Diario de viaje - día 3

Descanso y recuento de daños

Un inodoro en un grupo de 137 personas se transforma en el bien más preciado.

La noche anterior al día libre, el refugio Ing. Sardina se convirtió en una peña folclórica. Guitarreadas, cuentos subidos de tono y una nutrida cantidad de alcohol hicieron que la cena se prolongue durante horas. Incluso entrada la madrugada, el grupo de los paisanos más “entonados” junto al trompetista de gendarmería entonaron –valga la redundancia-  una serenata carpa por carpa, de la que no se salvó nadie.


Es el día para reponer fuerzas previo al último tramo para llegar al límite con Chile. Y Después, claro, hacer un recorrido similar por otro camino para la vuelta.


Lejos del sentido común, las horas a lomo de mula no se sienten tanto en los glúteos, como en los tobillos –por la fuerza que hay que hacer sobre los estribos-, en la parte posterior de los muslos –por el rebote en el camino irregular- y fundamentalmente en los hombros –por llevar peso excesivo en mochilas o bolsos-.

Sumado a la falta de aire, casi todos en el campamento eligen economizar al máximo los movimientos.


Por primera vez desde que dejamos la capital sanjuanina, el grupo pudo bañarse en unas improvisadas duchas –en tandas de tres durante un tiempo no mayor a los 5 minutos con agua caliente- lo cual fue sin dudas uno de los placeres más esperados durante la travesía. En la montaña se valora mucho más lo cotidiano y lo banal adquiere una importancia inesperada.


Por ejemplo, el bien mas preciado de todo el campamento es el único inodoro que existe. En mi primer intento de acceder a él, un gendarme corpulento y con cara de pocos amigos me dijo: “El baño es para las mujeres”. Más allá del provocador tono castrense, el enunciado era mentira porque para el preciado trono tenían pase libre el gobernador Gioja, el embajador de Chile en Argentina, los “famosos” que acompañan la expedición y sus familias y , por supuesto, los gendarmes. 


Ante mi pregunta de dónde podíamos los mortales “desconocidos”  despedir a algún amigo del interior, la respuesta fue: “dónde veas”. Hay que destacar que en un valle la ausencia de lugares lejos de la mirada de curiosos es primordial, como así también de cualquier piedra lo suficientemente grande como para sostenerse y hacer equilibrio.


Finalmente, un compañero de fuerza con mejor predisposición me dio vía libre para pasar al lugar sagrado dónde acude tanta gente. Solamente voy a dejar una última reflexión: Las toallas húmedas para bebé solamente sirven para bebés. 

 

12 de febrero de 2012

 

 

Retobe, golpes y caídas en el techo de los Andes

 

 

 

 

El doctor de Cuestión de Peso se cayó de la mula y  se quebró una costilla
Sergio Verón quiso seguir pero no pudo. Fue rescatado por un helicóptero para dejar la Cordillera

 

 

Seducir la mula, cruzar la Cordillera de los Andes
El día en que un expedicionario enamoró a La Colo