Medicina casera

La cura del empacho 2.0: ¿verdad o mito?

Para curar la indigestión alcanza con mandar un SMS. ¿Cuánto hay de cierto en esas prácticas? La experiencia de los redactores de 24CON. 

El malestar estomacal o la indigestión, más comúnmente conocido como “empacho”, consiste en la falta de apetito, el desgano para comer y generalmente va acompañado por vómitos o diarrea.

 

Si bien el término “empacho” para la medicina no existe como tal, en muchos pueblos- y también ciudades- personas mayores o curanderos saben cómo sanarlo. Estas prácticas caseras siempre fueron muy cuestionadas, pero lo cierto es que por lo general dan resultado.


Los redactores de 24CON también son víctimas de la indigestión y te cuentan sus experiencias con las prácticas alternativas para curarlo:

María Clara Arias
En pleno estallido 2.0, las prácticas alternativas para curar enfermedades como el empacho, la insolación o el mal de ojo, también evolucionaron. A tal punto, que con sólo mandar un mensaje de texto se pueden sanar. Así lo comprobé por experiencia propia.

El viernes, luego de una abundante cena que incluyó milanesas con ensalada, acompañadas por cerveza y una mesa dulce un poco excesiva con un sinfín de tortas, budines y golosinas, terminé en cama con todos los síntomas de un empacho.

Después de pasar la noche una noche "de perros", con vómitos, dolor de cabeza y un importante malestar estomacal, me recomendaron mandarle un SMS a una curandera para sanar mi indigestión producto del “atracón”.

Sin demasiada confianza ni nada que perder, le envié un mensaje de texto a “Estela”, quien a los diez minutos me contestó: “Listo, ya estás curada. Estabas muy empachada”. En ese mismo momento, absolutamente todos mis síntomas desaparecieron. Creer o reventar.

 Jonathan RaedLas medicinas alternativas están lejos de otorgarme confianza. Por el contrario, estoy seguro que el poder de la mente sobre el cuerpo es el punto de partida para encontrarle una explicación racional a la eventual efectividad de estos métodos curativos. Sin embargo, mi abuela tenía una perspectiva diametralmente opuesta a la mía. Por eso, durante mi infancia se tomó la licencia de llevarme en reiteradas oportunidades a la casa de "la señora que cura el empacho". Para mí, era más bien una estación del "tren fantasma". Lejos de utilizar la palabra o la inofensiva cinta como métodos de curación, esta señora con cara de pocos amigos se inclinaba por "tirar el cuerito", en el sentido menos agradable del término. Me hacía recostar boca abajo en una cama. Exparsía talco en mi espalda y procedía con la tortura (según ella, la cura). Mi piel y carne apretadas y estiradas sin ningún reparo eran los protagonistas de esta interminable y dolorosa novela trágica que siempre finalizaba conmigo entre lágrimas. Nunca supe si me curó el empacho. Lo que sí tengo en claro es que esa "señora" forma parte de uno de los peores recuerdos de mi infancia y que prefiero, sin dudas, morir empachado a volver a sufrir semejante vejación. Matías OchoaDesde mi nacimiento hasta estos 26 años que tengo, siempre he sufrido del viejo y poco querido empacho. Mis hermanos, todos ellos más grandes, también lo sufrieron, del mismo modo que amigos de toda la vida. Todos ellos siempre recurrieron a la misma "bruja" como algunos simpáticamente le decían cuando ponía en práctica su receta: mi abuela. Como la mayoría de ellas, al enterarse que uno de sus nietos estaba enfermo, no tardaba mucho tiempo en llegar a casa para curarnos o cuidarnos. Y entre sus manos no traía nada, salvo una cinta que tenía como mínimo, el largo de la suma de tres antebrazos suyos.  Nos sentaba, nos pedía que nuestras espaldas estén derechas y comenzaba. El primer paso era medir la distancia mínima mencionada. Tomar de una punta la soga, cinta o corbata y el otro extremo ubicarlo en la boca del estómago del enfermo. El segundo, repetir el nombre completo del dolorido y comenzar a medir al ritmo de un rezo católico en silencio.  Apoyando el codo en el extremo que ella tenía en su mano, extendía su antebrazo por la cinta en dirección a la boca del estómago de su paciente. Así tres veces. La última indicaría el nivel del empacho. Si su mano, en su última aproximación tocaba la cabeza del enfermo, estaba en graves problema. Si pasaba de largo hasta la boca del estómago, había que ir a visitar a un profesional. Así tres veces por delante, y tres veces por la espalda.  Muchas veces uno tenía empacho por delante y no por detrás, o viceversa.  Todos la iban a visitar cuando estaban mal del estómago, hasta que se enteraron de que sin estar presenta también funcionaba. Un llamado por teléfono para pedirle que los cure y el nombre completo del enfermo, alcanzaban. Al otro día también había que curarlo para conocer su evolución. La mayoría, al otro día, ya estaba curado. Creer o reventar. ¿Cómo te curaban el empacho a vos?