"A mi hermano no lo voy a matar, pero si me viene a buscar voy a defenderme"
Dante Salazar, enfrentado con su hermano por la barra de Merlo, recibió a 24CON en la casa de su madre. La interna que separó a una familia.
La casa de María Inés Díaz queda en una esquina sobre la calle Fleming, en Parque San Martín. Enfrente, en un descampado, hay un escudo gigante de Deportivo Merlo con la leyenda “La Banda del Cordobés”. La mujer abre la puerta y se excusa: prefiere no hablar antes de que llegue su hijo. Los Salazar son cinco hermanos varones -el Cuni (41 años), Carlos o Caio (37), Dante (34), Matías (33) y David (22)- y dos mujeres. Jorge, el padre, falleció “de tristeza” en el 2000 al ver a Caio y Dante presos por un crimen que no cometieron. “Estuvieron un año y medio detenidos. Incluso los llevaron a Sierra Chica. En el juicio resultaron libres de culpa y cargo”, cuenta Inés, con los ojos llorosos. “Cuando salieron ya eran otras personas”, agrega. Una vez en la calle, comenzaron una guerra por suceder a su padre, el Cordobés, en el liderazgo de la barra del Charro.
Dante llega acompañado de tres personas: dos amigos y su abogado. Su madre lo recibe con un fuerte abrazo y comienza a cebarle mates. En noviembre de 2009, él fue acusado de balearla. “Yo estaba en la puerta de mi casa con Caio, pasó una moto y disparó. Como justo volvía caminando me dio a mí”, dice Inés, que se levanta la remera y muestra la herida en el abdomen. “Yo jamás hubiera hecho eso. Él (por su hermano) está ensañado conmigo. Llegó a tal punto el grado de maldad que le hizo firmar a mi vieja la ratificación de una denuncia cuando ella estaba recuperándose del tiro”, agrega Dante, quien sostiene la versión de que su hermano le tendió una trampa para sacarlo del medio.
La escalada de violencia en el enfrentamiento entre ambos hermanos tuvo el mes pasado un nuevo episodio. El 5 de agosto, Caio baleó en la pierna a Dante. “Estaba saliendo de casa, después de comer un asado con mi señora y mis tres hijas. Él se bajó de un auto y me disparó. Había testigos y ahora está en la calle lo más bien”, contó el herido. Veinte días más tarde, antes del partido entre Merlo y Boca Unidos, un tiroteo en las inmediaciones de la cancha perturbó la tranquilidad de la tarde del sábado y postergó el juego. “Mis compadres son dueños de las pizzerías del Parque. Yo estoy rengo, no puedo caminar más de dos cuadras. Enfrente había chicos jugando a la pelota y yo los estaba mirando. Entonces veo que se amontona la gente y se escuchan más de 20 tiros. Hasta que llegué a ver qué pasaba, el problema iba a cuatro cuadras de distancia. La barra de mi hermano apareció a los tiros donde se juntaba la gente para ir a la cancha, cerca de la rotonda. Casualmente desaparecieron las cámaras de seguridad que deberían haber registrado todo el hecho”.
Esa tarde Dante no iba a ir al estadio. Más allá de la herida en su pierna, Salazar explica que se bajó de la barra. “No voy más a la cancha. Estuve 40 días detenido por una causa armada, me pusieron un arma en el coche y salí libre de culpa y cargo (no hubo acusación del fiscal). Esto fue el 16 de junio. Me pararon con el auto y me llevaron preso. Ahí me entero que me pusieron una 9mm. El testigo aseguró que vio cómo pusieron el arma. Cuando salí, apareció mi hermano y me pegó un tiro, me dijo que me vaya de Merlo. Que quede claro: a la cancha no voy más. Terminó el campeonato pasado, caí detenido y no fui más. Para mí se terminó. Tengo 4 hijos, una nena de 11 años que lee y escucha lo que se dice de mí. Si tengo que dejar de ver a Merlo, que para mi es un sentimiento, lo voy a hacer por mi familia”.
María Inés asiente, con un cigarrillo en la boca. Caio es con el único hijo que no tiene contacto actualmente. Para Dante, su hermano tiene contactos con la policía: “Esto es un problema familiar. Nos peleamos porque Caio metió mucho a la policía. Está siempre con la policía. Cuando nos arreglamos de palabra, tuvimos una relación relativamente buena, para el campeonato pasado, compartimos los viajes, pero cada uno por su lado. No hubo discusión. Cuando salgo de la última causa no lo llamé ni nada. Hay mucha envidia. A mí me dijeron que él quería que yo esté preso. Por el problema contra Boca Unidos me allanaron mi casa sólo por nombrarme. Y yo no puedo caminar. Es la relación de mi hermano con la policía”.
Para Salazar la ecuación es simple: “Él tiene una casa de 300 lucas, un auto de alta gama y lleva a las hijas al colegio más caro de Merlo. Yo estoy alquilando y mi hija va al colegio del Estado. Yo vivo vendiendo el merchandasing de Merlo –muestra los gorros estilo piluso y las remeras con la leyenda “la Banda del Cordobés”-. ¿Él hizo toda la plata con un kiosco que tiene hace dos meses?”.
Unos 200 hinchas de Merlo se quedaron afuera de la cancha de Banfield en el partido del fin de semana. Entre el grupo afectado por el derecho de admisión, aseguraron a este diario, no estaba Dante. Si él cumple, la guerra entre hermanos por el control de la barra de Merlo habría llegado a su final. Inés, que sufre por ellos y por Matías, su hijo preso en el penal de Florencio Varela, podrá encontrar un poco de tranquilidad para disfrutar de sus nietos.
Dante, que prefiere no ser fotografiado junto a su madre por la causa que aún está abierta, concluye con un mensaje para Caio: “Yo no ando con armas y a mi hermano no lo voy a matar, pero si me viene a buscar, me voy a defender, si me tengo que agarrar a piñas lo voy a hacer”.
11 de septiembre de 2012
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