Encuentro, brindis y apoyo por Malvinas
En la frontera de ambos países, argentinos y chilenos se abrazaron en el medio de los Andes. Pisco, vino y un himno que busca cerrar heridas.
Ante la mirada eterna de los bustos de San Martín y O’ Higgins, las expediciones que partieron desde Argentina y Chile se encontraron en el punto límite entre ambos países para cerrar con un abrazo la primera parte del 8vo cruce de Los Andes por la ruta sanmartiniana. En el medio de la montaña, hubo brindis, regalos de camaradería y hasta el recuerdo de Malvinas en un himno entonado por miembros de los dos países.
El día empezó bien temprano, poco antes de que el cielo aclare. Para las 8 de la mañana, los 137 miembros del cruce desde el lado argentino ya estábamos a caballo y en mula rumbo a la frontera. Después de una amenaza de lluvia, finalmente el sol acompañó la agotadora jornada para el encuentro.
La salida por el Valle de los patos sur se cortó abruptamente con los últimos cerros del lado argentino. El vertiginoso camino por el filo de las montañas terminó de forma abrupta en un desfiladero que llevó hasta el valle Hermoso. Como dijo un colega, “es difícil pensar que estamos parados en una montaña que está rodeada de otras montañas”. Afortunadamente, salvo algunas caídas menores –de las que sigo invicto gracias a mi mula “la Colo”- no hubo mayores incidentes.
Cerca del mediodía, los miembros de ambas naciones se formaron frente a frente en el paso fronterizo con sus banderas en alto a la distancia donde llega la vista. Con la orden del comandante de cada expedición, iniciaron una frenética cabalgata final que terminó con un abrazo común frente a los bustos de ambos próceres. Allí miembros de ambas expediciones intercambiaron regalos de camaradería, compartieron alguna bebida virtuosa y entonaron los himnos de cada país.
Como cierre, argentinos y chilenos cantaron juntos el himno a Malvinas, un gesto que de a poco intenta cerrar viejas heridas y rencores entre pueblos hermanos, en una lucha que cada vez es de mayor importancia para los países de Latinoamérica.
El regreso fue eterno y desgastador. El cansancio acumulado en músculos y articulaciones más el efecto del poderoso sol andino es un cóctel letal para cualquier cuerpo expuesto a la falta de oxígeno de la altura. Sin embargo, cada viajero se trajo una sonrisa de satisfacción por la meta cumplida y el orgullo de sentirse –a la distancia- parte de una de las mayores epopeyas de la historia y piedra fundacional de la libertad de los pueblos del sur del continente.
De vuelta en el refugio Ing. Sardinas, resta emprender el regreso, la otra mitad del viaje que se hace por un camino de menor altura y mayor irregularidad. La última parte de una mínima reconstrucción de lo que fue el paso de un ejército por lugares inimaginables. Casi 200 años después, todavía sorprende y emociona.
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14 de febrero de 2012