Secuelas del accidente de Once

Once: sobreviviente vendió el horno para pagar su tratamiento

Protagonizó el rescate más fotografiado, salió del hospital hace dos semanas y no puede trabajar. Su historia y la campaña solidaria para mantener a su familia y casarse."Desperté y estaba colgado de la ventana", recordó a 24CON.

Ese miércoles, el 22 de febrero de 2012, lo va a recordar por el resto su vida. Cada vez que viaje en tren, cada vez que camine y, por una morbosa coincidencia del destino, hasta cada vez que alguien pronuncie su apellido. Leonardo Sarmiento fue uno de los tantos pasajeros que padecieron en carne propia la tragedia de la formación 3772 en el andén 2 de la estación Once, que dejó un saldo de 52 muertos y más de 700 heridos.   

 
El plomero de 30 años sobrevivió al accidente pero, como suele decirse, no la sacó barata. Pasó más de dos meses internado en el Hospital Santojanni – el primero de ellos, en Terapia Intensiva – por fractura de pelvis y atrofia muscular en las piernas, que fueron aplastadas por los fierros. Lo operaron, sufrió problemas neurológicos – por daños en el nervio ciático –, perdió su oreja derecha y tuvo fallas renales. Recién pudo ser dado de alta hace dos semanas, el jueves 26 de abril, y ahora sigue su lenta recuperación en su casa de El Palomar, donde vive con su pareja Mónica y su hijita de 4 años, Abigail.


A medida que se iba recuperando, se pudo enterar por su familia que, inesperadamente y por casualidad, se había convertido en la cara visible que representó a todas las víctimas de la tragedia. Su imagen con la camiseta de Boca, atrapado en el vagón durante cuatro horas, mientras esbozaba una expresión de dolor y colgaba de la ventana, fue tapa de varios diarios y revistas, además de circular incansablemente por la televisión e Internet. 


“Ahora estoy tranquilo, al lado de mi novia. Me faltan tres operaciones más, en las rodillas y también en la oreja, que necesita cirugía estética”, dice sobre su presente a 24CON Leonardo, que aún usa muletas, realiza un tratamiento de kinesiología y conserva una importante herida en su pierna izquierda, que debe ser curada diariamente. La evolución no es sencilla y, después del hospital, surgió un nuevo problema: cómo mantener la casa, si no puede trabajar y su mujer debe quedarse a cuidarlo y atenderlo. 


“Hicimos demasiados sacrificios. Tuvimos que cortar el teléfono de línea y hasta vendimos electrodomésticos, como un horno eléctrico, para poder pagar el tratamiento y las cuentas. Desde el primer día, jamás se ofreció a ayudarnos ninguna autoridad. Lo que más duele no es que no nos hayan dado plata, sino que ni siquiera hayan llamado para ver cómo estábamos”, explica Mónica.


Frente a esta situación extrema, la humilde familia decidió salir a los medios a contar su historia, y la cruzada dio resultados. “Empezó a colaborar muchísima gente, nos dieron ropa para la nena, y cintas y vendas para las curaciones de la pierna”, cuenta la mujer, mientras que Leonardo agradece “infinitamente la solidaridad de todos”. Por su parte, el director nacional de Emergencias Sanitarias, Gabriel Ive, también comprometió su ayuda.


Sin embargo, lo que llenó de alegría a la pareja fue un gesto de la ex modelo Anamá Ferreira, que les va a regalar un vestido de novia y un traje de novio. “El día anterior al accidente, el martes, nos habíamos comprometido, y teníamos planeado sacar fecha el jueves para casarnos”, recuerdan ambos. En un canal de televisión, ya les prometieron apurar los trámites en el Registro Civil y pagarles la recepción de la boda. “Todo esto me puso la emoción a flor de piel. Unos amigos nos están ayudando para concretarlo. Leo ya no se puede escapar más”, bromea Mónica, y él retruca el chiste con un grito de “¡auxilio!”.  


La pesadilla


A las 7:30 de ese fatídico día que lo cambió todo, el plomero abordó el Sarmiento en la estación Ramos Mejía. “Me levanté temprano para ir a trabajar, salí de casa, me subí al tren, llegué a Once, me paré en la puerta para bajar, sentí un ruido fuerte y nada más. Desperté y estaba colgado en la ventana”, recuerda, todavía con tristeza. 


Su mujer lo vivió de una manera muy diferente, pero no menos angustiante. “Leo me llamó del tren cuando pasaba por Caballito. Me dijo que estaba llegando, cortó y siguió durmiendo”, cuenta. El llamado la había dejado tranquila, hasta que “Abigail lo reconoció en la tele. La nena vio el tren en el noticiero y me dijo: ‘Mirá a papá’. Yo le respondí: ‘¿Cómo, si papá está trabajando?’.  Cuando lo vi, salí corriendo, paré un auto en la calle Pedriel, llegué a Ciudadela, tomé el tren a Once y al llegar lo busqué, pasando las cintas amarillas de la Policía, hasta que me pararon”.


Mientras ella intentaba encontrarlo, Leonardo afrontaba un largo proceso de rescate y no sentía sus piernas. “Como fueron cuatro horas, no recuerdo todas las caras de los bomberos, pero sí el trabajo que hicieron, que fue increíble”, asegura. En el trascurso de ese tiempo, debieron retirar los cuerpos que había debajo de él, para poder sacarlo.


A raíz del delicado estado de salud con el que llegó al Santojanni, de su paso por allí se acuerda “casi nada”. Pero tiene por seguro que se recuperó “gracias a los médicos y los enfermeros”, a los que no deja de elogiar y señalar como sus grandes salvadores. “Mi familia me decía que iba a salir adelante, pero los pronósticos eran muy negativos. Había una posibilidad de que me amputaran las piernas, si los riñones no volvían a funcionar. Fue por los doctores, que me aplicaron hemodiálisis, que funcionaron y me salvé”, detalla. 


Desde que recibió el alta, Leonardo y los suyos permanecen en contacto con otras víctimas, que realizan marchas en reclamo de justicia. Entre ellos, los padres de Lucas Menghini Rey, uno de los casos más terribles que dejó el accidente. “Sus familiares se comunicaron varias veces con los míos. Cuando me enteré de su historia, sentí mucho dolor”, señala sobre el joven de 20 años, que al principio figuraba como “desaparecido” y luego fue encontrado sin vida entre el tercer y el cuarto vagón.  


Aunque Leo no está muy al tanto de la causa judicial - “de eso se ocupa el abogado”, dice-, se siente confiado en los procesos judiciales. “Pienso que va a tardar, pero finalmente se van a cumplir nuestras expectativas, y los que correspondan se harán responsables de lo que pasó”, vaticina. 

 

 

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