"Chicos bien" robaban abuelos para vivir con lujo

Ella estaba a punto de recibirse en la UADE y él disfrutaba de su auto descapotable.

La pareja que presuntamente lideraba la banda de los denominados “robaabuelos” quería vivir una vida de lujos y excesos. Lejos de eso, tanto Emmanuel García como su novia Tamara Blanco están ahora detenidos, acusados de cometer al menos 15 asaltos a jubilados en el sur del Conurbano bonaerense, muchos de ellos pertenecientes a su entorno familiar.

La historia de Tamara, de 22 años, sobresale de la del resto por su perfil académico: está a punto de recibirse de licenciada en Relaciones Públicas. Le faltan apenas cuatro materias para graduarse en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE); publicó el diario PERFIL.

 

Los investigadores sospechan que Tamara cumplía un rol importante en la organización: para ellos, era la encargada de “marcar” la casa de las víctimas. De hecho, así lo informó el subsecretario de Política Criminal de la Provincia de Buenos Aires, César Albarracín, el martes pasado en una conferencia de prensa. El que comandaba la banda era su pareja, Emmanuel, un joven de 24 años que, sin un trabajo declarado, tenía el dinero suficiente como para mantener un Peugeot 307 y una vida de lujos.

Tamara era la única que tenía domicilio en Capital Federal . El resto de la banda vivía en Berazategui. Ella alternaba sus noches entre la casa de su mamá –que actualmente vive en el barrio de Belgrano junto a su pareja, un ingeniero de origen francés–, la de sus abuelos y un departamento en el barrio de San Nicolás.

Desde que se puso de novio con Emma, los amigos de él comenzaron a frecuentar a sus amigas. Así se armó un grupo de diversión y excesos que sostenía un alto nivel de vida con el dinero que presuntamente robaban.

“Ellos iban a comer a Puerto Madero, y siempre lo hacían mostrando sus autos de alta gama”, dice a PERFIL un jefe policial que encabezó la pesquisa. Según cuentan, las fiestas privadas con rubias mujeres eran una constante en la vida de Emmanuel y sus amigos. Las cenas y visitas a lugares costosos, también.

Presenciar las carreras de polo junto a su madre era parte de los pasatiempos de Tamara. “Por el nivel de vida que llevaban, se supone que hicieron mucha plata. Creemos que operaban desde 2011”, afirma un vocero consultado. En sólo tres de los 15 hechos en los que se los involucra se llevaron 37 mil dólares y 120 mil pesos. 

Todos presos. Ocho de los nueve presuntos integrantes de la organización fueron detenidos durante una serie de operativos realizados el lunes pasado en Quilmes, Berazategui y Florencio Varela por la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Tamara fue apresada cuando caminaba por la calle Lima al 700, a metros de la sede de la UADE.

La policía venía siguiendo sus pasos desde hacía más de dos meses, pero recién entraron en acción cuando consiguieron reunir las pruebas que consideraron suficientes.

Según lo aportado por las fuentes, las víctimas son personas mayores de 70 años que vivían solas. “Creemos que Tamara contactó a varias de las víctimas para sacarles información y, por los elementos reunidos, sospechamos que habría participado de manera activa en uno de los golpes”, explica un vocero policial.

De acuerdo con los voceros consultados, la banda de “chicos bien” no elegía cualquier día para robar: lo hacía de madrugada y cuando llovía.

Por lo general, entraban entre tres o cuatro hombres y lo llamativo es que, entre sus víctimas, se destacan varios familiares de los detenidos.

Por ejemplo, el tío abuelo de Martín, uno de los presuntos miembros. “Elegían abuelos a los que conocían de su entorno social”, afirmó la fiscal María Attarian, a cargo de la investigación. “La verdad es que fue bastante desagradable ver la doble vida que llevaban algunos de los imputados”.


Escuchas y códigos
Siempre según PERFIL, las escuchas telefónicas fueron determinantes para que la Justicia ordenara la detención de Tamara Blanco.

Según fuentes policiales, ella sería la encargada de “marcar” a las víctimas para que después los hombres ingresaran a robar en sus casas. “Sí, recién salimos; no pudimos entrar. Entramos hasta el comedor y estaba cerrada la puerta. Nos tuvimos que ir. Estoy yendo a ver otro”, dice un joven, que sería Emmanuel. “Ah, bueno, me preocupaste, como no me escribiste nada... Cuidate”, lo tranquiliza una mujer que, para los investigadores, sería Tamara. “Te amo mi amor”, corta él.


La banda de los “robaabuelos” contaba, además, con handies para escuchar la frecuencia policial, armas, máscaras y pasamontañas, y hasta había establecido ciertos códigos para comunicarse durante los golpes.

 

A las víctimas las denominaban “tíos”, y la edad que tenían se representaba con el modelo de algún auto; “pato” era el patrullero; “ponete en pillo o en punga” se refería a estar preparado, en estado de alerta; “activar” se refería a comenzar el robo; “pito” eran las alarmas, y “juguetes” las armas.

 

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