvedad de que nunca en mi vida fui en cana”, rescató el peleador del Conurbano.
Así empezó la historia